La ladrona de Ubrique

El trío La-la-la

El pasado miércoles caía un campanario en Lorca y el jueves se derrumbaba otro en un juicio en Cádiz. Soy consciente de que en pleno caos sísmico y electoral, hablar del juicio a la mujer de Jesulín por intentar comprar una pensión para su madre estafando a la Seguridad Social, es friki. Pero Marijose, la ladrona de Ubrique, tiene mucho tirón y además, la cabra siempre tira al monte.

Porque el juicio goza de todos los componentes de un culebrón: Mafiosos de poca monta como un empresario apodado El Turronero, un ex policía con un Porsche llamado Carretero y un inspector médico de apellido Casto, que diseñan un gran timo en la mansión de Ambiciones. El reparto se completa con señoras de mediana edad que gritan e insultan a la Campanario como si fuesen el Anticristo. En el proceso, la prota femenina se desmorona y echa a llorar como una macarena, asegurando que se ha sentido “estafada, humillada, juzgada y condenada” y que estos han sido “los cinco años más duros” de su vida. ¡Va a resultar que la Campa pagó 18.000 euros al golfo que conseguía incapacidades fraudulentas creyendo que era una ONG que se dedicaba a atender a incapacitados!

Cuando trapicheaba se creía muy lista, pero cuando le pillan, se hace la tonta. El problema es que se ha creado un doble bando y si se criticas a la presunta, es que estás a favor de la cateta de la Esteban. No sé que es peor si ser una belenista descerebrada o una choriza redomada.

Un trilero llamado Zapatero

¿Dónde está la pelotita?

Zapatero acostumbra a entretenernos con juegos de trilero. Una de sus últimas escaramuzas con la bolita ha sido la del orden de los apellidos. Él apostaba al primer cubilete, o sea al alfabeto; una apuesta que acababa para siempre con los Urkullus, las Zenarruzabeitias… y ampliaba el universo de los Aznares y los Basagoitis. Pero el Congreso ha decidido que sea el funcionario de turno el que decida en caso de conflicto. Si el lío sigue enredándose, ahí va una propuesta: Lo mejor sería tirar un dado. Del 1 al 2, el apellido del padre, del 3 al 4 el de la madre, y del 5 al 6, el funcionario se inventa uno. Como no hay paro, ni déficit, ni crisis, ni nada de nada… hay que dedicarse a meter mano en el registro civil.

Otra idea: Se colocan en círculo todos los familiares y amigos de los padres de la criatura. Se hace girar una botella y el apellido de aquel al que la boca de la botella señale, será el primero y el segundo en el que pare, irá a continuación. Nada, se ve que no hay otra cosa más urgente sobre la que legislar. También se puede nombrar a un pulpo mediador, tipo Paul, y que él decida.

Para algunos, la solución más justa es que la controversia familiar se solvente con un sorteo o cualquier otro método aleatorio, como se hace en Alemania donde se dilucida el conflicto a cara o cruz. Otros incluso proponen que el programa informático del registro tenga un dispositivo que elija uno de los dos apellidos, al estilo de las máquinas de bonoloto. Definitivamente, que contraten a unos niños de San Ildefonso y tema resuelto.

La jaca del jeque

Hay comparaciones que son odiosas

No ha podido ser una buena semana para Letizia Ortiz. Acostumbrada a ser el centro de atención, a que hablen de sus peep toes y sus estilismos de astilla, a ninguna mujer le sienta bien la invisibilidad. Kate Middleton le ha comido la tostada con su superproducción con miles de extras. Pero ha sido la jequesa, como se le conoce popularmente, o la jaca del jeque, si acudimos a un castellano más recio, la que le ha dado el golpe de gracia.

Despampanante, tipo Sofia Loren, llegó a Madrid Mozah Bint Nasser. Con sus siete hijos, sus cuatro doctorados honoris causa, un porte fabricado a base de lipoesculturas y sus sempiternos gorros de baño, también llamados turbantes, eclipsó a la que se creía fetiche del universo fashionista. Glamour puro años 50, frente a una princesa de pueblo que compra vestidos en Mango. La árabe, digna heredera de Hollywood con vestidos de cintura de avispa rollo Therry Mugler, espectacular; y la asturiana, aprendiz de madrastra de Blancanieves, con vestidito floreado y rebeca de manga tres cuartos, vulgar.

Frente a la hipnótica presencia de la jequesa, el esqueleto de Leti, todo quijada, pura rinoplastia, con esos hombrillos marcando huesos. El estilismo de la royal local es laureado y glorificado en casa, pero cuando llega una señora en mayúsculas, con un notorio planchado facial y bien disfrazada de Chanel o de Dior, se comprueba cómo Letizia decae, víctima del síndrome de la princesa menguante.

Chuminadas posmodernas

Dientes de perro, prímulas salvajes, raíces y chuminadas posmodernas. Esa es la especialidad de René Redezpi, chef número uno del mundo, que acaba de repetir esta semana en su primer puesto. Un tipo que guisa con brotes de abeto de Flandes y semillas de Copenhague no puede ser trigo limpio, aunque sea un experto en cereales. La cocina se ha convertido en una nueva religión llena de liturgias chorras e ingredientes imposibles. Porque, como es bien sabido, cualquier etxekoandre guarda un tupper de hierbajos en la nevera, entre el limón pocho y el yogur caducado.

Impera la cocina molecular, esos menús de espumas, geles y soufflés, que parecen para desdentados. Los restaurantes son ahora centros de peregrinación, los fogones, templos culinarios y los cocineros, dioses. Y los que vamos, paganos. Describen a la alta cocina como científica y los chefs posan en las revistas con pinta de neurocirujanos. Otras veces la tachan de intelectual y los restauradores se disfrazan de filósofos en los periódicos y te describen unos platos que tardas más en leerlos que en comerlos. René prepara cosas como bocaditos de piel de gallina en pan de semillas con queso ahumado y huevas de lumpo, y macetas cuajadas de rábanos frescos plantados en tierra comestible. Demasiado minimalismo exquisito en el plato, que no se refleja en la cuenta. A ver si aprendo algo y me preparo una cena snob: bocadillo de autor y tortilla deconstruida con patatas de sobre. ¡De rechupete!

Mamoneos

 

Una candidata que da el do de pecho

«¡Ya está bien de tanto mamoneo!», debió pensar la candidata del Partido Democrático de Ciutadella (PDC), Soledad Sánchez Mohamed, cuando le ordenaron retirar su cartel. Sí, ese en el que se mostraba enseñando los pechos y usándolos como argumentos para pedir el voto. Una auténtica pena. Allí se veía que iba a dar la talla en la alcaldía.

La discusión no tardó en llegar ¿Quirófano, photoshop? No importa. Cualquier recurso es bueno para ir del dicho al pecho. Algunos echaron de menos que enseñara un tercer argumento… pero bueno cada uno enseña lo que le da la gana. Las tetas de Sole saltaron a los medios como un resorte y en la Red aparecieron otras fotos muy calientes de una candidata sin complejos. ¡Seguro que los que tachan el cartel de sexista hacen las cosas con dos cojones!

Tampoco deben haberse fijado en soberanistas como la pornostar María Lapiedra, que el miércoles se desnudó a la entrada del Parlamento de Catalunya coincidiendo con el debate de una declaración de independencia. O en Joan Laporta, candidato por Solidaritat Catalana, quien fichó a una exactriz porno para hacer un vídeo musical en el que salía retozando en biquini con una bandera catalana por las calles de Madrid. Aquí todavía nos quedan toneladas de marketing por aprender. Porque si Jone Goirizelaia se despelotase delante del Guggenheim y Tasio Erkizia menease la katxaba frente al Bellas Artes, la izquierda abertzale tendría mucha más repercusión.