A corazón abierto

La responsabilidad social corporativa es la contribución que las empresas aportan a causas solidarias por medio de donaciones y cooperación. Hace mucho bien y desgrava. Está más cerca de la filantropía anglosajona que de la caridad cristiana y se inserta en el marketing para que tenga un efecto reputacional. Para la radiotelevisión vasca la RSC es esencial a través de colaboraciones públicas que enmarca bajo el lema “EITB eskutik”. Lo más significativa es EITB Maratoia, que se celebra desde hace 25 años en la cercanía de las navidades. Este año el motivo han sido las enfermedades cardiovasculares, tras el cáncer, principal causa de muerte en nuestro país.

“Escucha tu corazón”, decía la promo de EITB. Y efectivamente, Euskadi ha escuchado y alcanza una recaudación cercana al millón de euros; pero lo importante no es el dinero. Lo que de verdad cuenta es la conciencia creada en torno al cuidado del corazón mediante hábitos de vida saludable, una dieta equilibrada, sin tabaco y poco alcohol, control de la hipertensión e identificación de los síntomas. Superviviente de un infarto y con un stent en la arteria, valoro el esfuerzo de crear una conciencia de corazón y que las instituciones promuevan la investigación en busca de alternativas reparadoras.

El jueves, cumbre de EITB Maratoia, fue una gran fiesta. Alguna vez estuve en el call center al que la gente llama para hacer sus donaciones. Conmueve escuchar cómo cientos de mujeres y hombres ofrecen diez euros y se disculpan por no poder dar más. Y es emocionante cómo grupos, colegios e ikastolas, clubes, asociaciones y parlamentarios se convierten en un coro único (este año con la preciosa canción Euskutitza) haciendo honor a una sociedad digna, eso mismo que tendría que ser para todo, todos los días. 

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Diversión a garrotazos

La campeona del mundo de las disyuntivas es España, siendo la más dramática la que te obliga a escoger entre su furor patrio o sus odios, es decir, conmigo o contra mí. Machado y Goya retrataron el cainismo español y su profunda mezquindad y si vivieran hoy su poesía y su pintura serían más desgarradoras. Las dos Españas siguen, como hace siglos, a garrotazos y negándose, cuando lo más inteligente sería convivir con menos disyuntivas y más copulativas. Con Pablo Motos o con David Broncano, esta es la nueva frontera española.

Quien quiera humor irreverente, surrealista, un formato imprevisible, que opte por La Revuelta, en TVE. Y aquellos que aspiren a un espacio convencional y de fuerte contenido político, que pulsen el botón de Antena 3 y se diviertan con El Hormiguero. ¿Cuál es el problema? Que al que lleva reinando desde hace 19 años le ha sobrepasado un advenedizo y le cuesta aceptar su decadencia. ¿Hay un fondo ideológico en esta conflagración o solo es un áspero episodio de competencia? Rubén Amón, tertuliano con Motos y especie de Queipo de Llano resurrecto, ha declarado que la humorada de Broncano es “un plan siniestro de Pedro Sánchez contra el programa que más le molesta”. ¡Más leña al fuego! Y como si pretendiesen remarcar su antagonismo, Pablo viste camisa blanca y David chaqueta oscura. Cuanto más divos, más odiosos.Pero hay público para lo viejo y para lo nuevo, como lo hay para Iron Maiden y Los Panchos. O para ninguno. Lo inaceptable es que uno juegue sucio contra el otro mediante triquiñuelas mafiosas, lo que podría denunciarse ante la Comisión Nacional de la Competencia, si es que este organismo estatal fuera útil. Ni en el entretenimiento España es capaz de ser tolerante. Conmigo o contra mí, rojos o azules: poderosas disyuntivas.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Mazón, la desgracia de Valencia

Cuanto más cercana es una cadena de televisión, más confiable es para la sociedad cultural a la que sirve. Esta es la fuerza de los canales autonómicos y bien que lo sabemos aquí con ETB, a la vez afirmación y autodefensa. Solo hay que esperar un suceso crítico para constatar la eficacia social de un medio audiovisual propio. Ocurrió con la erupción del volcán en la isla de la Palma, donde el canal público RTVC se volcó con los canarios mañana, tarde y noche, haciendo exactamente lo que debían, servicio público e información rigurosa, en contraste con los corresponsales del oportunismo, llegados de Madrid para hacerse selfies sobre fondo de lava destructora y olvidarse después.

Ahora, con la catástrofe de Valencia, se repite la historia. Desde el primer instante la cadena autonómica À Punt se ha dejado el alma para ser los ojos, las lágrimas y el corazón de la Comunidad bajo la dirección de Alfred Costa, un profesional honesto. Y mientras sus pueblos perdían casi todo -vidas, hogares y trabajos- el presidente valenciano, un político disfuncional llamado Carlos Mazón, del PP, se daba la grande bouffe con la periodista Maribel Vilaplana en un restaurante para ofrecerle la dirección del canal público. Ante semejante desprecio, Costa ha presentado su dimisión y deja a Mazón con su indigestión de lodo.

La tele valenciana tiene su épica. Antes llamada Canal Nou, fue cerrada por un gobierno del PP en 2013 y hubo que esperar a 2018, con la Generalitat presidida por Ximo Puig, a que reabriera bajo la marca À Punt. En el momento en que más se necesitaba el reconocimiento a su titánica tarea informativa y emocional, el indigno Mazón vomitó sobre sus profesionales. Este hecho repugnante, quizás lo peor en la gestión de la dana, quedará en la memoria de la infamia.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Tengo mil anuncios para usted

Las personas que odian la publicidad -más por la cantidad de anuncios que por su calidad- no soportan la Navidad y su rechazo aumenta con la saturación comercial en redes sociales. A la vieja tristeza navideña motivada por la impostada e imperativa felicidad de lucecitas y regalos, se añade el sufrimiento del coñazo pascual y sus almibaradas cantinelas. Ni escondidos en un iglú de Groenlandia nos salvaríamos de su agobio. Pero como la publicidad crea economía al enlazar oferta y demanda, hay que convivir con ella. La campaña de la Lotería es un hito sociológico y, aunque se vende sola por el peso de la tradición, el organismo público la convierte en una operación de objetivos morales, presentándola como síntesis de la bondad humana y creadora de mágicos nexos de solidaridad. En el fondo, late un sentimiento de culpa por ser juego adictivo y puro afán material.

Este año se han pasado de frenada. El protagonista, Julián, es un viejo solitario de un pequeño pueblo gallego que declara ante las cámaras de televisión no tener con quién compartir su décimo, lo que desata una vorágine viral de amor fraterno. ¡Oh!, gente maravillosa, todos se ofrecen a apostar por él y paliar su soledad. Valiente chorrada para un país mezquino, una boba historia que hace trampa emocional al sueño de la utopía.

Los fatigados por la publi se deprimirán estos días con el black friday y enseguida llegará El Corte Inglés, que lo suele bordar. Suchard se ha ido muy lejos, hasta Marte. Campofrío confía en sorprender de nuevo y quizás Coca-Cola nos depare un gran spot, mientras ING, genial con su campaña “Mi vecino Jose”, buscará su sitio en el belén publicitario tras dar una patada en el culo al bulócrata Iker Jiménez. Nuestro Olentzero, previsible y discreto, no necesita tanto ruido.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

El nuevo black basque power

El movimiento black power alcanzó su esplendor en las Olimpiadas de México, en 1968, cuando los atletas Tommie Smith y John Carlos, subidos en el podio, levantaron el puño envuelto en guante negro al sonar el himno estadounidense. Fueron vilmente represaliados, pero su gesto fue una victoria moral contra el supremacismo blanco. La lucha continúa y su espíritu enlaza con el documental Los Williams, dirigido por el navarro Raúl de la Fuente, con Iñaki y Nico como protagonistas. Es la epopeya de unos padres que cruzaron África padeciendo mil adversidades hasta llegar a Euskadi. Y es una historia de meritocracia, pues el esfuerzo de ambos futbolistas del Athletic, que han sufrido actos racistas en estadios, va de la nada al triunfo. Y hoy son tendencia mundial.

Este el black basque power con el que se identifican miles de jóvenes emigrantes y simboliza la evolución de nuestro país. Es pura realidad. Su emisión en salas de cine coincide con el éxito en TVE de la serie Detective Touré, nueve meses después de su paso por la plataforma Primeran, de ETB. Es pura ficción, nacida de los libros de Jon Arretxe sobre las grotescas andanzas, entre lo cómico y el drama, de un migrante guineano en el barrio bilbaíno de San Francisco, exageradas en sus certezas, como el racismo, y falsedades, como que el Ayuntamiento no les recoge la basura o que subvenciona contratar a negros para un coro. Resulta chusco que se tome a la Casa de Misericordia como fachada y escudo de un lujoso hotel picadero.

Más allá de tópicos y burdos tiroteos, sus seis episodios muestran las oportunidades y las dificultades de la emigración para insertarse en nuestra sociedad. Es lo que constituye el black basque power, que no imaginamos hace unas décadas y que todavía a muchos les produce vértigo.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ