La jefa de la oposición, Ayuso, acaba de condecorar Milei en una sesión de espiritismo. Porque más que una medalla, le puso un pin. Mucha prisa se ha dado la baronesa del PP en homenajear a alguien que en seis meses solo ha demostrado gobernar siguiendo los consejos de su perro muerto y su hermana la tarotista y andar por ahí blandiendo una sierra mecánica como el psicópata de «La matanza de Texas». Quizá le ha premiado por haber robado la comida de los comedores sociales a los pobres.
El odio que siente Ayuso por Pedro Sánchez roza lo patológico. Así que todo vale con tal de trolear al Gobierno. Los enemigos de mis enemigos son mis superamiguis. Ahora, para superarlo, solo le queda conceder una medalla póstuma al mérito a Hitler y dar las llaves de la ciudad a Pinochet.
Ya sabíamos que le gusta más el chorizo que la fruta (por aquello de que su novio no paga impuestos ni pide licencias de obras), y ahora también que le van los ultras descerebrados, mal educados y macarras. Por eso, Isabel arrasa en Madrid. Porque ella es la que encarna también a la ultraderecha en esa comunidad. Pero condecorar a este guiñol es ridículo.
Lady Veneno y un oligofrénico fuera de control. Otra ayusada más a la espera de que la cúpula del PP algún día se cepille a Feijóo –que no es presidente de Argentina porque no quiere– e IDA pueda llegar a ser la Meloni de España. ¡Viva la libertad, carajo!