Se acaba de conocer que en febrero se han entervenido en el aeropuerto de Bilbao 2.703 pastillas de Viagra. No al mismo, ¡eh! Más bien a cuatro pasajeros sin relación entre ellos. Mucho cargamento parece para luego suscribir aquello de que «en Euskadi no se f…». Pero el medicamento está haciendo furor y, a punto está, de agotarse el stock. Porque la Guardia civil arrestó la semana pasada al párroco de la localidad pacense de Don Benito que, junto a su novio, traficaba con Viagra. Santa Viagra… ora pro nobis.
Ni al más histriónico Santiago Segura o al irreverente Pedro Almodóvar se les hubiera ocurrido una peli con más morbo. Un cura, don Alfonso, vendiendo, con su chico, potentes sustancias afrodisiacas para enderezar a los feligreses y elevar su espíritu.
«Operación botafumeiro» la han bautizado. Solo el nombrecito ya trae cola. También podía haberse llamado «Operación Arriba el periscopio», por poner un ejemplo. El obispado de Plasencia estará exultante de gozo, sí, señor; el clero entrando de lleno en el siglo XXI. Un sacerdote del mundo terrenal, con amante, un tipo muy alegre (dicen) y camello. Los dos, jefes del clan de la viagra de Don Benito. Se necesita gente así para divulgar la nueva fe.
El alijo en la casa parroquial incluía 3.370 euros y 2.100 gramos de mefedrona, una droga más conocida como mefe o miau miau, muy popular en ambientes gays, similar a las anfetaminas, que produce un fuerte efecto estimulante. Fácilmente podría haberse vendido con el nombre del éxtasis de Santa Teresa. La pareja presuntamente comercializaba el estupefaciente a través de una aplicación de citas. Por eso a nadie le extrañaba que la clientela fuera cada vez más abultada.