NO me gusta apostar, porque es una actividad irracional. Y porque me conformo con mi suerte frente al universo de las probabilidades. Aún así, y solo en esta ocasión, si tuviera que cumplimentar una quiniela electoral, anotaría los siguientes resultados en la CAV: Partido Nacionalista Vasco, seis escaños; Partido Popular, cinco; Amaiur, cuatro y Partido Socialista de Euskadi, tres diputados. No solo estoy convencido de que en la decantación final de los electores indecisos el PNV recogerá muchos votos, que le darán la victoria, sino que Amaiur (que podrá formar grupo en el Congreso con su escaño navarro, un suceso muy relevante) verá menguados sus apoyos respecto de los obtenidos en mayo, y el PSE sufrirá la más amarga derrota de su historia a costa de un PP triunfante en España, pero que aquí será la segunda fuerza.
Estas son las elecciones más contradictorias que he conocido, con una legión de resignados y otra de indignados
Este pronóstico se verificará en dos días, así que poco habrá que esperar para juzgar su tino. Mi percepción, a base de escuchar mucho y de preguntas discretamente formuladas, es que, en medio de las incertidumbres actuales, el votante no posicionado busca un refugio seguro para su voto y dando por hecho el advenimiento del nebuloso Rajoy, el PNV aparece como la opción más sólida, no solo por su reconocimiento de buen gestor y su ponderación ideológica, sino también por su capacidad para equilibrar las medidas que se puedan tomar sobre Euskadi, tanto en el plano económico, como en lo político y, específicamente, en la gestión de la paz. Se producirá, por lo que extraigo de mi escrutinio, una moderación abertzale y social, con lo que el PNV recibirá un caudal añadido de sufragios que deberá entender como un voto de confianza, muy condicionado a lo que puedan ser sus políticas a corto plazo.
Si comparásemos las elecciones con un gran mercado financiero, diría que las acciones del PNV han sufrido un fuerte ataque especulativo desde el poder mediático, con rumores interesados que ponían en entredicho su solvencia y le presentaban como un activo a la baja, restándole atractivo para ese sutil inversor en ilusión que es el votante. Los candidatos jeltzales han sabido esquivar con inteligencia la embestida y hoy sus valores cotizan al alza. La marca Amaiur no prende y la del PP agobia.
Estas son las elecciones más contradictorias que he conocido, con una legión de resignados y otra de indignados, dos posturas antagónicas, pero ambas desencantadas. En medio, percibo a una multitud dispuesta, con pasión de país, a resistir ante lo que se avecina. ¡Que vienen los tecnócratas!



