No es una carnicería pero casi. En el Universo Mediaset se trituran vísceras, se subastan higadillos y se destrozan almas. Porque todo tiene un precio y es negociable. Cogen a un Don Nadie, dispuesto a vender cualquier órgano, y ellos, le pueden rebanar el corazón en finas lonchas o destriparle, lo que sea más rentable, hasta subirle a la fama.
Personajes frikis que nacen, crecen y mueren en Telecinco. Por eso se permiten hacer autopsias sobre la marcha y, lo mismo, contratan a un chamán para limpiarle el aura, que a un tanatopractor para embalsamar el cadáver.
Ahora es Rocío Carrasco la que vende su alma al diablo por entregas. La prensa caníbal devora sus malos tratos, su intento de suicidio, la pelea con su hija con agresión incluida. La cadena amiga despide al supuesto maltratador para luego pagar un riñón por ver a su mujer comercializando con la babilla del abusador en una isla.
Pero también están los Paquirrines que liquidan a su madre por un puñado de dólares, y los dos bandos del clan Pantoja deshuesando miserias. Vemos a los tentadores de «La isla de las tentaciones», despachando sexo blando, y a tronistas musculados, depilados y con tupés que claman al cielo, enseñando carne en el mostrador. Telecinco exprime a sus celebrities de cartón piedra y los deja sequitos como momias. Ahora le toca el turno a «Supervivientes». La rueda Mediaset sigue girando y, en Euskadi, hay muchos hámsteres.