HISTORIAS DEL SEGUNDO CONFINAMIENTO
Nº 8 – 18 noviembre 2020
Hubo un crimen en 2013, en la infinita Galicia, que lo tuvo todo para constituirse en historia de película: Rosario Porto, una mujer de la burguesía compostelana, joven, guapa y abogada de éxito, además de culta y cónsul de Francia. Un hombre, Alfonso Basterra, de poco espíritu, periodista, bilbaino y emocionalmente dependiente de su mujer. Y una niña, Asunta, hija adoptiva de ambos, de 12 años, china de origen, inteligente a rabiar y brillante, a quien un jurado popular consideró víctima de asesinato de sus padres, condenando a estos a 18 años de cárcel. Rosario ha aparecido hoy muerta en su celda, ahorcada, lo que sugiere un caso de suicidio. Yo no estaría tan seguro.
El caso fue y sigue siendo un misterio. Los autores sentenciados se declararon inocentes desde el principio y las pruebas contra ellos eran circunstanciales, pero numerosas. No hubo testigos. Y lo que es más enigmático, no hubo un móvil claro. ¿Por qué unos padres matarían a su hija, una niña extraordinaria? ¿Por qué un hombre y una mujer, ya separados, se pondrían de acuerdo para asesinar a su hija, bajo qué interés o propósito? No aparece motivo económico. Se dijo en el juicio que Asunta estorbaba en la nueva vida de ambos. Es absurdo. ¿Qué beneficio podría reportales matar a su hija? ¿En qué medida era estorbo?
Y sin embargo, fueron condenados, a mi modo de ver por una defensa calamitosa y una presión social asfixiante. Rosario era contradictoria y proyectó una imagen de mujer oscura. No se hizo querer ni atrajo hacía sí la compasión de la gente. Muchos medios de comunicación contribuyeron a aumentar su antipatía. Pero más allá de eso, la ausencia de móvil y el desarrollo de la investigación dejaron muchos interrogantes.
¿Y si Rosario, que ahora yace muerta en la morgue, era inocente? ¿Y si el jurado se equivocó al condenanarla y se dejó llevar por la fuerza de las circunstancias y la actitud negativa de la mujer? ¿Y si la buena gente, el pueblo simple y manipulable, se lanzó a degüello contra Rosario solo porque les caía mal, vaya usted a saber por qué oscuros pensamientos?
Recuerdo que, por estando entonces en Euskal Telebista como comentarista de la actualidad, defendí la probabilidad de su inocencia y la incosnsistencia de las pruebas contra Rosario y Alfonso. La mayoría la encontraba culpable. Y hoy, muerta esta pobre mujer, me ratifico en que quizás era realmente inocente. Y si hay dudas sobre la culpabilidad de un acusado, hay que dejarle libre: in dubio pro reo.
Junto al misterio trágico de Rosario, está quien fue su pareja, Alfonso, igualmente condenado por asesinato. Llama la atención su papel en esta historia. Siempre secundario y a rebufo de su mujer. Un pringado. Un personaje sin relieve ni personalidad que, en el relato oficial, actuó de cooperador necesario, su cómplice, en la muerte de la niña. Con toda su simpleza, no le considero capaz de participar en un crimen tan horrendo. Por no tener, no tiene ni valor para eso. Se cagaría por las patas. ¿Podría tener Rosario Porto tanto poder sobre él como para inducirle a preparar y cometer juntos el asesinato? Pero volvemos sobre los prejuicios contra ella, a la que se tenía por mujer oscura, ambiciosa y sin moral, además de mujer brava en asuntos de amor y sexo. Y en una sociedad machista, eso es imperdonable y por tanto reo de sacrificio en la hoguera social. Todo pivota sobre esta idea sobre ella.
Creo que ha muerto una mujer sin culpa, víctima de sí misma y su leyenda de mujer oscura fruto probablemente de sus complejos y traumas heredados. Entre todos hemos trenzado la cuerda de la que la han colgado. Pero, si Rosario y Alfonso no mataron a la cría, ¿quién fue y por qué? Ahí queda el misterio que quizás nunca resolvamos. Asunta y su madre ya están juntas.
Llámale a Colombo.
Un saludo.
Estoy totalmente de acuerdo con el autor de este artículo.
Discrepo, desde el respeto…
Cuando existe un objetivo, un punto de llegada, las personas buscamos el camino, y si morimos, que sea de cansancio por quitar zarzas para despejarlo. Si Rosario Porto fuese inocente , habría hecho lo posible (y lo imposible si es que fuera posible, Rajoy dixit) para dejar probada su inocencia.
Creo que la madre de Asunta ha sido declarada culpable en los 3 juicios que se ha sometido. El de la opinión pública, con pena de lapidación mediática. El de la justicia ordinaria, con 18 años de cárcel. El de su propia conciencia, con la pena capital como castigo.
Es mucho decir, Lothar. La justicia (lo hemos visto mil veces) puede ser terriblemente injusta. Y creo que este es uno de esos casos, por la insuficiencia de las pruebas, más bien circunstanciales. ¿La conciencia? ¿Quién ha entrado en la de esta señora? Creo que no es culpable; pero, muerta como la querían, ya no hay remedio. Descanse en paz, junto a Asunta.
La JAURÍA HUMANA. Y no hace falta sacar a relucir antorchas, escopetas, muchedumbres ebrias… bastante tenemos con los “reality” y las tertulias de gente que opina con rotundidad lo mismo sobre la teoría de la relatividad, sin ser físico, que sobre la presunta culpabilidad de una persona, sin tener unas mínimas nociones sobre el caso, más allá de la atosigante retroalimentación de los propios “medios” y tertulianos. ¿Nos consta que el propio jurado se pudo sustraer a todo ese ambiente? Yo, como en la canción, “lo dudo, lo dudo”. En estos casos la institución del jurado me parece extremadamente peligrosa.