Infinita injusticia

No tuvieron agallas para enmendar a Hollywood. ¿Cómo podrían los casposos Goya contradecir a los Oscar negando a Almodóvar y Banderas los grandes premios si aspiran a los nobel del cine? ¿Cómo decir no a Dios? Y ocurrió lo previsible. El sobrevalorado manchego se llevó siete trofeos de pleitesía. Siempre habrá ganadores y perdedores, es condición competitiva; pero que a La trinchera infinita le negaran el merecimiento a ganarlo casi todo es una indecencia. El espectáculo fue irregular, de momentos tediosos y cumbres emotivas, de sketch de fin de curso de instituto y osadías creativas. Y con Andreu Buenafuente y Silvia Abril imprescindibles. Absurdo fue convocar a James Rhodes, mi héroe, para un discurso, cuando el británico afincado en Madrid es un piano man. En cambio, el jazzista Jamie Cullum hizo brotar las lágrimas a las piedras en el memorial por los fallecidos. 

            Marisol existe, pensaron los ideólogos de la gala. Y no, la niña símbolo del franquismo y mito erótico de los 80, a quien robaron la infancia y la juventud, recobró la libertad hace más de 30 años y ya no existe. Se llama Pepa Flores. Hubiera sido incoherente acudir a por el Goya de honor. Su homenaje no tenía más sentido que el innoble beneficio de una fiesta de escotes y pajaritas. El presidente de la Academia hizo de político ensalzando los datos del cine patrio. ¿Qué dice usted, si las películas españolas apenas representan el 15% de la taquilla?             

Algunos eskerrik asko y un mila esker fueron la pedrea vasca de una sesión suavemente feminista. Resuena aún la reivindicación de Irene Moray, Goya al mejor cortometraje de ficción, del derecho de las mujeres “a correrse”, lo que provocó un largo orgasmo colectivo. La promoción gratuita del Chorus line, producción privada de Antonio Banderas, fue el remate vergonzoso de una noche de arbitrariedad infinita.

Un comentario en «Infinita injusticia»

  1. Pues ya me perdonará el señor Blázquez pero la culpa es de Amenábar. Primero: ¿acaso esperaba ganar porque su película fuera mejor? No me puedo creer que no sepa cómo funciona el cotarro en el cine español.
    Y segundo: ¿qué le costaba hacer una crítica a los independentistas y declarar públicamente su amor a la unidad patria y su rechazo a las banderas – salvo la rojigualda, claro – como Antoñito Banderas? Es que lo fiamos todo al mérito y eso va radicalmente en contra de la Marca España.

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