El gobierno Turuleca ha puesto un huevo, ha puesto dos, ha puesto tres

Se autoproclaman defensores del fútbol femenino y no conocen a una sola jugadora. Hablo del BOE, que se ha equivocado con el nombre de la capitana de la selección y condecoró con la medalla de oro al mérito deportivo a una concursante de Supervivientes. La campeona del mundo Ivana Andrés fue confundida con la influencer Ivana Icardi. Sobre la futbolista Oihane Hernández Zurbano, el diario oficial se refirió a ella como Ohiane Hernández Zurbarano.

El gobierno Turuleca ha puesto un huevo, ha puesto dos, ha puesto tres. Porque el segundo apellido de Aitana Bonmatí también apareció mal, y así suma y sigue. Las incorrecciones afectaban ¡ojo al dato! a cinco jugadoras.

No conoce ni a quiénes premian. Tropecientos miles de euros en asesores, y la persona que redacta la orden ministerial no sabe ni buscar en Google. Olé. ¿Alguien imagina que los del BOE hubiesen escrito mal los nombres de Iker Casillas o de Andrés Iniesta? Impensable. Pues el ninguneo también forma parte del programa oficial. Igual que el menosprecio de Morata leyendo cabizbajo, sin un ápice de empatía, un comunicado para supuestamente reprobar la labor de su exjefe, sin mencionar ni una sola vez a la compañera.

Dicho lo cual, a nadie extraña que la ONLAE haya anunciado que el spot de la lotería de Navidad lo hará el calvo Rubiales. A ver si nos toca un piquito, dice el slogan de este año. “Yo prefiero un buen mordisco”, ha declarado el recién destituido Vilda.

«Luisito se porta muy bien»

Meme sobre el encierro de la madre de Luis Rubiales

En una puesta en escena delirante, el viernes día 25, Luis Rubiales se negó a dimitir y dio un discurso incendiario, mil veces más grave que el famoso beso. Si unos días antes había resucitado los tiempos más turbios del garrulismo, con la comparecencia pública se empeñó en que el beso en la boca a Hermoso fue un pico. No, señor representante del furbo-spañoo, fue un gesto de poder.

En un ataque misógino y soez, cargó contra la jugadora, “ella me acercó el cuerpo”, dijo, y arremetió contra el falso feminismo “una lacra social” del Gobierno y de la prensa.

Mucho antes de su impresentable actuación en Australia, ya había dado muestras de su zafiedad. Había vendido el fútbol a la tiranía de Arabia Saudí donde las mujeres valen menos cero. Se había agarrado los co…nes en el palco de autoridades, que solo le faltó meterle mano a Letizia, y se había paseado por el vestuario, cual cacique, anunciando un viaje a Ibiza como “regalito a mis chicas”. Unas chicas a las que despreció absolutamente cuando quince exigieron cambios. Y a las que luego llamó «campeones» porque en el equipo técnico también hay tíos. Esto no va de fútbol. Va de falta de igualdad.

Pero resulta sonrojante escuchar a esos periodistas deportivos, que llevan años haciendo machirulas retransmisiones, que nunca habían visto un partido de chicas ni en pintura, ejercer de hiperfeministas. Igual de vergonzoso que la inicial reacción de la cuadrilla de lacayos de la Federación que luego se han visto obligados a maquillar . Menos mal que Jenni sabe que la rana es un sapo, y no compra ese relato victimista, cínico y casposo.

Pues bien, ahora acaba de salir la madre a rematar la jugada porque Luisito es un buen chico. La señora confía ciegamente en su chaval, se declara en huelga de hambre y se encierra en una iglesia. Hace bien en acogerse a sagrado, porque sólo un milagro hará que su «inocente» hijo se libre. Aunque todo esto solo demuestra que la tendencia al esperpento de Rubiales le viene de familia.

No todos son Bertín Osborne

Los empresarios plantearon la idea de aumentar la edad de jubilación a los 72 años, y Bertín Osborne lo pilló al vuelo. Ahí que se puso manos a la obra, pico y pala, pico y pala y ¡padre a los 69 años! La patronal siempre tiene razón. ¿Ven cómo se puede? Además, no hay nada como montarte en un autobús con un conductor de 71 años. O que el obrero del spot de Coca-Cola Light que en los 90 lucía torso desnudo a la hora del almuerzo… te haga de encofrador, pero con treinta primaveras extras.

¡Los trabajadores también pueden ser como Indiana Jones, que se tira de un avión con ochenta tacos! ¿Darán permiso a los ancianos para salir de las residencias a trabajar? La idea probablemente sea que a los trabajadores nos jubile un cura, mientras nos da la extremaunción.

Puestos a plantear, les propongo a estos señores que mejor sería la jubilación a los 85, y los jóvenes de ninis hasta los 45. Y ya el látigo, si eso, lo ponemos nosotros. Con estos, oiga, una no deja de troncharse y mondarse. Porque quieren que nos retiremos a los 72 años, pero no están dispuestos a contratar a los mayores de 50.

Mire usted, la que se lió en Francia con el retiro a los 64 y aquí ha habido paz social con los famosos 67. Puestos a estirar el chicle del disparate, yo sigo sin entender nada. ¿Pero no habíamos quedado en que dos de cada tres empleos iban a ser sustituidos por Inteligencia Artificial? Aunque bien mirado, igual lo de Bertín con un robot, como que un poco mal, ¿no?

L@s becari@s y sus culos (con perdón) ingrávidos

Como cada verano, y les juro que van casi veinte, dedico unas líneas a los becarios/as. Y no para hablarles de sus cualidades. Me temo que más bien me quedo en lo superfluo, en cómo cambian tendencias, y modifican hábitos estéticos.

Cuando éramos unos horteras sin fronteras, me acuerdo de la época en la que parecían recién llegados de Magaluf. Imagínense; poca ropa y mal puesta. Pero ha habido de todo. Echo la vista atrás y rescato alguna choni con pechuga de plastilina, escote profundo cual catarata y tacones que podrían perforar un túnel de metro. Porque a medida que la menda se achica, y ellos y ellas se crecen, han pulverizado el dress code.

Evoco cuánto me impactaron los shorts masculinos. Antes de la eclosión de señores en pantalón corto, empezaron a llegar chavales que enseñaban las canillas sin pudor. Y que calzaban chancletas aunque fueran a un acto de ringo rango en el Guggenheim. Como ya soy una porcelana de la dinastía Ming, hubo un año que no olvidaré: aquel en que me costó reponerme a la visión de la hucha peluda de algún hipster que se agachaba y enseñaba carne en el mostrador de la impresora. Tuve que pagar un psicólogo para volver a mirarle a los ojos en lugar de a la parte baja de la espalda.

Más tarde explosionaron los tatuajes. Teníamos más maras que en El Salvador. Ahora, lucen mucho más glamour aunque lo acompañen de calcetín blanco de deporte. Así que… sucumbo a sus culos ingrávidos y me dejo llevar.

ChatGPT, el perfecto cuñado

A estas alturas, me temo que el famoso ChatGPT debe saber ya hasta mi talla de bragas. Domina tanto mi vida íntima que conoce que uso una M, pero que con la XL respiro mejor.

Hasta el año pasado, no había ni oído hablar de esta plataforma de inteligencia artificial, pero en apenas unos meses copa páginas de periódico, blogs, redes y no hay bicho viviente que no sepa algo de un robot capaz de mantener todo tipo de conversaciones y contestar cualquier pregunta, y que puede hacerte creer que, al otro lado, hay un ser humano.

Me da que se parece mucho al perfecto cuñado, es decir, aparenta saber de cualquier tema, y en una conversación superficial puede resultar convincente, pero si le pones trampa, se ve el cartón. Además miente. Creo que no lo hace a propósito, pero miente. De una forma sutil, verosímil y disimulada la mayoría de las veces; descaradamente, otras. No es de fiar. No solo responde dudas, te hace recomendaciones de música, de libros, te explica las cosas como si tuvieras diez años…

Me da grima. No necesitamos un tolosa que nos devuelva información a saco, censurada bajo el yugo de lo políticamente correcto. Aunque, desgraciadamente en el terreno periodístico, debemos asumir que escribe textos a la velocidad de la luz, e incluso quizá sean buenos. ¡Pero ojo que esta columna es propia! Dudo mucho que el chatbot incluyera asuntos de lencería. Creo que de sentido del humor no va sobrado.