¡Salvad a los niños, salvad la memoria!

ninos-vascos_1La Fundación Sabino Arana acogió el pasado 8 de mayo la presentación de ¡Salvad a los niños!, monumental obra del historiador Gregorio Arrien, que aborda el relato del exilio vasco en Gran Bretaña, de 1937 a 1940. Fue un orgullo participar en el evento y hacer la glosa de tan importante trabajo. Y fue un orgullo especial en la medida en que, por lo avatares del destino, pude estar en el impulso del primer libro del autor sobre esta temática: La generación del exilio, génesis de las escuelas vascas y las colonias escolares (1932-1940). Hace 31 años, en 1983, era presidente del Colectivo Pedagógico Onura que editó con sus medios aquel libro. Tal vez entonces no fuimos conscientes del todo de que habíamos puesto al descubierto un capítulo de gran importancia de la historia de Euskadi.

Arrien suele decir que aquel primer libro fue la semilla del trabajo posterior, al que ha dedicado más de treinta años y que ha fructificado en varias obras trascendentales para el conocimiento y divulgación del exilio vasco. También dice nuestro autor que con todo lo que se ha escrito y divulgado sobre el destierro de los niños durante la guerra no hemos hecho más que empezar, pues queda muchísimo por saber.

Es importante señalar que junto a los niños y niñas viajaron otras muchas personas, especialmente las andereños, mujeres de apenas 20 años, de cuya historia no se ha dicho más que una pequeña parte. Hay que resaltar el sacrificio, el sufrimiento y la labor de aquellas andereños. A Gregorio Arrien este aspecto de la historia le emociona mucho. Para él, estas maestras, que fueron mucho más que educadoras, son la base de su trabajo. Las guerras tienen el contrapunto de que frente a las mayores crueldades se producen acciones compasivas, en nuestro caso la solidaridad del pueblo británico y por supuesto, la de quienes acompañaron a aquellos 4.000 niños a un destino incierto y difícil.

A propósito de las andereños, Vicente Amezaga, por entonces Director General de Primera Enseñanza del Gobierno Vasco, informó que “se pueden contar con los dedos de una mano las que pasan de treinta años y seguramente bastan las dos para numerar las que sobrepasan los veinticinco años. La mayor parte de ellas tenían menos de esta edad”. Estamos hablando de mujeres que dedicaban todas las horas del día al servicio y cuidado de los niños, no tenían tiempo para sí mismas. Eran las encargadas de comunicar a los niños que su padre había caído en la guerra y les procuraban el consuelo. Fue seguramente su tarea más amarga. Además, hay que tener en cuenta que sus sueldos no llegaban con regularidad y había retrasos en los cobros, lo que les creaba enormes problemas.

El autor ha podido leer muchas cartas que aquellas mujeres enviaban a sus casas, misivas llenas de dolor y angustia, de personas jóvenes que cuidaban y educaban a los niños desterrados y a los que dedicaban su vida. Mujeres en tierra extraña, que desconocían el inglés y que sacrificaron su juventud realizando una tarea extraordinaria.

Es encomiable el relato descriptivo que Arrien hace de la organización de aquel exilio infantil. A diferencia con el modelo que se siguió en Francia y Bélgica, donde generalmente los niños quedaron al cuidado de familias de acogida, los evacuados a Inglaterra fueron agrupados bajo el criterio de colonias. Y probablemente este fue su gran acierto. El modelo colonias permitía crear un ambiente propicio para los niños, para que estos procuraran olvidarse del ambiente bélico que habían dejado y vivieran como niños, de forma alegre, educándose pero jugando. Y a pesar de la falta de recursos y las precariedades, las colonias funcionaron bien. En este ambiente los niños no perdían su identidad cultural y mantenían un vínculo con sus familias, además de tener los cuidados personales, sanitarios, formativos y culturales.

Arrien describe con mucha precisión la evolución, desde el campamento de Stoneham, a la gradual distribución de los niños en los primeros centros de acogida y la proliferación de colonias con sus diversas tipologías y características: los hogares de las Hermanas de Nazareth, las otras colonias católicas, las sostenidas por los comités locales y las casas-residencia sostenidas por el Comité Nacional (NJC). Se trataba de “proteger a los niños de la ruina moral y material, contra el desastre físico, educándoles y alimentándoles con el mayor cariño y convirtiendo una estancia evocadora de luchas, antagonismos, odios, dolores y lágrimas en una población bulliciosa, risueña e inocente”.

Obviamente, hubo muchas carencias, como libros de texto y otros materiales. También existía un problema con la enseñanza del euskera, porque las circunstancias no eran propicias. El mencionado Vicente Amézaga elogió en sus informes la labor desarrollada por las maestras, auxiliares y sacerdotes. Las colonias inglesas pudieron funcionar mejor o peor, pero hay que situar este problema en el contexto extremo de una guerra y la acción perturbadora del régimen de Franco y las autoridades eclesiásticas españolas al envenenar el ambiente sobre la naturaleza ideológica de las familias de las que procedían los niños. El autor relata con criterio los problemas de coordinación entre el Gobierno vasco y la Delegación vasca en Londres. El lehendakari Aguirre pidió al Delegado vasco en Londres, José Ignacio Lizaso, que le comunicase “diariamente a ser posible cuanto haya”.

¡Salvad a los niños! es mucho más que un libro. Es un trozo de nuestra historia, llena de dolor y tragedia, pero también repleta de heroísmo, de aquellos que se sacrificaron por el bienestar y cuidado de los niños vascos evacuados. Un relato exhaustivo que estamos obligados a conocer.

Eskerrik asko, Gregorio, por tu enorme trabajo. Ahora, tras la investigación, se trata de que el libro cumpla su segunda función: la divulgación. Que se conozca y se extienda aquella historia. Naturalmente, junto al agradecimiento a Arrien, el reconocimiento a la Fundación Sabino Arana por editarlo: no hay autor sin editor, ni artista o investigador sin mecenas. Y cómo no, un emocionado abrazo al pueblo británico, aquel que acogió y ayudó con su solidaridad y compasión a nuestros niños.

 

Un comentario en «¡Salvad a los niños, salvad la memoria!»

  1. Un árticulo muy emotivo, realizado desde los sentimientos.
    Los padres que dejaron a sus hijos, en el puerto de Santurtzi, tanto al cuidado de la Cruz Roja asi como de los cuidadores que dispuso el Gobierno de Euskadi, con el fin que sus hijos no pasasen y viesen miserias,, pero etos niños la mayoría paso muchas necesidades y vivieron en situaciones muy precarias. Y hay que decir q ue el Gobierno Vasco, dispuso dinero , entrgado en lingotes de oro, a los diferentes países que acogieron estos niños, Reino Unido, Francia, Bélgica y Rusia. Algunos albergados en familias , otros en colegios y en Rusia en barracones, mas parecidos a campos de trabajo. Ese dinero que entrego nuestro Gobierno, no llegaba a los lugares e instituciones que acogieron a los niños. Una gran labor que hicieron los cuidadores, mucho cariño, pero no el amor de sus padres .A la fecha de hoy, no se sabe que paso con todo el dinero en otro que se entrego para etos fines.
    Muchas felicidades por el articulo, Muy bueno y necesario para la memoria que es muy importante. Aunque algunas personas prefieren no recordar, y siempre hay que hacerlo para tener en cuenta el presente y mirar hacia adelante.

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