Faemino y Casado

Estábamos todos preocupados por Ucrania y resulta que la guerra estalló en Génova. Ayuso y Casado se han hecho el harakiri político. Y en medio Teodoro aceitunas. Egea, para los amigos. La pugna por el control del PP de Madrid ha escalado a guerra civil en el partido. Y todo porque dicen que el hermano de la lideresa se ha llevado una mordida de 280.000 euros, chanchulleando con mascarillas mientras todos los días se morían casi mil españoles en las UCI.

En los SoPPrano madrileños regía la omertá y todos callaban hasta que se desató la guerra entre bandas. ¡Riéte tú de las bandas latinas! Han funcionado como la mafia genovesa. Todos lo sabían, pero cada parte ha considerado que no era el momento de cargarse al otro, momento que ha llegado tras el batacazo de las elecciones de Castilla yLeón. “Van a por lo más importante para una persona, su familia”, dijo el jueves Ayuso. Ni Don Vito Corleone lo hubiera dicho mejor.

Esto cada día es más «House of Cards» en versión pandereta. Porque García-Egea y Pablo Casado encargaron al lince de Ángel Carromero un espionaje chusco al estilo Pepe Gotera y Otilio. Y lo siguiente era destrozar 300 veces algún disco duro. El problema de estos personajetes es que todavía no se han dado cuenta de que están enfrentándose a un gigante político, que no va a dejar de ellos ni las raspas. Joé Santi, qué suerte. ¡Qué fácil te lo están poniendo!

Rivera, Abascal y Cantó, socios fundadores de Trivago

Albert Rivera es ese currela al que han echado de su trabajo por vago. Se cargó Ciudadanos y si no le paran los pies, se carga el bufete de abogados. Pero ¡agárrense los machos! El parado Rivera ha reclamado que le abonen su sueldo hasta 2025, cuando finalizaba su contrato. Evidentemente, mil veces más de lo que él defendía en su programa electoral; un máximo de 20 días por año trabajado.

Estos del neoliberalismo españolista son fieles al dicho de «Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago». La gran esperanza blanca del constitucionalismo catalán es, literalmente, un gandul. Los dueños del despacho hablan de su “nula implicación”. También de radicales incumplimientos que no solo alcanzan a los resultados, sino a la propia actividad (o mejor, inactividad) e incluso falta de presencia. Lógico, el señor Rivera pensaba que el trabajo era para otros, él bastante tenía con sujetar el cazo.

Acostumbrado a calentar el asiento, no había forma de que doblase el lomo y pretendía seguir gorroneando. Otro como Abascal. ¡Vaya atajo de vividores! Y si le añadimos a Toni Cantó, la empresa podría llamarse… Trivago. Porque este se pensaba que trabajar era como ser líder de Cs, holgazanear y ganar pasta sin dar un palo al agua. Ahora, a ver qué chiringuito monta para trincar alguna mamandurria. Se me ocurre una idea. Oye Rivera, vete al PP que con saber votar sí, no, o abstención ya les vale.

Tamayazo en versión lanzaaceitunas

Ni Berlanga ni Mr. Bean en el Congreso. Era Alberto Casero, el héroe popular que ha salvado la última votación al gobierno. Una especie de Homer Simpson pulsando el botón erróneo de la central nuclear mientras ve la tele repantigado, y se pringa con el ketchup de la hamburguesa.

Apellidarte Casero y equivocarte en el voto desde casa es el colmo. ¡Otro del PP con máster y con el nivel intelectual de una lata de atún! Alega que está enfermo, vota telemáticamente, mete la pata y, en un inesperado giro de guion, sale corriendo para hacerlo presencialmente. Para una cosa que tiene que hacer, va, y la caga. (Claro, es que estaba con gastroenteritis).

Mano derecha de Teodoro García Egea, en los memes, el diputado es dibujado como un agente infiltrado, posando entre líderes soviéticos. El camarada Casero aparece ataviado con uniforme castrense y boina del Ché Guevara. ¡Menuda tropa tiene Casado!

El PP tilda la votación de fraude, pero a mí me parece que fraude es un tío que cobra 70.000 euros al año, y no sabe qué botón pulsar entre dos disponibles. (Qué pobre, no le habían puesto un sobre al lado de la tecla a tocar). Un tonto a las tres que, encima debe reconfirmar su voto, y es tan inútil que la vuelve a pifiar. Porque lo que realmente es un pucherazo y una trampa es cambiar a última hora el sentido del voto, como hicieron los de UPN, en un chapucero Tamayazo en versión lanzaaceitunas.

El ‘pintxo pote’ de Boris

Boris es el niño travieso del patio de colegio ascendido a Premier. La revelación de las fiestas que se celebraban en Downing Street, pese a las restricciones sanitarias, nos ha hecho entender el por qué de su pelo escoba, de esa masa revuelta rubio platino, fruto de días y días de desenfreno. Hasta ocho celebraciones llegó a organizar Boris el juergas que son objeto de investigación. ¡Pero ojo que una fiesta inglesa sin balconing no es fiesta!

La primera fue en mayo de 2020 pero el clon deforme de Trump argumenta que pensó que era un “evento de trabajo” y “técnicamente dentro de las reglas”. Luego, en junio, celebró su cumple con 30 personas pese a la prohibición de reuniones. El pintxo pote de los viernes en época de restricciones en Downing Street era un desfase. Sumaos a partir de las seis de la tarde, y traed vuestro propio alcohol, decían los emails.

Es una pena que el partygate se cargue a la ambición rubia. Tenemos que apoyar a Boris Johnson, es el mejor primer ministro que jamás tendrá UK y si no lo quieren, lo llevamos de alcalde a Magaluf, que para organizar botellones es el número uno. Un día de estos saldrá una foto suya de juerga con una polla en la frente en el confinamiento, o perreando con alguna chica de la limpieza mientras estaba aislado con covid. Por favor, Boris no dimitas. Así la señora Ayuso puede creerse Margaret Thatcher y Casado puede pensar que está a la altura de Churchill.

Juan Carlos I, carne de ‘Sálvame’

El ‘Sálvame’ de los juzgados lo protagonizó el otro día el excomisario Villarejo declarando que al rey Juan Carlos le inyectaron hormonas femeninas y bloqueadores de testosterona para mitigar su fogosidad. Al estilo de una docuserie, tipo Rociíto, sus señorías asistieron al relato de cómo supuestamente el CNI intervino para paliar el irrefrenable deseo sexual del emérito. Las noticias sobre la legendaria líbido del rey hormonado no son nuevas.

El furor genital del monarca ha sido siempre vox populi. Escarceos con una exvedette metida a exdomadora, con aristócratas catalanas de pedigrí, pasando por recauchutadas princesas alemanas a la que regalaba 65 millones de euros. Poliamor en la Casa Real. Otro folletín. En un explosivo libro titulado Juan Carlos: el rey de las 5.000 amantes, Martínez Inglés calificó al Borbón como un adicto al sexo con cientos de relaciones. Y según Villarejo, se consideraba un problema de Estado que fuera tan ardiente.

No es que haya que dar pábulo a los comentarios sobre las cualidades de semental del susodicho que, todo hay que decirlo, no ha llenado Europa de bastardos porque ya se había inventado la píldora. Queda probado que donde no llegaba su vigor, llegaba la Viagra y el tío no se privaba de nada para darse un festin con el sexo opuesto. Ahora entiendo lo de sus mensajes de Navidad. Estaba puesto de hormonas hasta la corona ¿o era hasta la corinna?