¿Y si se creara el Partido Malo?

La experiencia financiera española de crear un banco malo para concentrar en él los productos tóxicos de las entidades bancarias, fundamentalmente bienes inmobiliarios de dudosa liquidez, podría aplicarse a la política y el sistema de partidos, cuya situación de solvencia democrática y prestigio social no es menos ruinosa que la del sector financiero. Políticos, bancos y ladrillo son el trío de la desgracia del Estado, facilitada por una ciudadanía que se pliega al pastoreo y la sumisión cobarde.

¿Y se creara un “partido malo” en el que depositar a los políticos insolventes, corruptos, incompetentes, manirrotos, chaqueteros y farsantes? Desde el punto de vista democrático, la ubicación en un único partido, bajo control público, de cuantos han llevado a la ruina económica y política a España ayudaría a mejorar la percepción de la clase política y contribuiría a la catarsis del sistema, creando una línea de separación radical entre la política con mayúsculas y su peor versión fulera.

En el PM podría depositar el PP a Mayor Oreja, Esperanza Aguirre, Carlos Iturgaiz, Vidal Cuadras, así como a los Camps, Matas y los forrados con la trama Gürtel y demás operaciones corruptas, como Rodrigo Rato y gestores de las Cajas de Ahorros. El partido de Rajoy tiene muchos productos tóxicos de los que debe desprenderse para estar libre de las ataduras de la extrema derecha y las ideas cavernícolas. Por su parte, el PSOE podría ubicar en el partido malo a Felipe González y los responsables de la corrupción, la beatiful people y los GAL. Y por supuesto, esconder en él a Rodríguez Zapatero y su equipo, Pepiño Blanco, Pajín y compañía.

También el PNV podría traspasar al partido malo a sus michelines y numerosos chaqueteros, como Guevara, Joseba Arregui y otros oportunistas que después de hacer carrera en el partido se dieron de baja por ventajismo o venta al por mayor, por amor a España. La izquierda abertzale también podría colocar en el PM a la plana mayor de sus viejos dirigentes, tan identificados con ETA, Erkizia, Ziluaga, etc., a fin de que la gestión del tránsito democrático de la coalición independentista no se vea lastrada por esta gente y su rupestre ideario.

El partido malo debería acoger lo peor de la política española, a Mario Conde, que después de desvalijar Banesto pretende reivindicarse saltando a la arena electoral desde Galicia. Y a Rosa Díez, que representa la imagen perfecta de la vileza democrática y la putrefacción del sistema. En este contexto de limpieza pública, creo que habría que adjudicar a Intereconomía el papel de medio-portavoz del PM, para que su mensaje neofranquista o pseudorevolucionario fuera fiel expresión del pensamiento atroz de esta reunión de corruptos, fachas y canallas.

Toda acción regenerativa comienza por una distinción clara entre lo bueno y lo malo. Para que España pueda ser rescatada de su propia degradación, debería, primero, darse de bruces contra su triste realidad: hoy, en unas elecciones el PM sería el ganador.

 

 

¿Cuántas televisiones sobrevivirán?

De repente nos sobran muchas cosas. Hay exceso de bancos, políticos, funcionarios, aeropuertos, universidades, trenes, emigrantes… y también televisiones. ¿Y quién decide cuántas y cuáles deben desaparecer? Ni siquiera tenemos un inventario fiable. En mi recuento aparecen 12 cadenas de ámbito estatal, institucionales o privadas, que poseen unos 35 canales específicos. Contamos con 13 emisoras autonómicas de titularidad pública que se despliegan en más de 40 canales temáticos. Además, existen otras 200 estaciones locales, que funcionan por cable o señal terrestre, sin incluir las privadas de pago y las numerosísimas que operan solo a través de internet. ¿Demasiadas? No es cuestión de cantidad, sino de saber cuántas están sostenidas artificialmente y cuáles responden a una demanda social o cultural objetiva al margen de que haya o no crisis, porque si la rentabilidad económica fuese la única condición para su continuidad no se salvaría ni una. La tele es un negocio de largo plazo y corto beneficio al que se accede por objetivos estratégicos o control de la opinión.

La nueva temporada comienza en unos días. ¿Cuántas televisiones quedarán cuando concluya? El futuro es incierto para las públicas, acosadas por las deudas y la demagogia. Algunas serán liquidadas sin remedio; otras se externalizarán o serán vendidas malamente, en tanto que TVE reducirá su oferta mediante la fusión de sus canales. Va a ser una escabechina para gozo de los neoliberales y UTECA, su lobby feroz. También morirán algunas privadas. En EITB el próximo Gobierno vasco deberá redimensionar su proyecto sin prescindir de la financiación mixta. Sobrevivirá.

Tal vez la ciudadanía, con problemas más severos, asista indiferente al exterminio audiovisual. Mucho cuidado. Un hampa de poderes insaciables pretende  desequilibrar el estratégico sector de la comunicación y controlar el espectro radioeléctrico, hoy de dominio público. El modelo que viene es italiano (Antena 3 y Telecinco son mayoritariamente italianas) y derivará en una entretenida tiranía.

Pan para Punset

http://www.youtube.com/watch?v=Swdze3ubw7I

Eduard Punset es un tipo listo y no porque llegara a ministro de Cultura: con su aburrida figura y hablar cansino ha rescatado en la tele un oficio que en el mundo anglosajón goza de gran prestigio, divulgador científico. Hacer popular el conocimiento más allá de la inmensa minoría tiene mucho mérito. Antes lo intentó Manuel Toharia, un buen hombre del tiempo, pero de bajo perfil comunicador. ¿Hay que ser científico para cultivar su pedagogía? No, basta con asumir su espíritu sin traicionarlo. Así lo hicieron Carl Sagan, Desmond Morris, Martin Gardner, Richard Dawkins e Isaac Asimov; incluso algunos sabios, como Stephen Hawking (toda una marca comercial), publican libros y vídeos para no iniciados. Es difícil compatibilizar el rigor exigible a la ciencia con el lenguaje de masas. La televisión y las editoriales sueñan con realizar esa síntesis y a la espera de un Félix Rodríguez de la Fuente visionario, que exhorte al pueblo llano a amar el tesoro del saber, se conforman con el apaño de Punset, con su pelo a lo Einstein y cierto aire desaliñado.

Pero Punset, tributario de Damasio en la teoría de las emociones, ha roto los moldes de la profesión anunciando pan de molde. ¿Qué tiene que ver la ciencia con la miga? Nada, como tampoco Danacol con el ciclístico Induráin, los coches baratos con el tenístico Nadal o el bingo virtual con la rústica Esteban. Los anuncios con famosos se dividen en dos categorías. Los malos, hechos con celebridades del deporte y la farándula para publicitar cualquier artículo de consumo; y los excelentes, protagonizados por  personalidades ilustres que prestan gratis su imagen para causas solidarias. Lo irracional no es que Punset acepte ridiculizarse para sumar fondos a su Fundación, sino que Bimbo crea que el ex ministro estimulará sus ventas. Es una doble perversión: Punset encaja en el anuncio como Drácula en una campaña de donantes de sangre, mientras que la marca alimenticia contradice su marketing con una frivolidad sin precedentes. ¿Tan mal pagado está al divulgador científico?

La comunicación, qué problema (cuatro casos)

EL cine y la literatura han percibido las estructuras de comunicación asociadas a los gobiernos y partidos como centros de inteligencia para el control de la opinión pública y nidos de operaciones de las luchas de poder. En esta visión crítica los equipos y técnicas de comunicación son presentados como amenazas para la democracia. En realidad, se trata de exageraciones provocadas por el desconocimiento o temores atávicos a la información de masas. Es una cuestión de escala: si las personas tienen acceso a publicar una carta al director, hablar por radio y televisión o emitir sus mensajes en las redes sociales con su opinión particular, las instituciones y organizaciones hacen lo mismo, pero con mayor intensidad y frecuencia, sistemáticamente. Que nadie busque la igualdad comunicativa, porque ni internet permite igualar lo que es, por concepto, desigual.

La comunicación es solo un instrumento y, como cualquier otro ingenio humano, puede ser utilizado con rigor democrático o con vileza. En todo caso, del uso de la comunicación se deriva una actitud concreta hacia el entorno y escenifica la calidad de la relación con la ciudadanía, que puede ser alguna de estas cuatro: abierta, huidiza, sobria y propagandística. Pongámosle nombre: Obama, Rajoy, Urrutia y López.

Obama, el equilibrio

La ventaja del presidente americano es que cree en la comunicación como valor y como riesgo. Como valor le sirve para propagar su gestión y abrir canales de interrelación con los electores. Y como riesgo asume su disposición a aceptar la reprobación y la crítica, a costa incluso de comprometer su reelección. El binomio clásico en la dirección comunicativa era difundir las bondades de la acción de gobierno y minimizar los efectos de los errores; pero hay un nuevo paradigma: el eje de comunicación lo constituye el factor emocional, por la eficacia de su conexión. El desafecto de los ciudadanos hacia el poder no se resuelve cartesianamente. Los sentimientos son un río navegable y a través de este torrente se puede desembocar en la convicción. Se acabó el comunicador-actor que dice y hace lo que determina el guión elaborado por los asesores. Lo que importa es que el líder crea y sienta cuanto dice y hace y para eso no hay portavoz más persuasivo que el corazón.

La fortaleza de Obama es el equilibrio entre su labor presidencial y la estrategia de comunicación que le acompaña. Es ponderado en forma y fondo y se esfuerza en conectar con la esperanza colectiva. De hecho, esta es su principal baza emocional. Se muestra veraz en la sencillez y evita ser un títere cuyos hilos se mueven desde el ala oeste de la Casa Blanca. No se esconde, es proactivo en su presencia pública, procura ser cordial y no le teme a la comunicación. Es un modelo a seguir.

Rajoy, a la defensiva

La virtud de Mariano Rajoy -actuar tal como es, sin artificios- tiene la desventaja de su vacío, solo es una buena actitud de partida. No es un líder para una crisis, contra la que, además de franqueza, se requiere capacidad de arrastre para que la sociedad le siga en un proyecto épico de resistencia y salvación. Rajoy es débil para esta empresa. Y así lo demuestra con su política de comunicación, insegura, trémula y a la defensiva.

El más difícil y contradictorio de los problemas públicos es gestionar la mentira. Rajoy ha engañado a sus electores: su política es opuesta a los compromisos programáticos. Y ante el fraude responde sin convicción con la insuficiente honra del mensaje «no hay otro remedio» o apelando al tópico de la herencia recibida. Se ha atrincherado en el fatalismo, una resignación que transmite a los españoles con la inexcusable obligación del sacrificio. Y además, es plano emocionalmente, lo que puede interpretarse como frialdad hierática y despiadada ante la pobreza causada. Rajoy ha decidido inmolarse en su infortunio y cumplir su ingrato papel. Por eso, calla y recorta. Y cuanto menos dice, más deshace. Es difícil hacerlo peor, porque también ha renunciado a administrar con dignidad su fracaso.

Urrutia, poquedad

Josu Urrutia es una persona sobria y poco dada al escaparate, todo muy vizcaino. Y es así, por carácter, en lo bueno y lo malo. Pero resulta que desde hace más de un año es presidente del Athletic, cargo que le obliga a modificar su disposición pública para adaptarse a las responsabilidades institucionales en materia informativa. No dudo de su buena voluntad y valía directiva ni cuestiono a su equipo de prensa; sin embargo, creo que no ha hecho el esfuerzo preciso para establecer un criterio comunicativo acorde con una entidad tan relevante. Su escasez explicativa, enredada de prudencia, es clamorosa y no encuentro justificación a su reiterada omisión de liderazgo. Es imposible un líder silencioso.

Es verdad que, al contrario de los presidentes gárrulos a los que estábamos habituados, Urrutia es austero e incluso optó por quedarse en segundo plano en la celebración de los éxitos de la pasada temporada. Siendo plausible esta discreción, no es útil para los instantes de crisis. Y el Athletic tiene graves males, ante cuya percepción la masa social y los seguidores reclaman respuestas con cierta antelación a los desastres. En esa parquedad presidencial se adivina una imperdonable negligencia de gestión. Eludir la sobreexposición pública no es igual que ausentarse o prorrogar las comparecencias. La poquedad comunicativa de Urrutia es un problema añadido que se resuelve anticipándose a lo inevitable, fijando los mensajes, estableciendo su cadencia y manteniendo abiertos los canales informativos, con los riesgos de desgaste que toda estrategia honesta conlleva frente a la ansiedad mediática. Tanto como a la prensa, hay que respetar a la gente.

López, acomplejado

Mucho peor que un perfil comunicativo bajo es dotarse de una imagen irreal como remedio del mal gobierno o la incompetencia. El resultado suele ser la caricatura. Este ha sido el recurso de López; pero su equipo de asesores ignora que una personalidad pública artificial se desenmascara enseguida. La propaganda tiene sus limitaciones, nadie hace milagros. Y no es solo que López fuera un líder sin formación básica y carente de experiencia gestora: esto podría tener algún remedio. Lo insalvable era la tara social y psicológica con la que llegó a la Lehendakaritza, impulsado por partidos y poderes contrarios a la mayoría social contra la que se alzó un agresivo frente antinacionalista. Consecuentemente, López ha sido un lehendakari acomplejado por el peso de su ilegitimidad y toda su comunicación ha consistido en un intento desesperado de autentificarse como regidor de los vascos, propósito fallido.

El resto es una costosa historia de propaganda y un dejarse patrocinar por la radiotelevisión pública y los grupos mediáticos Vocento, Prisa y El Mundo. En la prórroga de su mandato, López se ha investido de oportunista defensor del autogobierno y valedor del modelo Euskadi, concepto incoherente con la trayectoria del socialismo y de un lehendakari vergonzantemente elegido con los votos del PP. En esencia, el problema de comunicación de la clase dirigente tiene dos caras: una, de nula autenticidad y la otra, de paranoia.

 

Paz en la guerra (del fútbol)

http://www.youtube.com/watch?v=4zw43soEVi0

¿No pensará usted que con el acuerdo in extremis entre Sogecable y Mediapro ha terminado la “guerra del fútbol”? Es un armisticio. ¿Entiende este conflicto? A ver si se lo explico. Para empezar debería llamarse la “guerra de la tele” y es la lucha total por la retransmisión del fútbol y el campo de experimentación para los delirantes fichajes deportivos. Es un balón gigante, inflado de demencia e ideología, que se disputan tres contendientes arruinados. De una parte están los operadores Mediapro (La Sexta) y Sogecable (Digital+), a palos por la pasta y la bandera socialista. Y de otra, la Liga de Fútbol Profesional, algo así como el camarote de los hermanos Marx, donde los clubes tratan de salvar la contradicción entre sacar un provecho desmesurado a Mediapro -mal pagador- y a la vez firmar la exclusiva de los derechos de explotación con Digital+, no menos insolvente. Nadie quiere enfrentarse al monstruo: la inmensa burbuja creada en comandita por el balompié español con sus megalomanías y las televisiones con su huida hacia adelante. Entre el fútbol y la tele hay la misma relación destructiva que entre el ladrillo y los bancos. Síntoma de esta corrupción es el partido en la madrugada de los lunes.

¿Qué va a ocurrir? Imaginemos esta situación: revienta la burbuja, La Sexta y Digital+ quiebran y como consecuencia trece o catorce equipos incumplen los pagos a sus jugadores y pierden su ficha en la “mejor liga del mundo”. El fútbol se desploma y con él la única referencia existencial española. Como tal suceso sería para Rajoy más peligroso que verse rescatado por Europa, las cosas transcurrirán así: Antena 3 recibirá la herencia de los derechos de emisión de La Sexta, mientras que Telecinco tomará el mando en Digital+, donde ya posee un 25%. Se repartirán el pastel y reducirán los precios que hoy cobra la Liga. El fútbol sufrirá drásticos recortes, pero no se derrumbará como los sectores inmobiliario y financiero. ¿El precio? La consagración del duopolio Telecinco-Antena 3: las deudas también nos cuestan libertad.