
La llegada de Paris Hilton a Bilbao nos ha vuelto un poco más pueblerinos y bastante más papanatas. A mí me la trae al pairo que venga Hilton, que se quede sin bragas como en aquel exclusivo local de Los Ángeles con Cristiano Ronaldo, que traiga a su cerdita de mascota (si eres pija y rica es lo que toca), pero hay que ser bastante tontainas para darle tanto bombo, ir al hotel y pegar la nariz a unos cristales tintados, esperando el autógrafo de una celebrity analfabeta.
Con sus aires de vip, alojada en la suite imperial del Carlton, mejor que hubiera ido a San Mamés, que con lo petarda que es, igual nos montaba unos fuegos artificiales. Hay que ver lo que podemos hacer la pelota a una rica heredera que no sabe cantar, que ha tratado de actuar y le dieron el título de la peor actriz, que no escribe, (también lo intentó con su biografía), y que no defiende ninguna causa, porque solamente se exhibe. En ninguna ocupación ha encontrado su sitio, aunque sigue acaparando portadas por sus escándalos, sus desnudos, sus detenciones, sus consumos de drogas y sus decenas de novios.
No en vano cumple a rajatabla todos los requisitos para ser una pija; salir con otros de su estirpe, estrellar un coche caro, que la policía te pille conduciendo bajo los efectos del alcohol u otras sustancias, ir a una clínica carísima de rehabilitación y tener ficha policial. Y lo más importante, no trabajar o que los demás lo hagan para ti. No sé porqué me da que venir a Bilbao no está en ese listado.



