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La enseñanza ya no puede salvar los muebles. En el Instituto Lluis Vives de Valencia no tienen ni para calefacción, en Santa Illa School les embargan los pupitres y secuestran las tizas y en Catalunya, los colegios regatean con el papel higiénico. El último capítulo del esperpento nacional se produjo el jueves en Chamartín donde embargaron los muebles de un colegio privado mientras los alumnos daban clase. Entraron y se llevaron mesas, sillas, pizarras, potros de gimnasia y la centralita del teléfono por acumular una deuda de un millón de euros con la Seguridad Social.
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El discurso del lehendakari
Como en El discurso del rey, El discurso del lehendakari…. en euskera narra una historia de superación. En marzo de 2009, un titular contaba que Patxi López intensificaba el aprendizaje de euskera ante la opción de ser lehendakari. Pero el liderazgo de la palabra le ha abandonado, y tres años después balbucea al leer unos cuantos párrafos.
La historia habla de cómo el poder político no siempre está asociado al verbo fácil. Ya se lo dijo Antonio Basagoiti, que en la sesión de control al Gobierno el pasado día diez había preguntado en euskera: «Le contesto en castellano porque en euskera no me entiende». Con semejante base dramática, la trama exigía poderío económico. Por eso, las clases de euskera del lehendakari nos costarán este año 48.231 euros y ya nos han supuesto más de 125.000.
La peli de López también tiene un secundario de lujo, ese profesor particular que se traslada de Bilbao a Ajuria-Enea y se acomoda a su agenda. Un profesor, como el foniatra australiano, que se convierte en un coaching de mintza-praktika que no puede ser sustituido por uno de Gasteiz. El discurso del lehendakari… en euskera pone al descubierto la magnitud del desafío, aunque hubiera salido más barato que el protagonista terminase Ingeniería. Un prota que finge sangre azul y por eso recibe clases particulares a precio de oro a cambio de rascar en bolsillos ajenos. Y como gran película que define a una gran nación, el guionista concluye que, con el pastón que se gasta en profes, tiene el voto asegurado de… sus irakasles.
Este sí es país para viejos
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Dicen los suecos, haciéndose los ídem, que actualmente la vida laboral de cualquier trabajador puede extenderse perfectamente hasta los 75 años. El primer ministro de Suecia, el conservador Fredrik Reinfeldt, ha propuesto una pseudo reforma laboral que parece inspirada en la peli de Benjamin Button, ésa en la que naces viejo y mueres siendo un bebé. Ya estoy viendo las calles sembradas de negocios; sugerentes neones bajo el nombre Supermercado, aitite; Reformas, Decrépito & cía; Restaurante, Los carcamales, Librería, Matusalén o Cibercafé, Los vejestorios. En las oficinas, botellas de oxígeno junto a las Coca Colas y expendedoras de Sintrón en lugar de máquinas de café.
- Para rematar, la Oficina alemana de Estadística, Destatis, nos dice que en España se dedican 34,3 años de media de vida al trabajo, alrededor del 42,4% de nuestra existencia. Todo cuadra. Con el paro juvenil por las nubes, si se empieza a dar el callo a los cuarenta es normal que se alcancen los 75. ¡Este Fredrik Reinfeldt es un lince!
- Pero, ojo al dato, si pasamos 34 de unos 80 años de esperanza de vida trabajando –algunos, por desgracia, están obligados a dedicar el mismo tiempo a buscar curro–, otros 26 años durmiendo y cerca de diez afanados en otras obligaciones… ya nos hemos cargado setenta años. Inevitable lo de Carpe Diem. A disfrutar, que la vida se nos escapa de las manos. Porque a la media nos quedan solo diez de golferío y, para colmo, algunos ya los hemos gastado.
Pasar por caja
El gobierno de Rajoy se ha puesto a privatizar y ha privatizado hasta el amor con la nueva iniciativa de permitir bodas y divorcios de mutuo acuerdo ante notario. Ahora que ya no tienen hipotecas que firmar, ha decidido dar más atribuciones (económicas) a notarios y registradores para que hagan un negocio redondo.
Pasar por caja para arrejuntarse y desarrejuntarse; ya han creado un nuevo nicho de empleo. Nada romántico, pero tal vez efectivo para desatascar juzgados. De un plumazo, el nuevo ministro de Justicia ha convertido a los notarios en casamenteros homologados, aunque no ha aclarado si es necesario que se vistan de Elvis.
El gremio estará haciendo la ola a la tropa de la gaviota, agradecido de que a Ruiz Gallardón no se le haya ocurrido organizar bodas y divorcios por videoconferencia. Una celebración (cualquiera de las dos lo es) que grabas en tu casa o en el bar de la esquina y la cuelgas en Youtube o en Facebook para que la red social actúe como fedatario del enlace.
No es ninguna novedad que los notarios te puedan llevar al altar. Ya lo hacían los bancos que unían a los contrayentes mediante el sagrado sacramento de la hipoteca. Pero metidos en rituales, hay quienes optan por viajar a Las Vegas y casarse delante de un yankie travestido de Rouco Varela. O los que prefieren contraer nupcias por el rito zulú, inmortalizados de Orzowei. Personalmente prefiero el rito balinés que, por muy poco dinero, te pone hasta el marido si no lo llevas puesto.
Detrás de las líneas enemigas