¿De cuántas historias ha disfrutado usted estos días en libros, películas y series? ¿Y cuántas le han sorprendido de verdad, de entre todas las que ha acumulado a lo largo de la vida? Nos apasionamos con los relatos ciertos, improbables o fantásticos. Sepa usted que el interés de una historia es proporcional a su verosimilitud: es tanto más impactante cuanto más verídica resulte, razón por la que los productores de ficción prefieren los casos “basados en hechos reales”. Una historia ficticia es solo una especulación de la realidad. Necesitamos destripar la realidad para soportarla.
El novelesco asesinato de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León, a manos, presuntamente, de una mujer y su hija, nos ha mostrado cómo una sociedad hiperinformada podría llegar a prescindir de las historias imaginadas y del trabajo creativo de novelistas y cineastas, porque la realidad ya es autosuficiente para alimentar el natural apetito de historias con las que aprender de la vida ajena. La realidad es una gran suministradora de contenidos, más fecunda que el séptimo arte, la literatura y la tele juntos.
El caso conmociona porque reúne los ingredientes de la narración perfecta: una víctima con mala fama, una mujer vengativa que implica a su hija en un crimen por odio y dinero, un contexto político, una campaña electoral, ambiciones insatisfechas, amistades rotas, una locura tramada durante años, extraños cómplices y una aburrida ciudad donde nunca ocurre nada. Se echa en falta el componente sexual, el amor que añade ternura a la perversidad de los autores. Además, es un suceso de mujeres: la muerta, la asesina, las cómplices… lo que permitiría una interpretación de la evolución social: ahora ellas se reivindican como homicidas.
La tele salta de alegría con estos hechos. De momento dan mucho juego a informativos y debates. Después quizás se transformen en series. Me pregunto en qué medida esas resentidas mujeres se inspiraron en historias de ficción para convertir la suya en realidad. Y cuánto de contagiosa es la tele.
Muy intereante este árticulo y completamente de acuerdo. En esta sociedad con una prfunda crisis económica y de valores, parece que el pueblo se alimenta de las desgracias que están sucediendo. Y vemos que la realidad superar a cualquier historia que se produzca en las grandes pantallas. Parece que la gente con «morbo», poco sano , quiere conocer la vida y miserias de los demás. Es muy triste , el interés por el mal ajeno . Y no para ayudar, sino para echar mas leñña encima. Muchas felicidades por el articulo.