Que yo recuerde desde que aparecieron los primeros sms, las férreas reglas de la Lingüística se fueron al carajo/caraja. A la gente le dejó de importar aquello de la b y la v, si aparecían palabras o palabros con la h o sin ella, los acentos pasaron a mejor vida y las j y la g se exiliaron. Ahora, si las pretensiones de algunas jóvenas portavozas que se ponen el mundo por montera o montero, llegan a buen puerto o puerta, tampoco importará que se desbarre todavía más con la lengua ¿o será lenguo?, que se sea iletrado o iletrada, o un ignorante/ignoranta de tomo y loma. ¡Menos mal que para el término imbécil no hay sexismo que valga!
Pues bien, camaradas y camarados, bienvenidos y bienvenidas todos y todas al caos lingüístico total, militantes y militantas, profesionales y profesionalas, votantes y votantas, vascos y vascas. Si desde este momento se puede hablar como se quiera, dinamitar los conceptos gramaticales y pegar hostias al diccionario para parecer que se hace la revolución, a mí no me miren si se monta un pollo o una polla. Sepan que los problemas y problemos de la igualdad tienen soluciones y solucionas que no pasan por ver quién tiene el miembro o la miembra más grande. No sé si todo esto/esta me da más pena o pene. Quisiera acabar dando ánimos y ánimas para ver cómo se arregla este desaguisado/desaguisada. Suerte y al toro… o a la vaca. Ustedes mismos/mismas.