Súbitamente, el paraíso canario ha chocado con una realidad olvidada: es tierra volcánica. En la isla de La Palma ha despertado un cráter que lleva dos semanas vomitando lava y gases tóxicos y destruyendo casas, caminos y sembrados a su paso hasta alcanzar el mar. Las imágenes han impactado al mundo entero. ¿Cuándo no fue noticia la ferocidad, a la vez salvaje y bella, de una erupción con el recuerdo de los relatos de Julio Verne y la historia de Pompeya? El miedo al volcán es milenario y universal. Lo más grande ha sido el admirable trabajo de la cadena autonómica RTVC, omnipresente desde el inicio y que ha mostrado la tragedia día y noche apoyándose en la realidad aumentada y grafismos virtuales para explicar la catástrofe sin dramatismos. Ha tenido lo que había que tener: respeto a su país, dolor contenido y profesionalidad en momentos de máxima exigencia. ¡Qué gran servicio público, qué ejemplo de vocación social de un medio de todos, cercano y veraz! Al premio del prestigio añade la recompensa de las audiencias, superiores al 50%, cuando su media habitual es el 5%.
Lo peor ha sido el oportunismo de los canales privados al enviar a sus estrellas mediáticas -Piqueras, Griso y otros- a hacerse una selfi delante del fuego con la misma frivolidad que un turista ante la Gioconda en el Louvre. El colmo de lo cutre lo ha servido Sálvame facturando hasta allí a Lydia Lozano, una de sus cotillas, como corresponsal de la miseria. Si esto no es delito de lesa televisión que venga Dios y lo vea.
Todos los informativos han visto incrementados sus registros, con Antena 3 de líder y Telecinco a la zaga para cerrar un septiembre de fatales resultados. El eslogan de una antigua campaña decía: “Plátanos de Canarias, dos mejor que uno”. Seguiré el consejo, más que nunca, a la salud y ventura de la gente de aquel paraíso.