
Para rellenar las largas horas de hastío y compensar la galbana del verano, la Sexta ha programado la serie documental Usted está aquí, de seis capítulos, en la que el humorista Gran Wyoming (alias de José Miguel Monzón) y el cineasta David Trueba dialogan sobre el pasado y presente de la sociedad española, sus males y sus vicios, también los propios, con un ese aire narcisista que, a veces, adoptan los famosos contándonos su vida sin parecer ridículos. En uno de los episodios, el conductor de El Intermedio dice, mirando al infinito: “A mí el nacionalismo me parece filosóficamente una catetada (sic). Nacionalista es sinónimo de cateto”. Y el hombre, henchido de gozo, decide ser, entre catetos, la gran hipotenusa.
Como humorista Wyoming tiene el derecho -y la obligación- de ser incorrecto y burlón; pero los deberes de su oficio no amparan el insultar al 70% del actual Parlamento vasco, compuesto por abertzales de diferente signo y a sus 600.000 electores. Y no digamos a catalanes y gallegos. Calificar de catetos a los nacionalistas (y ya lo había hecho antes) no es un acto intelectual, ni siquiera una gamberrada dialéctica de contra todo y contra todos. Es directamente una burda descalificación, sin matices y en bruto. Hubiera sido igual que se hubiera referido a los socialistas (¿no es él uno de ellos?) como totalitarios, sin distinguir el socialismo democrático del cubano, chino o jurásico. Es una opinión tóxica, de las que envenenan por vejatoria.
Será difícil ver ahora a Wyoming sin recordar su facción sectaria, tan improbable como imaginar a Rubiales de contrito feminista. Verá, amigo mío, quizás pierda, tras sus insultos, a un taco de sus seguidores, pero no se preocupe porque los ganará entre falangistas y las tribus de Ayuso. En fin, Gran Wyoming, salvo disculpas, se ha reducido usted a liliputiense.
JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ