Ocurrió en Bilbao, pero podría ser en Donostia, Chicago o Berlín. Antes pasó en Toledo y Madrid. La serie Intimidad, de Netflix, ha elegido la capital vizcaina para narrarnos el drama que atraviesa el más sagrado de los derechos, la privacidad. El caso es que a Malen Zubiri, teniente de alcalde y alcaldesa de Bilbao en funciones a mitad del relato, le graban y difunden un video sexual, lo que ocasiona un terremoto político y mediático y deja a la vista el machismo subyacente que convierte a la víctima en culpable. Tras las iniciales dudas, el personaje encarnado por Itziar Ituño planta cara a quienes quieren destruirla. En su ayuda se vuelca una inspectora de la Ertzaintza. Paralelamente, una trabajadora del metal, a la que también han robado y divulgado imágenes explícitas, apabullada por la vergüenza, se suicida.
¿Quién no tiene secretos inconfesables? Se define la amenaza al inicio: “Todos en el fondo escondemos algo y temblamos pensando qué pasaría si algún día alguien lo descubriera”. Esta es la cuestión, no vasca sino universal: la intimidad frente a los liberticidas, invasores del pudor. Hay traiciones, crueldad, ambiciones, feminismo a raudales, euskera, tópicos y arquetipos, todo menos amor del bueno porque las guionistas (Verónica Fernández y Laura Sarmiento) optan por la filofobia. Cuatro directoras y directores para ocho capítulos es un derroche de diversidad en una serie hermosa que debería incorporarse al currículo escolar.
Junto al gran trabajo de Ituño y Emma Suárez hay cosas inaceptables, como el aurresku del alcalde que acaba en infarto (¡qué cutre!) y la maliciosa imagen de la cúpula empresarial vasca. Es valioso que la serie permita a Euskadi abandonar el escenario terrorista, pero la patria de la intimidad es mucho mayor. ¿O es más grave que te vean el culo que la difusión de tus confidenciales datos personales?
He visto la serie. Me ha gustado mucho. Pero no estoy de acuerdo con tu percepción, y la mía es otra. Transmites como que echas en falta «amor», pero creo que los guionistas sí lo reflejan. Sin afán de destripar, yo he visto amor en la hermana de la trabajadora del metal. Un amor que convierte en motivación para encontrar la verdad. He visto amor en el marido de la protagonista, que decide a pesar de todo comprender, perdonar y luchar por el bien com´ún. Amor intergeneracional que ablanda un abuelo adusto defendiendo a una nieta. Incluso el amor de un papá empresario a un hijo «bala», aunque lo exprese a su manera…
Por cierto, tema muy candente y muy oportuno. Sólo hay que ver lo de Santi Millán. Como bien dices, la serie valdría para más de una clase de ética en el instituto.
Hay, en efecto, otras clases de amor. Me refería al amor de pareja. La filofobia es: «miedo irracional a amar y/o a enamorarse de alguien. Un filofóbico rechaza sentir amor por una persona, evitando cualquier tipo de relación afectivo-emocional por miedo al rechazo o a una posible separación». En el marido hay menos amor que en nadie, salvo algo de comprensión y muy tardía. En la hermana, hay desgarro y deseo de justicia, con cierta culpabilidad. En el abuelo, poco excepto frivolidad y en el jefe de los empresarios solo una cara de asco que no hay por donde agarrarlo. Diferencias de percepción. La cuestión es que la privacidad o intimidad es más que lo relativo al sexo. Google, Facebook y demás gigantes tecnológicos nos vienen robando y utilizando nuestros datos personales, confidenciales, desde hace décadas. Pero un culo es más llamativo que eso, por lo visto.
Muy de acuerdo contigo Lothar. Un saludo.
Aseguran que la mejor manera de liberarse de una tentación es cayendo en ella…al mismo tiempo que nos recuerdan que la moral de cada quien ha de estar formado por sus convicciones, no por las que le han inculcado como correctas…porque con la moralidad corregimos los errores de nuestros instintos, y con el amor enmendamos los errores de nuestra moral…mientras que con la ética sabemos la diferencia existente entre lo que se tiene derecho de hacer y lo que es correcto hacer.
Irreprochable planteamiento, tirando a utópico.