«Deje ya de molestar a la gente de bien”, dijo el otro día Feijóo a propósito de la ley trans. ¿Quién es esa peña? ¿Dónde se recogen los carnés? ¿En Génova? ¿Los reparten en sobres? Creo que en el cine a esos los llamaban «Uno de los nuestros». Y con el franquismo, eran los que nunca acababan en una cuneta.
Pero ¿quiénes ostentan ahora ese chirriante título? Para el líder popular, deben ser los dueños de los bancos, de las compañías energéticas, las grandes fortunas, la monarquía (con Froilán a la cabeza), el Opus, y el PP. Más que de gente de bien, habría que hablar de gente íntegra y decente. Y ahí, desde luego, no están lo que se forraron con el narcotráfico como su amigo Marcial Dorado.
La gente de bien es, según él, la que tiene el poder de saber lo que es correcto y además se cree en el deber de imponerlo. Con esa maniquea visión del mundo, a Feijóo, sin papeles, le sale la vena clasista y displicente de la rancia derecha española, hablando como un cura de postguerra. Solo le faltó decir; «gente como Dios manda».
Porque a Frijolito le molesta que haya más derechos, como si los derechos de unos se convirtieran en obligaciones de otros. Ya lo dijo Vargas Llosa; «hay que saber votar bien». Así que por ahí debe ir la cosa. De verdad, estoy hecha un lío. ¿Casado era gente de bien? Cuca Gamarra un día pensó eso, y al siguiente, lo contrario. Y los que no pasamos el corte, y apoyamos los derechos civiles, ¿somos gente de mal?