
Antonio Basagoiti se ha empeñado en ser el Capitán España; pero al contrario que el héroe de papel -y ahora digital- Capitán América, lo suyo es enfrentarse a sus enemigos en Euskadi con la fuerza de los exabruptos, que es mucho más fácil y exige menos riesgos que la tentativa del valor argumental. Y así, por si la política vasca no estuviera ya suficientemente cargada de agresividad y excesos, el presidente del PP vasco ha querido añadir a la feria de las palabras huecas una constante tormenta de grosería verbal que, si bien le proporcionan notoriedad mediática, le disminuyen como líder de la derecha por lo altisonante de sus ocurrencias y la virulencia oral de sus dichos.
El último disparate ha sido calificar a Martín Garitano, Diputado General de Gipuzkoa, como “proxeneta de los que prostituyen la democracia». También le ha negado públicamente el saludo al dirigente de Bildu. Entre sus perlas cultivadas para el diccionario de las tonterías se cuentan estas:
“Que sepa la gente que estos que han hecho este terrible atentado no son vascos. No son nada, son mierda”.
“La acusación a Camps es una verdadera gilipollez y además la ha hecho un tipo que pasaba por allí, que dice que le ha llevado unos trajes”.
“ETB ha dado bola a ETA”.
“No me reúno con el embajador de Venezuela porque no tengo detector de metales”.
Estos y otros muchos desahogos confieren a Basagoiti una imagen de charlatán grosero de la que debería huir, no solo porque por la boca muere el pez, sino porque por la boca muere la paz, un tesoro por el que llevamos anhelando muchos años y que ahora no puede aventurarse por la locuacidad de un inexperto líder derechista.
En política, la cuestión no es la cantidad de mensajes que uno emite, ni su calibre de disparo, sino su aportación objetiva a la dialéctica política y al entendimiento entre sectores separados por muy diferentes concepciones de país, obligados a convivir o, al menos, cohabitar. Basagoiti parece uno de esos tipos cínicos a quienes les encanta que hablen de ellos, aunque sea mal. O un desesperado cazador de titulares. O, peor aún, un provocador. Si Basagoiti pretende ser el héroe que pacifique Euskadi, ha elegido las armas de los cobardes: las palabras disparadas como balas, las palabras disparatadas. Los disparates. Las personas excesivas suelen, a veces, tener ideas geniales. Recuerdo que Xabier Azalluz era también un hombre de facundia inmoderada; pero entre sus dichos podía encontrarse alguna pieza sublime que ha quedado para la historia. A Basagoiti no se le conoce en su colmada fonoteca ninguna frase creativa, sólo tonterías.
Tengo varias hipótesis acerca de la incontinencia verbal de Basagoiti y no sé con cuál quedarme como la más ajustada. Tal vez sea una mezcla de estas cinco hipótesis:
Primera hipótesis: Basagoiti es un insensato. Es probable, y lo he constatado personalmente, que el presidente del PP sea un tipo sin freno, impulsivo y vehemente, sobre todo cuando sube al escenario de los medios o a la tribuna política. De hecho, raras veces lleva escritas sus intervenciones. Improvisa o confía en su inspiración o su memoria. Por lo tanto, se deja llevar. Y como no es un hombre de discurso fácil (aunque sí facilón) y no posee una gran capacidad dialéctica y creativa, cae en el disparate, la improvisación y se le escapan las peores ocurrencias. Dentro de esta misma hipótesis, cabe que Basagoiti sea crea un tipo gracioso y que, en su papel de político que cuenta con muy pocas simpatías entre la población vasca, se sienta impelido a soltar las simplezas que alguien le dijo el día anterior en el bar o en las reuniones con su gente. Quiero decir, en definitiva, que es posible que Basagoiti sea un irresponsable mayúsculo, un defecto que los medios de comunicación (particularmente El Correo Español) minimizan u ocultan, pero que constituye el diagnóstico que del líder del PP vasco tienen las élites empresariales, sociales y culturales de Euskadi. Nadie toma en serio a Basagoiti, ese es su drama.
Segunda hipótesis: Basagoiti está mal asesorado en comunicación. Siendo la comunicación el punto donde tiende a naufragar, cabe la posibilidad de que sus asesores estén desacertados en su estrategia y estén primando el objetivo de la notoriedad a cualquier precio sobre otros propósitos más importantes, como la credibilidad, la confianza y la sustancialidad. Si yo fuera su consejero de imagen, ya hubiera presentado mi renuncia a la vista de los efectos negativos de mi trabajo. No habría que descartar, en este ámbito, que Basagoiti sea un indisciplinado y no haga caso a lo que le piden sus consultores y que estos se vean incapaces de corregir los desatinos y precipitaciones verbales y gestos agresivos del líder popular. Creo plausible esta opción. Basagoiti se sobrevalora y no presta la debida atención a las personas que quieren ayudarle a mejorar en sus representaciones públicas. Basagoiti necesita una dosis doble de humildad, esa que te ayuda a escuchar, a autocriticarte, a tener objetivos concretos, a aceptar tus defectos, a incrementar tu nivel de calidad. Basagoiti es un pésimo vendedor de sí mismo. Sin moderación y equilibrio no hay un liderazgo viable. Basagoiti está muy lejos de alcanzar los dos objetivos que más necesita el PP vasco: ocupar una parte del centro político vasco (renunciando a la crispación y la intransigencia ideológica del pasado) y asumir un vasquismo sociológico del que está a años luz.
Tercera hipótesis: Basagoiti padece ansiedad política. Es posible que al presidente del PP le pese como una losa la historia del PP y Alianza Popular, herederas del franquismo sociológico, que ha constituido -y persiste aún hoy- su base electoral. Basagoiti tiene prisa, demasiadas urgencias en cambiar el discurso de su predecesora, María San Gil, fiel representante de la derecha autoritaria vasca. Y esta ansiedad de cambio de apariencia es lo que mueve su verbosidad y provoca en él las improvisaciones, los excesos, las malas maneras y sus precipitaciones. Quizás cree que la derecha españolista ha sido durante años inane y benigna en sus pronunciamientos y que frente a una cierta carencia de personalidad es necesario reforzar la bravura del PP, sacar pecho y entrar en la pelea dialéctica. Puede que así, piensa Basagoiti, que al Partido Popular vasco se le tenga en cuenta y dé muestras de que existe en Euskadi. No quiere ser una anécdota como hasta ahora y por eso habla más fuerte de lo conveniente y sus palabras chirrían y desentonan. Es una manifestación de impotencia, como el grito de protesta del niño a quien nadie presta atención.
Cuarta hipótesis: Basagoiti busca el liderazgo en el país de las palabras. El presidente de la derecha conoce sus debilidades como líder. De alguna manera es consciente de que su acceso al poder en su partido es fruto de las circunstancias y que su valía intelectual y política están sobrevaloradas en su figura de jefe máximo. Conoce las valoraciones que de él se filtran en el Euskobarómetro, un 2,5 en el último estudio, con tendencia al estancamiento. Aún así, Basagoiti tiene la ambición de ser un auténtico líder y que su partido deje de ser irrelevante en la política vasca. Y como los resultados no acompañan, ni él mismo hace una lectura correcta de la situación y de sus méritos políticos, es por lo que busca escalar posiciones en el país de las palabras, allí donde no hace un gran esfuerzo para construir ilusoriamente un liderazgo y un proyecto de sí mismo. Naturalmente, ese impulso es insuficiente y al forzar la capacidad de las palabras para edificar un liderazgo, su locuacidad se muestra impetuosa, radical y ofensiva. Olvida Basagoiti que en política, como en la vida misma, lo esencial son los hechos y no las frases lapidarias. Sus propuestas y sus palabras hace tiempo que están divorciadas.
Quinta hipótesis: Basagoiti es un cínico, seguidor de Pedrojota. Me inclino a pensar que Basagoiti admira a Pedrojota Ramírez, al que considera un triunfador. Veo en Basagoiti a un cínico, más sutil que el periodista, pero menos inteligente y creativo. La baza de Ramírez es que la ideología carece de importancia y que lo esencial es tomar una posición estratégica desde la que sea posible tener éxito, a costa, eso sí, de toda coherencia personal. Basagoiti es de la misma opinión, según parece. ¿Ser de derechas y pactar la lehendakaritza con la izquierda? Qué más da, si lo importante es alcanzar una relevancia política de la que carecíamos. ¿Predicar la paz y poner todos los obstáculos posibles para impedirla? Claro, porque sin ETA gran parte del discurso del PP se vendría abajo. De cinismo están construidas las peores palabras, las más dolientes, las más hirientes, lo que explica la frecuencia de las salidas de tono de Basagoiti y su búsqueda de la utilidad.
Puede que haya otras explicaciones. Hace tiempo que sigo la evolución de Basagoiti y cada día empeora. No resistirá una crisis electoral, porque es un líder de papel. Y el papel, como las palabras, se lo lleva el viento.