El gran hijo de Putin

Vivía yo tranquila viendo las hipermasculinas sesiones de fotos publicitarias de Vladimir Putin –que le han mostrado paseando semidesnudo por la naturaleza siberiana, disfrutando de un viaje de pesca sin camiseta o dándose un baño en un lago helado– hasta que le vi sentado en la mesa de la vergüenza. Entonces comprobé que nada calmaba su ardor guerrero.

Vimos ese kilómetrico tablero de seis metros a cuyo extremo sentaba a los mandatarios europeos que acudían al Kremlin a pedirle sopitas. Una demostración de poder al estilo del Gran Dictador. “Porfa, porfa Vladimir, sé bueno, deja en paz a Ucrania”. ¡Precisamente en eso estaba pensando él!

Nostálgico de la época soviética, Putin es un producto genuino de la KGB, tiene toda la experiencia comunista y se las da de Napoleón. Ahora invade a gran escala Ucrania porque no tiene tiempo que perder. En octubre cumplirá 70 primaveras. No me negarán que son las locuras que hacen los dictadores cuando ven que se van haciendo viejos y se les acaba el tiempo para moldear la historia a su imagen y semejanza. Parecía una ajedrecista frío y calculador y se ha puesto al nivel de Hitler, desatando toda su fuerza de psicópata narcisista. Porque cuando a un enano megalómano y egocéntrico le sobran armas y mala leche, eso es mal asunto.

Faemino y Casado

Estábamos todos preocupados por Ucrania y resulta que la guerra estalló en Génova. Ayuso y Casado se han hecho el harakiri político. Y en medio Teodoro aceitunas. Egea, para los amigos. La pugna por el control del PP de Madrid ha escalado a guerra civil en el partido. Y todo porque dicen que el hermano de la lideresa se ha llevado una mordida de 280.000 euros, chanchulleando con mascarillas mientras todos los días se morían casi mil españoles en las UCI.

En los SoPPrano madrileños regía la omertá y todos callaban hasta que se desató la guerra entre bandas. ¡Riéte tú de las bandas latinas! Han funcionado como la mafia genovesa. Todos lo sabían, pero cada parte ha considerado que no era el momento de cargarse al otro, momento que ha llegado tras el batacazo de las elecciones de Castilla yLeón. “Van a por lo más importante para una persona, su familia”, dijo el jueves Ayuso. Ni Don Vito Corleone lo hubiera dicho mejor.

Esto cada día es más «House of Cards» en versión pandereta. Porque García-Egea y Pablo Casado encargaron al lince de Ángel Carromero un espionaje chusco al estilo Pepe Gotera y Otilio. Y lo siguiente era destrozar 300 veces algún disco duro. El problema de estos personajetes es que todavía no se han dado cuenta de que están enfrentándose a un gigante político, que no va a dejar de ellos ni las raspas. Joé Santi, qué suerte. ¡Qué fácil te lo están poniendo!

Rivera, Abascal y Cantó, socios fundadores de Trivago

Albert Rivera es ese currela al que han echado de su trabajo por vago. Se cargó Ciudadanos y si no le paran los pies, se carga el bufete de abogados. Pero ¡agárrense los machos! El parado Rivera ha reclamado que le abonen su sueldo hasta 2025, cuando finalizaba su contrato. Evidentemente, mil veces más de lo que él defendía en su programa electoral; un máximo de 20 días por año trabajado.

Estos del neoliberalismo españolista son fieles al dicho de «Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago». La gran esperanza blanca del constitucionalismo catalán es, literalmente, un gandul. Los dueños del despacho hablan de su “nula implicación”. También de radicales incumplimientos que no solo alcanzan a los resultados, sino a la propia actividad (o mejor, inactividad) e incluso falta de presencia. Lógico, el señor Rivera pensaba que el trabajo era para otros, él bastante tenía con sujetar el cazo.

Acostumbrado a calentar el asiento, no había forma de que doblase el lomo y pretendía seguir gorroneando. Otro como Abascal. ¡Vaya atajo de vividores! Y si le añadimos a Toni Cantó, la empresa podría llamarse… Trivago. Porque este se pensaba que trabajar era como ser líder de Cs, holgazanear y ganar pasta sin dar un palo al agua. Ahora, a ver qué chiringuito monta para trincar alguna mamandurria. Se me ocurre una idea. Oye Rivera, vete al PP que con saber votar sí, no, o abstención ya les vale.

Tamayazo en versión lanzaaceitunas

Ni Berlanga ni Mr. Bean en el Congreso. Era Alberto Casero, el héroe popular que ha salvado la última votación al gobierno. Una especie de Homer Simpson pulsando el botón erróneo de la central nuclear mientras ve la tele repantigado, y se pringa con el ketchup de la hamburguesa.

Apellidarte Casero y equivocarte en el voto desde casa es el colmo. ¡Otro del PP con máster y con el nivel intelectual de una lata de atún! Alega que está enfermo, vota telemáticamente, mete la pata y, en un inesperado giro de guion, sale corriendo para hacerlo presencialmente. Para una cosa que tiene que hacer, va, y la caga. (Claro, es que estaba con gastroenteritis).

Mano derecha de Teodoro García Egea, en los memes, el diputado es dibujado como un agente infiltrado, posando entre líderes soviéticos. El camarada Casero aparece ataviado con uniforme castrense y boina del Ché Guevara. ¡Menuda tropa tiene Casado!

El PP tilda la votación de fraude, pero a mí me parece que fraude es un tío que cobra 70.000 euros al año, y no sabe qué botón pulsar entre dos disponibles. (Qué pobre, no le habían puesto un sobre al lado de la tecla a tocar). Un tonto a las tres que, encima debe reconfirmar su voto, y es tan inútil que la vuelve a pifiar. Porque lo que realmente es un pucherazo y una trampa es cambiar a última hora el sentido del voto, como hicieron los de UPN, en un chapucero Tamayazo en versión lanzaaceitunas.

El ‘pintxo pote’ de Boris

Boris es el niño travieso del patio de colegio ascendido a Premier. La revelación de las fiestas que se celebraban en Downing Street, pese a las restricciones sanitarias, nos ha hecho entender el por qué de su pelo escoba, de esa masa revuelta rubio platino, fruto de días y días de desenfreno. Hasta ocho celebraciones llegó a organizar Boris el juergas que son objeto de investigación. ¡Pero ojo que una fiesta inglesa sin balconing no es fiesta!

La primera fue en mayo de 2020 pero el clon deforme de Trump argumenta que pensó que era un “evento de trabajo” y “técnicamente dentro de las reglas”. Luego, en junio, celebró su cumple con 30 personas pese a la prohibición de reuniones. El pintxo pote de los viernes en época de restricciones en Downing Street era un desfase. Sumaos a partir de las seis de la tarde, y traed vuestro propio alcohol, decían los emails.

Es una pena que el partygate se cargue a la ambición rubia. Tenemos que apoyar a Boris Johnson, es el mejor primer ministro que jamás tendrá UK y si no lo quieren, lo llevamos de alcalde a Magaluf, que para organizar botellones es el número uno. Un día de estos saldrá una foto suya de juerga con una polla en la frente en el confinamiento, o perreando con alguna chica de la limpieza mientras estaba aislado con covid. Por favor, Boris no dimitas. Así la señora Ayuso puede creerse Margaret Thatcher y Casado puede pensar que está a la altura de Churchill.