Una archiconocida firma sueca tiene un spot sobre lo difícil que es gestionar los compromisos de Navidad. La familia Vallejo vive sus cenas de empresa, las funciones infantiles, la compras, los regalos, y un sinfín de saraos como si fueran la Cumbre del Clima en Dubái.
La carga de ocupaciones se vuelve tan abrumadora que deciden contratar a un equipo de expertos internacionales para que planifiquen sus actividades como si las fuera a presidir un jeque árabe. Los Christmas planner preparan un calendario detallado de eventos, que ríete tú de la agenda del lehendakari. ¡Si es que tanto villancico no puede ser bueno!
Porque la magia y la ilusión de los niños se desvanece con la edad. Debe ser la venganza del Chiquirritín y la Campana sobre campana. Como hay que quedar todo el rato con todo el mundo, la alargamos mes y medio, y nos apuntamos a la pre-Navidad, la pos-Navidad…
Convertimos las reuniones en obligaciones, los regalos en gastos extra y la felicidad de las comidas o cenas en preparaciones que generan ansiedad. Las hay que cocinan lo mismo desde hace veinte años y siempre dicen aquello “este año no me ha salido tan rico”. Los hay que dicen “yo con dos huevos fritos también hubiera cenado”. Y es que las celebraciones familiares provocan reencuentros que generan anticuerpos, y problemas estomacales. Está científicamente demostrado que tu suegra y tu cuñado alteran la flora intestinal.