
El confinamiento estéril a que estamos sometidos bajo el abusivo Estado de Alarma decretado por el Gobierno central tiene muchos efectos desastrosos, entre ellos la suspensión de las clases presenciales, imprescindibles para la formación de los niños y jóvenes. Este próximo lunes vuelven a las aulas los alumnos de cuarto de ESO, Bachillerato y FP. O sea, los chicos y chicas de 15 años en adelante, a quienes más afecta el parón provocado por el coronavirus y los que más se juegan en esta desventurada crisis.
Para cumplir con las medidas de protección, los colegios están redimensionando las aulas para dar cabida a menos alumnos y habilitando canchas deportivas y bibliotecas. Al mismo tiempo, se les ha aprovisionado por el Gobierno Vasco de mascarillas, guantes y geles de limpieza y señalando las entradas y salidas del colegio por lugares distintos. Es lo correcto. Me pregunto si los profesores y los centros educativos están a la altura de la gravedad del sufrimiento de los jóvenes. ¿Se dan cuenta de lo que se están jugando? ¿Cómo han sido estos dos meses de clases on line? ¿Han funcionado pedagógicamente o se han limitado a meros envíos de tareas sin que haya existido una auténtica interactuación profesor-alumno?
Si el sistema educativo estuviera preparado para el modelo de clases on line, es probable que la situación se hubiera superado sin mayores trabas. Pero el sistema no estaba habilitado para eso, ni el profesorado ha recibido una preparación técnica y pedagógica para esa nueva y dificultosa tarea. ¿Cuál es el balance hasta ahora del trimestre on line? ¿O debemos dar por amortizado este curso?
La enseñanza es de esas profesiones donde la diferencia de calidad es determinante. Hay profesores buenos y profesores malos. No es lo mismo un guardia municipal mediocre y vago que un profesor de los malos. ¡Ay, ¡Dios, eso sí que causa estragos! Y al revés, qué determinante ha sido para mucha gente haber caído en manos de un buen maestro, en primaria, en bachiller o en la universidad. ¡Cuántas grandes personas le deben empujón de sus vidas a los maestros que tuvieron! Todos podemos contar casos concretos y en lo que a mí respecta jamás tuve un profesor que me inspirara. De los maestros nacionales de mi niñez, brutales y franquistas, solo puedo evocar desprecio.
Para ayudar en el regreso a las aulas, el sindicato ELA ha convocado una huelga. Hay que ser irresponsables. ¡Los niños no son tornillos, pandilla de ociosos sindicalistas! Son materia sensible, lo más importante y delicado que tiene el país. ¡Espabilen, profesores y colegios, espabilen! Hagan todo lo posible para que estos chicos no pierdan un año de su vida y eviten malograr su futuro. Se necesita un plus de esfuerzo y generosidad. Hagan honor a su sagrado oficio. Ojalá el curso 2020 se recuerde como el que encumbró a los maestros a lo más alto.










