El confinamiento obligatorio lleva a situaciones extremas en todos los niveles. También en el amor. He imaginado estos días de encierro lo que les está ocurriendo a los enamorados que no pueden verse, tocarse, abrazarse, morirse juntos; o, si lo hacen, se juegan una sanción y cosas peores del decreto de arresto domiciliario. Hemos regresado de golpe a los tiempos del amor furtivo, escondido y peligroso, huyendo de la mirada de la autoridad y el escrutinio de la moral hipócrita.
Veamos cómo se apañan los novios que no pueden verse ni amarse porque está prohibido salir. Cada uno vive en su casa familiar. Antes del coronavirus (a. C.) se citaban todos los días y todo lo que podían. Paseaban, se tomaban de la mano, comían o bebían juntos, se hacían el amor donde fuese posible, incluso en el coche. Necesitaban estar juntos. ¿Y ahora qué hacen, si no es posible verse por impedimento legal? ¿Se citan con la excusa del perro? ¿Y si viven en barrios diferentes? No, a dos que se aman no les valen los mensajes de WhatsApp y videos.
Y así se ven obligados al riesgo del castigo y a hacer cosas extrañas por verse en algún momento. Esto no lo había previsto el Gobierno, porque el Gobierno no entiende de lo humano. Pobres chicos, dulces enamorados sin amor tangible. La sociedad democrática ha reinventado estos días el delito por amor.
Algo parecido les sucede a las parejas, jóvenes o maduras, que han superado el periodo del noviazgo, pero aún viven en domicilios distintos. ¿Cómo se citan, de qué manera dan rienda suelta a su amor? Tendrán que mentir y decir que uno de ellos se ha mudado a la casa del otro. ¿Y si un policía censor no se lo cree y les pide el carnet para comprobarlo? El amor tiene la mala suerte de toparse con los peores espías, los chivatos, los que se creen con derecho a inmiscuirse en la vida de los demás. Pero también el cariño tiene su imaginación y sus recursos para saltar las fronteras que separan los corazones bien enamorados.
Hay otras parejas que lo tienen aún más complicado: los amantes, hombres y mujeres de historias secretas, que se veían a escondidas pero que se quieren más que nadie. Amores imposibles, ahora más imposibles todavía. ¿Cómo escapar, doblemente, del secreto y el confinamiento? Es una tragedia humana que debería tener el premio, después del confinamiento (d. C.) la consolidación, ya sin huidas, de un amor que resistió imponderables y policías. Este es hoy el auténtico heroísmo romántico. Y estos amantes son los primeros en dar sentido al himno de resistencia, la vieja y renovada canción de “¡Resistiré!”.
Hay historias humanas, vivas y reales, en esta plaga. Tal vez seas tú protagonista de una.
Buena y muy real situacion.
El otro dia en Barakaldo una pareja se reunio furtivamente en un coche en un lugar apartado y campestre del mumicipio.
Que mala suerte que por alli deambulaba un gañan sin oficio ni beneficio aunque de curriculum extenso en articulos del codigo penal, que con unas peticiones primero mas o menos amables, y luego violentas, les amargo el encuentro.
Desconozco mas datos del suceso y si ese encuentro ha tenido continuacion y ha reforzado los lazos entre la pareja, cualesquiera que fueran con anterioridad.
Si es que hasta los hoteles estan cerrados!!
La que cuentas, Sabino, es una de esas historias de ahora, el regreso al amor clandestino. Y me cago en la puta madre, con perdón, del que truncó la sesión de ternura de esa parea de Barakaldo. Un abrazo.
A ver..que la imagen, el concepto, es muy bonita. Y no deja de ser sugerente esa pose o postureo de outsider, trangresor. Queda muy bien.
Pero aquí no se trata de desafiar al estado inhumano saltándose las normas y burlar a los malvados policías que acechan por las calles para que al final triunfe el amor.
Las normas son lo de menos. Las hay y hay policías para hacerlas cumplir porque por las buenas no hay manera. Porque, por desgracia, si no se recurre a la coacción las calles se llenan de tortolitos que no pueden vivir su amor puro unas semanas en la distancia, de poetas que necesitan imperiosamente ver las gaviotas sobre el mar, de bondadosas ancianas que piensan en que si no van al parque a dar de comer a las palomas ¿quién lo hará?, etc, etc…todas ellas motivaciones muy bellas e inocentes…pero tremendamente egoistas.
Porque el tema no es que nos lo imponga un policía o militar cargado de medallas en rueda de prensa. El tema es que nos lo ruegan, nos lo suplican, desesoerados, miles de sanitarios que van al límite, que están agotados..que tienen que elegir a quién meten en la UVI. Y si uno de los tortolitos pilló el virus hace dos semanas y se siente bien porque es asintomático y contagia al otro y se va a su casa y se lo contagia a su aita y este es tb un transgresor romántico que pasa de internet y necesita a diario su periódico en papel y a él nadie le impone encerrarse en casa..etc…etc…a esas personas que están en las UCIS agotadas e implorando que no les llegue uno más porque no van a saber qué hacer con él…les llegan 5 ó 6 más solo de la cadena de los tortolitos. Multipliquemos eso por cientos o miles de tortolitos..poetas y outsiders.
¿Me explicas cómo pueden hacerlo en los hospitales?