Boris es el niño travieso del patio de colegio ascendido a Premier. La revelación de las fiestas que se celebraban en Downing Street, pese a las restricciones sanitarias, nos ha hecho entender el por qué de su pelo escoba, de esa masa revuelta rubio platino, fruto de días y días de desenfreno. Hasta ocho celebraciones llegó a organizar Boris el juergas que son objeto de investigación. ¡Pero ojo que una fiesta inglesa sin balconing no es fiesta!
La primera fue en mayo de 2020 pero el clon deforme de Trump argumenta que pensó que era un “evento de trabajo” y “técnicamente dentro de las reglas”. Luego, en junio, celebró su cumple con 30 personas pese a la prohibición de reuniones. El pintxo pote de los viernes en época de restricciones en Downing Street era un desfase. Sumaos a partir de las seis de la tarde, y traed vuestro propio alcohol, decían los emails.
Es una pena que el partygate se cargue a la ambición rubia. Tenemos que apoyar a Boris Johnson, es el mejor primer ministro que jamás tendrá UK y si no lo quieren, lo llevamos de alcalde a Magaluf, que para organizar botellones es el número uno. Un día de estos saldrá una foto suya de juerga con una polla en la frente en el confinamiento, o perreando con alguna chica de la limpieza mientras estaba aislado con covid. Por favor, Boris no dimitas. Así la señora Ayuso puede creerse Margaret Thatcher y Casado puede pensar que está a la altura de Churchill.