Verónica ¿por qué?

La muerte por suicidio de Verónica Forqué (¿no habíamos quedado que los medios de comunicación deben silenciar esta forma de morir?) es, junto a su propia tragedia, un episodio de responsabilidad de determinados espacios audiovisuales. Verónica había participado en la actual edición de MasterChef Celebrity, en La 1, donde pudimos ver que no estaba en condiciones emocionales para entrar en la exigente trama de un programa competitivo que ha derivado en reality puro y duro en su alocado objetivo de liderar la audiencia. Es ganar o perder a toda costa. Y Verónica no estaba para semejante desmesura.

Hace un año la popular actriz se había sentado ante la jauría de desolladores de Sálvame Deluxe. No debió haber aceptado la invitación, ni la dirección de la productora haberla llevado en su estado de fragilidad. Y como era de prever, la Forqué dijo lo que no dice nadie en pleno control de sus facultades y se dejó arrastrar hacia los terrenos oscuros de su intimidad personal. No era el mejor lugar para esta delicada señora.

En mayo de 2019 el canal británico ITV canceló de forma permanente el reality Jeremy Kyle Show tras conocerse que Steve Dymond, de 63 años, se había quitado la vida tras su intervención en el espectáculo. Recordemos que el Gran Hermano español está suspendido sine die después de que en la edición de 2018 ocurriese, presuntamente, la violación de una participante por un concursante.

Me pregunto, y no es retórica, si TVE se siente concernido para paralizar el concurso, incluida la final de este viernes. Forqué, por sus extravagancias, fue escarnecida en las redes sociales y también por sus colegas de plató. Ni siquiera el jurado tuvo compasión de su momento psicológico. El drama final de Verónica podría haber ocurrido de todas las maneras; pero la tele, a veces, es el riesgo a evitar.

Descansa en paz.

Los socialistas contra la TV pública

Hay una España vaciada que clama, con razón, contra la soledad de su mucho territorio y su poca gente. Y hay una tele vaciada por otra cada vez más llena. El mundo audiovisual son dos ciudades superpobladas en las que habita el 55%. Están las urbes medianas, de titularidad pública, que no llegan al 20%. El resto son aldeas diminutas de aventureros, tribus religiosas, alguna secta y comerciantes. ¿Y quién manda ahí? La misma ideología liberal que gobierna la UE y que sirve sin pudor a los intereses de las corporaciones a través de la Directiva europea de servicios de comunicación audiovisual, a la que se pliega la Ley Audiovisual estatal, cuya renovación está en fase de anteproyecto con sus terribles mermas para el pluralismo y la democracia. El profesor Ramón Zallo ha expuesto los pormenores en la revista Viento Sur.

El insaciable lobby de los entes privados, UTECA, sostiene que la futura ley «condena a las televisiones en abierto a competir en inferioridad de condiciones con gigantes digitales de dimensión internacional». Hay que ser embusteros. Fíjense que Mediaset y Atresmedia son de propiedad italiana, una del monstruoso Silvio Berlusconi y la otra del conglomerado De Agostini. La vicepresidenta Nadia Calviño, hija de José María Calviño, aquel guerrista que gobernó RTVE como un cortijo en los ochenta, les va a otorgar una desregulación publicitaria que saturará de anuncios las horas de mayor audiencia. Es una agresión.

Lo de los socialistas con la tele pública es de traca. Si la vice de Zapatero, Teresa Fernández de la Vega, la hundió amputándole la publicidad y obsequiando así a los canales comerciales casi 5.000 millones de euros en lo que va década, la vice de Sánchez va camino de llevar el duopolio Telecinco-Antena3 a su máximo histórico de dominio. Visto así, todas las televisiones son del Gobierno.

La memoria en paz

Tengamos la memoria en paz. En esencia, esta es la meta de Gogora, Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos de Euskadi, al que debemos el programa Memoria Eraikiz y sus cuatro documentales que ETB comenzó a emitir el pasado lunes. El primero es impactante, pleno de certezas y gran estética, con los testimonios de concejales que fueron perseguidos por ETA al modo mafioso, una historia incómoda que relata y analiza sin precipitarse en el revanchismo del que hace gala, entre otros, el Memorial de Víctimas del Terrorismo, ese chiringuito de trinchera que el Estado plantó en Vitoria-Gasteiz para malversar la realidad.

Las voces intimidadas, dirigido por Maite Ibáñez y realizado por Mikel Cubillo, es obra de la productora New Media Digital. Su mayor virtud es el equilibrio entre mente y corazón, porque no se ha configurado desde la ira, sino desde la honestidad intelectual y el saber contar historias, lo más importante si hablamos de televisión. Lo reúne todo: cargos municipales del PP y PSOE, sus hijos, su entorno y los hechos detallados, complementado con una mesa de diálogo plural, formada por personalidades de la talla de Paul Ríos, Edurne Portela, Karmelo Sáinz de la Maza y un formidable José María Mitxelena, edil de EA en Oiartzun cuando era heroico serlo.

Si nos ofendió Patria fue por la mezquindad de su narración, ficticia pero con pretensiones de veracidad indiscutible. Y si nos ha gustado Maixabel, la peli sobre el encuentro real entre víctima y verdugo, es por su grandeza bien contada, lo mismo que ha logrado el primer capítulo de Memoria Eraikiz con la dolorosa pero decente mirada atrás de un país que mira hacia delante. Tengamos, pues, la memoria en paz. No hagamos como España, pendiente de purgar los recuerdos de su dictadura y aún con miles y miles de fusilados en las cunetas.

 

La excepción es Buenafuente

Por desgaste, por censura, por desconfianza o porque iba siendo hora, Andreu Buenafuente termina en Navidad su periplo de siete temporadas en Movistar+ con su Late Motiv, uno de los mejores espacios de la discreta oferta audiovisual. En realidad, es una adaptación de The Tonight Show, un clásico americano, conducido por cómicos ocurrentes que hacen entrevistas pactadas a famosos y recitan monólogos sarcásticos de actualidad entre risas, música y público en directo, del estilo de Jay Leno y Conan O’Brien. Aquí no hay gente de ese perfil, pero Buenafuente es una excepción, ni actor ni comunicador formal: digamos que humorista serio con peculiar capacidad de divertir.

¿Qué ha ocurrido para este final amargo? Algo se mueve en el canal #0, pero no desaparecerá según se vaticina en mentideros madrileños. ¿Prescindir de Iñaki Gabilondo, David Broncano, Emilio Aragón, Berto Romero, Javier Cansado y sus series documentales y de ficción? No, en Telefónica no se han vuelto locos. Para esta corporación la tele es estratégica y va más allá del fútbol. Saben que hay demanda de formatos audaces para un público nómada e inconforme. ¿Dónde están los creadores? España, importadora de contenidos, es un erial donde abundan los adaptadores de formatos, hay poca escuela de autores y un nulo sentido de equipo en la producción.

¿Ha penetrado la censura en Movistar+, como acusa Bob Pop, el colaborador más enjundioso de Buenafuente? A ver, amigo mío, la censura directa y la autocensura inducida existen desde el big bang de los medios, porque hay mucho Karajan para poca orquesta y algunos incordian por creerse imprescindibles. La tele es adictiva y promociona un ego mortal entre los mal nutridos de autoestima. Andreu recalará pronto en TVE, al igual que Messi se fue a París. Y no sé si entonces será el mismo o una versión menor. 

Anuncios, anticipo de la Navidad

La publicidad extiende una larga alfombra de colores a la Navidad. Al marketing le gusta anticiparse al calendario, mes y medio por lo menos. Y repetir, repetirse hasta atravesar la coraza preventiva de la gente en su economía. Es la primera vez que vemos en la tele una campaña de criptomonedas, con Matt Damon como imagen y un spot épico. También se ha estrenado Mambo, succionador de clítoris, más gozoso que su rival Satisfyer y que obligará a Olentzero a hacer acopio a millares. La Lotería ha cumplido con creces y su anuncio es perfecto, rodado en el mágico Valle de Baztan bajo la dirección del trío de cineastas guipuzcoanos Arregi, Garaño y Goenaga, los creadores de LoreakHandia y La trinchera infinita. Una historia emotiva y de pocas palabras, síntesis de muchas cosas de corazón.

Es difícil entender cómo Ferrero Rocher ha transitado de Isabel Preysler a Jesús Vázquez, del glamour a lo vulgar para sostener sin que se caiga la pirámide de sus bombones dorados. ¿Tan mal está el mercado de famosos? Tiene sentido que el streamer vasco Ibai Llanos sea soporte de los potentes anuncios de Movistar, porque se deja ver y escuchar con agrado, al contrario que el nada neutral Josep Pedrerol pregonando las clínicas capilares de Cristiano Ronaldo. También es raro encontrar a una pareja -Nuria Roca y su marido, el escritor Juan del Val- apostar por el estilo Cortefiel como marca para una mayoría. ¿Y Amazon? Su logo es entrega y sonrisa.

Faltan por llegar otros grandes, como El Corte Inglés con sus elfos y Cocacola con su hechizo global. Champanes y turrones son ahora más discretos. Y así todas las cadenas rebasarán los límites horarios de los anuncios y la CNMC, inútil organismo regulador, perdonará sus multas. ¿Qué es publicidad, en esencia? Darse a conocer y hacerse querer, pero esta dualidad ocurre en contadas ocasiones.