¿Y ésto quién lo paga?

Cecilio

Después de doce días herido en una sima peruana, equipos de rescate han sacado al espeleólogo Cecilio López-Tercero de la cueva Intimachay, donde quedó atrapado el pasado 18 de septiembre en una zona selvática al norte de Perú. Yo andaba por allí esos días y los periódicos daban páginas y páginas de la movilización con cientos de personas al rescate. Aquí la ayuda no ha trascendido y el debate ha sido, lógicamente, la factura. Se ha centrado en que el gobierno se deja una pasta en repatriar ancianos sacerdotes con ébola en aviones medicalizados y no mueve ni un hilo para casos donde 60 voluntarios han tenido que hacer colecta para ayudar y poder viajar en clase turista. La clásica demagogia de barra de bar.

Obviamente no es lo mismo repatriar a un sacerdote que contrae una enfermedad que costear los gastos para rescatar a una persona que estaba realizando conscientemente una actividad de muy alto riesgo. Aunque no me negarán que ejercer de médico en el Tercer Mundo, bajo una epidemia para la que no existe vacuna, y con unas instalaciones paupérrimas, algo de riesgo sí que tiene. Por un lado reivindicamos hacer lo que nos apetezca, bajo nuestra responsabilidad. Pero en cuanto algo se tuerce un poco, que alguien me ayude, cueste lo que cueste. Hay dos formas de concebir una sociedad, una basada en la cooperación y la empatía y otra esa de «solidaridad sí pero no con mi dinero». Ustedes eligen.

 

Niñas en territorio comanche

La llaman oficialmente «operación Candy», pero en la calle se le conoce como operación HP. Todo empezó en abril cuando una niña de nueve años fue raptada en un parque de Ciudad Lineal, en Madrid. La pequeña apareció a las pocas horas con síntomas de haber sido drogada y quién sabe qué mas. A partir de ahí, secuestros en serie de chiquillas de todas las razas y edades, y teorías conspiranoides. Porque a los psicópatas, aunque sean de medio pelo, siempre les salen imitadores. Es el efecto contagio.

Cinco meses de pesquisas y nada… La caza de las bestias no es tarea para Agatha Christie. Los criminales salidos de episodios de Mentes Criminales no tienen buen seguimiento. El comienzo de curso tampoco ayuda con miles de niñas en territorio comanche. La delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, en plan peliculero, ha declarado al raptor, “enemigo público nº 1”. Solo le ha faltado decir; “póngame con el presidente”. Ya sé que no es fácil detener a los monstruos, pero como la señora ésta no puede soltar a los antidisturbios para que apaleen al personal, no sabe qué hacer.

Esto es lo que pasa cuando se deja de realizar actividades de protección y vigilancia y se dedican todos los esfuerzos a proteger a los corruptos y a intimidar a la gente disolviendo manifestaciones a palos. Que pida ayuda a la virgen, que de tan buena que es resolviendo crímenes hasta está condecorada.

Ocho cuernos vascos

La encuesta acaba de confirmar lo que ya aprendimos con «Ocho apellidos vascos». Porque según los jóvenes, el índice de infidelidad en Euskadi es el más bajo de España, con solo un 14,3% de la chavalería que afirma haber sido infiel frente al 21% largo de los del sur. De nuevo, otra vez el mito del sexo andaluz vs. sexo vasco. Ya se sabe, mucho lirili y poco lerele. Una cosa no se les puede negar; los vascos son desde luego los más sinceros de España. Son los únicos que han entendido que eso de ser infiel no se refiere a tomar un zurito en un bar fuera de la ruta de la cuadrilla. En el extremo opuesto, se encuentra Nafarroa, en donde el 34% reconoce haber engañado a sus parejas. O sea que son de los que se comen una y cuentan cien.

Si miramos el resto de dígitos del estudio de la marca de preservativos Control, los chavalotes del norte confiesan que mantienen una media de 74 relaciones sexuales al año. Un gran mérito porque como es sabido, por la peli, “dormir con una vasca es como tirarte tres veces a una de Málaga”. En el infierno sexual de Mordor se repiten esquemas como que el sexo oral es la práctica más común y la fantasía más deseada es el trío, elegida por tres de cada diez. A la encuesta le sobran tópicos y le faltan datos. Por ejemplo el de que casi todos los ciudadanos somos diariamente infieles porque estamos acostumbrados a que ladrones y corruptos nos hagan algún griego.

La casta del ADSL

No pagan ni el móvil y luego, se ofenden cuando les llaman casta. El Congreso se va a gastar más de millón y medio de euros en telefonía, en un contrato que incluye la renovación de los móviles que utilizan sus señorías, así como las líneas de ADSL de las que disponen en sus domicilios. Con 350, sale casi a 4.000 euros por diputado. Claro, como son mileuristas hay que pagar a escote sus smartphones e internet. Aunque bien mirado, si les pagamos la conexión en sus casas deberíamos poder contactar con ellos cualquier día a cualquier hora.  Y si no, que curren en el despacho.

Supongo que la nueva tecnología es para que puedan bajarse juegos y películas con más facilidad y pasar los viejos equipos a la familia. Parece que los aparatos que tienen ya no les valen para seguir jugando al ‘Candy Crush’ ni a ‘Apalabrados’ en el escaño. A este paso acabaremos pagándoles las bragas y los gayumbos. Para algo son los mismos listos a los que inexplicablemente se les pierden los Ipad que les entregan y reclaman otro nuevo según se acerca el fin de la legislatura… ¡Hala!, móviles nuevos para todos, que paga Hacienda. Incluso para esos que no han hecho ni una sola pregunta y que no pasarán de sacar cuatro fotos para recordar que alguna vez estuvieron en el Congreso dormitando. Y hasta para aquellos que escriben whassaps tipo: “Sé fuerte, Luis”. ¿En el tráfico de datos va incluido el tráfico de influencias?

Mear fuera del tiesto

Andan por ahí unos pobres picoletos denunciando que no pueden ni mear. Los agentes de una oficina de atención al ciudadano de Araba se quejan de que deben orinar en botellas y garrafas ante la prohibición de subir al baño porque no pueden cerrar la puerta e ir a otra planta a evacuar. No son los primeros en mear fuera del tiesto. Los trabajadores de la empresa WaterSaver Faucet, con sede en Chicago, tampoco pueden colgar el cartel de Vuelvo en diez minutos. En la empresa yankee optimizan a tope los recursos y tienen hojas de cálculo sobre cuánto tiempo emplea cada uno en limpiar sus cañerías. El celo llega hasta el punto de que han instalado tarjetas magnéticas en los baños.

Lo paradójico es que se trata de una empresa de grifos y válvulas que se ha empeñado en cortar la llave de paso de sus empleados y atascarles las tuberías. Esta firma estadounidense castiga con medidas disciplinarias a aquellos que dediquen más de seis minutos al día a que funcionen bombas y compresores sin diferenciar consistencias (sólido/líquido). Como incentivo a los trabajadores, el fontanero jefe, un tal Steve Kersten, premia con una tarjeta de regalo de veinte dólares al mes a aquellos que se abstengan de usar el inodoro durante el tiempo que no sea de descanso. No tardarán en pedirles que usen un pañal desechable. O les instalarán un sifón y un desagüe hasta el wáter que, como son fabricantes, les sale más barato. Que aprendan los alaveses.