Todo el mundo habla de lo mismo. Y no son las vacunas, sino la nueva factura eléctrica que nos han plantado porque planchábamos por encima de nuestras posibilidades. Desde ahora, nos invitan a tratar de dormir con el sonido del lavavajillas taladrándonos los oídos. O a tener pesadillas con lavadoras zombies, un clásico de terror. Máquinas que caminan solas de madrugada, salen de la cocina, encaran el pasillo… y como no estés atenta, van a la calle a hacer running. ¡Bendito centrifugado!
Los nuevos peajes horarios son carne de meme. “Quería llamar a mi hija Mariluz, pero me sale más barato llamarla Marisol”, dice un mensaje viral que circula por ahí. “Ya sé porqué el LABI ha retrasado el cierre de hostelería hasta las 00.00 horas. Para que, al llegar a casa del bar, encienda el lavaplatos”. O “Ahora que nos quitan el toque de queda, tengo que estar de vuelta a las doce para poner la roomba”.
Estos tramos valle, llano y punta sentarán jurisprudencia. ¿Qué estaba haciendo a la hora en la que se cometió el crimen, a las cuatro de la madrugada? Planchando. Mierda. Tiene la coartada perfecta. Y hasta van a lograr cambiar el refranero popular. «Quien madruga, centrifuga». A este paso vamos a ser todos ecofriendlies, y nos iluminaremos con antorchas. Aunque cuando empiece la Eurocopa y el fútbol, nadie se acordará de que la luz cuesta un riñón. Ya está. Tengo la solución. Comprar un alargador y enchufarlo en Francia.