Una selfi en el volcán

Súbitamente, el paraíso canario ha chocado con una realidad olvidada: es tierra volcánica. En la isla de La Palma ha despertado un cráter que lleva dos semanas vomitando lava y gases tóxicos y destruyendo casas, caminos y sembrados a su paso hasta alcanzar el mar. Las imágenes han impactado al mundo entero. ¿Cuándo no fue noticia la ferocidad, a la vez salvaje y bella, de una erupción con el recuerdo de los relatos de Julio Verne y la historia de Pompeya? El miedo al volcán es milenario y universal. Lo más grande ha sido el admirable trabajo de la cadena autonómica RTVC, omnipresente desde el inicio y que ha mostrado la tragedia día y noche apoyándose en la realidad aumentada y grafismos virtuales para explicar la catástrofe sin dramatismos. Ha tenido lo que había que tener: respeto a su país, dolor contenido y profesionalidad en momentos de máxima exigencia. ¡Qué gran servicio público, qué ejemplo de vocación social de un medio de todos, cercano y veraz! Al premio del prestigio añade la recompensa de las audiencias, superiores al 50%, cuando su media habitual es el 5%.

Lo peor ha sido el oportunismo de los canales privados al enviar a sus estrellas mediáticas -Piqueras, Griso y otros- a hacerse una selfi delante del fuego con la misma frivolidad que un turista ante la Gioconda en el Louvre. El colmo de lo cutre lo ha servido Sálvame facturando hasta allí a Lydia Lozano, una de sus cotillas, como corresponsal de la miseria. Si esto no es delito de lesa televisión que venga Dios y lo vea.

Todos los informativos han visto incrementados sus registros, con Antena 3 de líder y Telecinco a la zaga para cerrar un septiembre de fatales resultados. El eslogan de una antigua campaña decía: “Plátanos de Canarias, dos mejor que uno”. Seguiré el consejo, más que nunca, a la salud y ventura de la gente de aquel paraíso. 

Anne regresa por todo lo alto

Fue en 1996 cuando Anne Igartiburu abandonó la televisión vasca. Marchó a Madrid a probar fortuna, en Telecinco primero y luego en TVE, donde cumple ahora 25 años como hada buena de las noticias rosa con su Corazón de fin de semana. Anne es también maestra de ceremonias de grandes eventos, de las campanadas de año nuevo a las fiestas más glamurosas. Sigo creyendo que todo eso queda muy por debajo de su valía profesional y que su sitio está en reportajes de enjundia informativa. El miércoles la elorriotarra regresó a ETB con un formato diferente. Anne conduce Duelo en las alturas, que no discurre en Dodge City con sheriff y forajidos, sino en Euskadi y es una competición entre las edificaciones más bonitas de nuestro patrimonio artístico, mostradas desde el cielo por drones y deconstruidos minuciosamente con scanner 3D y tecnologías informáticas. La gente votará por miss basílica y míster palacio en un singular concurso de belleza.

En realidad, más allá de las técnicas utilizadas, pioneras en televisión, el programa es una incursión aérea por nuestra arquitectura a la vez que nos conduce por la historia, las leyendas, tradiciones y supersticiones de pueblos y ciudades de Euskalherria. En suma, un bello y entretenido viaje cultural, un civitatis sofisticado para mejor conocimiento de lo que fuimos y lo que somos. Viene a ser una evolución de La mirada mágica, aquel venerable espacio de paisajes a vista de helicóptero de hace dos décadas. Anne hace de guía entusiasta transmitiendo amor y sabiduría de lo nuestro que, por rutina y desmemoria, olvidamos.

Ha empezado por Urkiola Zumárraga y Ondarroa, seguirá por bodegas y después por palacios, plazas y hoteles, hasta siete capítulos. Carece de sentido que ETB pida a sus espectadores que voten por su edificio preferido sin ofrecer premio, ni sorteo. Quédate, Anne.

Agur, tertulianos en ETB

A la calle que ya es hora/de pasearnos a cuerpo/y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo, escribió Gabriel Celaya en memorable poema. Medio siglo después, ETB hace suyos los versos del hernaniarra para reconquistar la tarde, perdida por desgaste de materiales y evolución de los gustos. Nos echamos a la calle es su nuevo magazine, mezcla de fórmulas anteriores con alguna innovación y cuyo afán es dar la palabra a la gente a costa de quitársela a los contertulios -clones de la clase política- que la tenían monopolizada con sus previsibles opiniones. La era tertuliana en Euskadi huele a muerto y da paso a reporteros que, cámara al hombro, acuden a dos localidades cada día a mostrar su realidad, sin más razón (ni conflictos, ni incendios, ni botellones) que la de vivir feliz y serenamente, que no es poco.

Al clásico reporterismo que se adentra en casas, bares y plazas, inspirado en Euskadi directo, le han añadido un panel de ciudadanos que desde las pantallas de sus ordenadores opinan sobre asuntos reales y poco metafísicos. Si estamos en la era del teletrabajo y la teleducación, ¿por qué no crear también el teledebate? La no presencialidad se compensa con más pluralidad y menos partidismo. Por su alto valor social, el programa debería consolidarse con la credibilidad que aporta la inédita pareja formada por Ane Ibarzabal y Aitor Albizua.

¡Lo que nos ha costado llegar a esta libertad comunitaria y lo retrasados que van en España! Hace poco llegaron a Bilbao cientos de abogados para unas jornadas profesionales y en el acto de apertura en el que intervino, en euskera, el lehendakari, algunos abandonaron ruidosamente el Euskalduna creando una tensa situación. Urkullu paró y les hizo un reproche de silencio mientras esperaba a que esa torcida chusma del derecho se marchara con todo su fascismo a cuestas.

López se quita la corbata

Repito: la tele es conservadora, cambia un poco para que todo siga igual. En ningún otro sitio como en las pantallas hay más simulación. ¡Cómo les gusta hacer ostentación de platós nuevos y sintonías renovadas! Como si eso, mudar de vestido, color y perfume, les convirtiera en pioneros. La identidad está en los contenidos y no en el continente, amigos. Iñaki López se ha quitado la corbata, que es la prenda de cambio que va de La Sexta Noche a Más vale tarde,su reciente itinerario. Y poco más. De hecho, los resultados de audiencia (por debajo del 6% en su primera semana y lejos de los registros de Mamen Mendizábal) son modestos y no alcanzan la media de la cadena. López ha retomado su perfil más jocoso, mientras su partenaire, Cristina Pardo, nos empalaga con risitas. Ambos descuidan peligrosamente el fondo informativo del espacio.

Huyendo del incendio de Telemadrid provocado por Díaz Ayuso en modo Nerón, ha regresado Silvia Intxaurrondo a las mañanas de TVE, junto con Marc Sala, el hombre que huía despavorido de los voceros neofranquistas de Vox en los debates de la noche en el canal estatal 24 horas. Silvia merece tener un reconocimiento que no obtuvo en ETB, donde es tradición desterrar a su mejor gente.

Veinte años después Anne Igartiburu regresa a casa. Lo hace con Duelo en las alturas para mostrarnos desde el cielo las bellezas de Euskalherria con ayuda de drones, pájaros alternativos a los pesados -y trágicos para Anne- helicópteros. La radiotelevisión vasca bulle con sus novedades bajo el lema cantarín de Kalean gora. Cambiarán, por fin, las tardes de ETB2 con Nos echamos a la calle, empresa arriesgada que desde hoy intentará democratizar la cotidianidad. “Cambia, todo cambia/que yo cambie no es extraño”, cantaba la tucumana Mercedes Sosa. En la tele cambian todos menos Inda y la plagiaria Ana Rosa, invariablemente mezquinos.

Más turcos que españoles

Que Antena3 haya empatado a 13,1% con Telecinco en el match de las audiencias de agosto es anecdótico. Lo interesante es la tendencia que esto podría marcar a partir de otoño, porque Atresmedia le ha pisado la tarde a Mediaset por medio de un culebrón turco, otro más, hasta el punto de que Tierra amarga (Bir Zamanlar Çukurova, en título original) está superando al hasta ahora imbatible Sálvame en su tramo horario. Es un golpe psicológico que hace tambalear el modelo tosco y venenoso de Berlusconi. Para reponerse ya ha programado Secret Story, un reality de matriz francesa, muy parecido a Gran Hermano. Es lo único que saben hacer, realidad morbosa y destape verbal. Telecinco pierde en informativos, entretenimiento y ficción y de las veinte emisiones más vistas el pasado mes solo una es suya.

Sería ingenuo creer que Sálvame ha iniciado su decadencia. La murmuración es parte de la sociología onanista de un país que se da placer husmeando en las vidas ajenas, antes mirando por la cerradura y ahora en las pantallas. Es el tributo que Belén Esteban y sus envilecidos colegas ofrecen al espíritu hispano y costará cien generaciones remediarlo. ETB ya demostró con el magazine vespertino Pásalo que había alternativa a la basura y la siesta, hasta que Patxi López, al alcanzar el poder, decretó que debíamos seguir siendo muy españoles y lo suprimió. ¿Son los culebrones otomanos la opción contra la incultura de la maledicencia? Mejor eso que nada, a pesar de que sus historias son simples, clasistas y sexistas, como las viejas radionovelas narradas por la recién fallecida Juana Ginzo y no pocas exitosas series de hoy.

La tele estival es, como el tinto de verano, demasiado flatulenta. Sus informativos nos han gaseado con el tropo de la “subida del precio de la luz”, cuando hasta las flores saben que la luz no tiene precio.