CUANTOS más miedos y ansiedades arrastra un partido ante el examen de las urnas, más erráticas son sus campañas. Una campaña es el reflejo del estado emocional de una candidatura y el síntoma perfecto de sus padecimientos y obsesiones. Da lástima ver a los políticos entregándose al sortilegio de los disfraces y ensimismándose en delirios con los que espantar sus fracasos y dejaciones. La última ocurrencia mágica ha sido el reemplazo del rojo habitual de los socialistas por el azul puro en los escenarios y mensajes visuales y audiovisuales del candidato Pérez Rubalcaba. No es que el PSOE crea que un simple cambio de color vaya a cosechar miles de votos. Cree, todavía peor, que con este gesto condicionará la percepción de los electores y que el retoque cromático ayudará a fijar una diferenciación respecto de los cinco años de demagogia manirrota y los tres de escapismo de la crisis del Gobierno Zapatero.
Por cierto, ya en 1982 el entonces aspirante Felipe González envolvió su imagen en un espiritual azul celeste con el ingenuo propósito de calmar las últimas dudas hacia el socialismo. Ni aquel cielo angelical alteró una tendencia electoral imparable por diversas causas, ni este azul de circunstancias va a amortiguar el estrépito de su derrota segura. ¿Cuál es el error actual de las campañas? Dar más valor al biselado de los dientes caninos de Rubalcaba (como los de Mitterrand en las presidenciales de 1981) o al teñido de la barba a Rajoy que a la autenticidad de lo político y la cercanía popular.
Reitero lo que he escrito en otras ocasiones: las campañas electorales están cautivas de la intermediación de los medios informativos. Es una canalización tiránica, propiciada por los partidos al abandonar la calle y haber roto las vías de diálogo directo. La ausencia de contacto cotidiano con las personas quieren remediarla en dos meses con la gestión de sus apariciones en prensa, todo para demorar ad calendas grecas la regeneración democrática. Así son hoy las campañas: comunicación indirecta y democracia diferida. También en los tres grandes temas de las próximas elecciones -el tiempo post-ETA, la respuesta a la indignación social y la competencia abertzale- se escamotearán a los ciudadanos su insustituible protagonismo y su palabra.
Cambio de discursos
Cambiar sobre la marcha los discursos, forzados por los acontecimientos, es lo que más disgusta a los partidos, que aman lo previsible. Sin embargo, la campaña del 20-N ya está condicionada por el anuncio del cese definitivo de ETA. Y aunque parezca que este suceso histórico vaya a perjudicar a unos y beneficiar a otros, en realidad favorecerá a todos de desigual manera, a excepción de Rosa Díez y su UPyD, a quien el seísmo del 20 de octubre le ha pillado abrazado a Pedrojota y su adictiva intransigencia.
La campaña va a ser una escenificación del reparto del botín de paz. La izquierda aber-tzale, contenida en Amaiur, pedirá al electorado una recompensa por su propiciación pacificadora. No se van a cortar en esta demanda de apoyo extra con el sutil objetivo de transformar en victoria aparente la derrota histórica de su viejo proyecto radical. Al PP, el cese de ETA no le va a quitar votos si Rajoy mantiene su actitud moderada, incluso ambigua, porque sus apoyos proceden de quienes piensan más en clave económica que en la cuestión terrorista, electoralmente amortizada. El PSOE va a requerir también su parte del pastel, personalizando en Rubalcaba el éxito de las arriesgadas apuestas de años anteriores. Entre el miedo a la derecha y el premio de consolación del final de ETA, los socialistas rescatarán votos de la abstención y el recelo, pero no los suficientes como para evitar su debacle. Y el PNV enfatizará su garantía para que los movimientos que se hayan de producir desde Madrid y en Euskadi se realicen con responsabilidad y sin riesgos, equilibrando las contradicciones del nuevo tiempo e impulsando alternativas viables para la convivencia.
Gestión de la indignación
Los partidos llegan a estos comicios desconcertados por la indignación ciudadana tras la quiebra financiera y los lujos de desgobierno que ahora pagan con la ruina, el desahucio y el desempleo millones de familias. Lo peor que pueden hacer los candidatos es evadirse de ese sentimiento o tratarlo de soslayo, como si fuera un fenómeno abstracto o no les incumbiera. Temo que la indignación vaya a ser sofocada por las superficialidades de siempre, los ritos repetidos una y otra vez en campaña, por el empalago complaciente de la imagen, las sonrisas de diseño y la ambición personal que prevalece sobre las súplicas de la ciudadanía.
La presunción de los estrategas para el 20-N es que la esperanza constituye el mejor placebo para aplacar la indignación. Porque siempre se hizo así. Y por eso van a lanzar a los partidos al ceremonial de la ilusión sin contenido y la creación de expectativas volátiles. La gente de Rajoy es la que más cree en que el mensaje conveniente es la esperanza descomprometida, en tanto que la ilusión de Rubalcaba es la épica de la resistencia ante la avalancha conservadora que viene. Ninguno de los dos demuestra valor para gestionar la indignación, que pide no una mera permuta de poder entre partidos, sino el poder real para las personas.
¿A más Amaiur menos PNV?
En Euskadi, donde la indignación tampoco será escuchada, los mensajes se moverán entre la esperanza y la confianza. No es lo mismo. La esperanza es lo que está por ver y la confianza es lo que ya está acreditado. La esperanza se regala, mientras que la confianza se consigue. La esperanza es seductora y la confianza es garantía. Amaiur difunde la esperanza de una izquierda abertzale recién llegada a la democracia, mientras que el PNV proyecta su confianza de muchos años en el desarrollo económico y cultural y las libertades de Euskadi.
Es falso que la disputa abertzale sea como un balancín, en el que si uno sube el otro baja. Esta es una simplificación elaborada por analistas mediáticos. En mi opinión, no está en juego la hegemonía abertzale, sino la consolidación del país en la élite del desarrollo. Una mayoría del electorado ve en el PNV no solo un partido cuya pasión es Euskadi, sino también un liderazgo que gestiona eficazmente y ofrece garantías de futuro y progreso, el punto de ponderación de nuestra pluralidad. Cuando la sociedad ha percibido la categoría equilibradora del PNV, le ha otorgado un plus de representación, al contrario de cuando ha constatado su vacilación o se han amenazado los contrapesos internos de la comunidad. Por eso, el 20-N vamos a ver a un PNV ganador, porque su liderazgo y su aval serán considerados más indispensables que nunca. La sensibilidad pública fijará sus prioridades y, positivamente, neutralizará los riesgos.
Los manipuladores de la opinión no ocultan su apetencia de que el conglomerado de Amaiur se imponga al PNV. Les tienen sin cuidado los destrozos que esto ocasionaría desde las tribunas del Estado. Saben que el constitucionalismo podrá imponerse más adelante a la incultura democrática de la izquierda abertzale, pero que nunca superarán al PNV en identificación socioemocional, responsabilidad política y administración del bienestar de Euskadi. Una eventual victoria de Amaiur sobre el PNV importa más al PSE y PP que sus respectivos resultados. Solo hay que constatar con qué frecuencia se refieren a este tema en sus mensajes. Una perversión más de esta campaña, tan insignificante como frívola.
Un articulo muy acertado, sobre los dias que s nos acercan , en la campaña electoral. No cabe ninguna duda que el marketing y la comunicacion son fundamentales para la imagen del candidato del partido politico. Vistiendo y rodeando al candidato del PP de aqazul quieren dar una imagen de bondad y ternura , para hacerle mas humano.. Y con eta imagen , quieren confundir al pueblo. Hay que tner mucho cuidado..nde porque dan una imagen que no se correspnde con elllos. Muy buen articulo
Con mucha pena digo que el PNV ha abandonado sus ideales y ha abrazado las poltronas para cargos y familiares ( o sea los famosos michelines) el PNV solo tiene de nacionalista las siglas y dentro de poco ni eso. Es una versión de UPN a la vascongada. No hacía falta que después de meses de verborrea rebelde dijeras lo de este artículo, El PNV si algo es es NO REBELDE. UN PARTIDO DE CORDERITOS. Pero le falta poco. En 10-20 años será como el partido carlista. Conozco la Admnistración y se lo que me digo.
Bien, Artxandape. Tu visión del PNV está saturada de desencanto; pero es un injusta. Nada de lo que ha logrado Euskadi hubiese sido posible sin los jeltzales, a pesar de sus errores y defectos. Y lo que es más importante: el futuro vasco refrendará el liderazgo del PNV frente a los riesgos e insuficiencias de la izquieda abertzale y del españolismo.
Lo del «desarrollo de la cultura y las libertades» por el PNV, tras décadas de violencia, represión, apaleamientos de manifestaciones, encarcelamiento de lanzadores de tartas en otros países, me ha llegado al alma.
Pues es así, aunque a tí, amigo Donatien, te parezca insuficiente. No todos tenemos los mismos ritmos de deseos y querencias. A mí el autogobierno vasco actual me parece muy insuficiente; pero a otros les parece demasiado. Como tenemos que convivir debemos encontrar mayorías que nos permitan avanzar sin marginar al resto. Pura democracia.