Vasallaje de la democracia española

Parece que solo ha sido un amago que el rey emérito fuese a publicar sus memorias: libro interruptus. Qué lástima, porque me hubiera gustado saber con qué aviesa retórica esquivaría explicar el origen de su fortuna, sus delitos fiscales y también sus andanzas rijosas. Nadie le ha robado su historia, ilícito y casquivano monarca, pues usted mismo, los ominosos Felipe y Aznar y todos los poderes mediáticos, incluido el límpido Iñaki Gabilondo, ampararon sus fechorías con el peor de los silencios. La mentira favorita de los criminales es “no recuerdo”, lo que convierte la mala memoria en coartada de canallas y de parejas de mal corazón.

De las consecuencias de un “no me acuerdo” trata la miniserie Un escándalo muy real, producción británica distribuida por Max e interpretada por Michael Sheen en el papel del príncipe Andrew, acusado de violación de una menor en el contexto de su amistad con el pederasta Jeffrey Epstein. Pensó el hijo calavera de Isabel II que una interviú en la BBC con la periodista estrella Emily Maitlis limpiaría su imagen ante sus súbditos. La entrevista, de una hora y rodada en Buckingham Palace, no solo no purificó la reputación del acusado, sino que ocasionó tal bochorno ante la opinión pública que la reina se vio obligada a apartarle de la familia y despojarle de sus títulos. Y todo por un “no recuerdo” y negar su disculpa a la víctima.

Aquí Felipe VI apenas renunció a la herencia económica de su padre, le retiró el sueldo y le envío a un exilio dorado. Aquí no hay relatos televisados que expongan la impunidad de Juan Carlos I y el vasallaje de la democracia española. Aquí hablar de Bárbara y otras amantes es la fórmula para ocultar el saqueo borbónico. Y aquí nos queda el eco del chiste macabro de “la justicia es igual para todos”. 

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Dos bancos y un destino

En la batalla financiera entre BBVA y Banco Sabadell se enfrentan dos culturas bancarias y sendos estilos corporativos. Para este modesto observador de la realidad es lo más interesante que está sucediendo ahora en España, eternamente mezquina y cainita. Sin entrar en la rivalidad de intereses particulares y la posición contraria del Gobierno central a la OPA, pongo el foco en los mensajes que acompañan el desafío de estos dos colosos. Fijémonos en la publicidad mediante la cual tratan de convencer, desde distinto argumentario, al mismo público: los accionistas del Sabadell.

El anuncio del banco vasco es la narración de su histórico espíritu innovador: emitió la tarjeta de crédito antes que nadie, fue pionero como banco de la mujer, apostó por ser socio de las empresas, respondió con celeridad a la digitalización y defiende la sostenibilidad del planeta. Su lema es una pregunta con respuesta: “¿Qué banco necesita el mundo ahora?”. BBVA trata así de reforzar su liderazgo cualitativo y su credibilidad para afrontar los inquietantes retos futuros. 

El banco catalán presenta un anuncio muy estético -en su característico blanco y negro- que sintetiza el núcleo de su propuesta: libertad y madurez para decidir lo mejor. Puede parecer que se pone a la defensiva, pero es toda una épica de su trayectoria, valores y logros a través de un relato audaz, denso y ambicioso en contenidos.  Su lema es una exclamación de autonomía resolutiva: “Poder elegir es tu poder”. Al final, la comunicación de Sabadell y BBVA se extiende a la sociedad entera que aprecia la ética de la honestidad y aplaude que no se caiga en el alboroto irracional de la política. Hay, naturalmente, hostilidades en redes digitales y en corrillos. Hay mucho en juego, pero la solvencia es el mensaje.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Escoltas o mercenarios

A la guerra del relato (llámase así al choque de fábulas particulares sobre un asunto histórico) le ha salido un último episodio en Salvados a propósito de los escoltas privados (3.000, afirma Gonzo, una cifra exagerada) que vinieron a nuestro país entre el año 2000 y el final de ETA. Cuando creíamos superada esa época rancia, La Sexta se monta, no sin cierta pretensión de polémica, una narrativa que empieza patinando en el título, Txakurras (sic), falso, porque ese insulto, txakurrak, lo dedicaban ETA y la izquierda abertzale a la policía española y no a los guardas contratados para proteger a los amenazados por la organización terrorista.

El programa aborda la sordidez de aquel tiempo con los escoltas que llegaron a nuestros pueblos y ciudades carentes de formación técnica y mental, pasando del arado a la pistola y de los garbanzos al txuletón con los mejores sueldos, como mercenarios. No hubo heroísmo ni grandeza y apenas sabemos si fueron útiles o solo parte del espectáculo político. Alguno reconoce explícitamente haber deseado lo mismo que todos ellos: que ETA no se hubiera disuelto para mantener su cochina paga. Fueron sombra, cocheros y a menudo siervos de sus protegidos y supieron de la miseria de no pocos cargos públicos. Llegaron, se marcharon y aquí paz y después olvido.

El objetivo de Salvados era el blanqueamiento de los escoltas y no lo ha conseguido, más bien salen trasquilados. La broma alcanza su éxtasis con el testimonio del periodista Gorka Landaburu, tan buena persona como sectario en su relato favorable al Estado español sobre el conflicto antiterrorista. Pedir un “reconocimiento nacional” a los guardianes y decir que salvaron 1.500 vidas es tan hiperbólico que mueve a la carcajada. Con lo sencillo que es dejar de vivir del cuento.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

La culpa vuelve a ser del mensajero

El idioma se sublima en los libros y se degrada en la tele normalizando el mal hablar. Pocos comunicadores y tertulianos, ¡y no digo políticos!, se salvan de la plaga del lenguaje empobrecido. La ignorancia está detrás de las palabras voladoras que bombardean la verdad sin que una red antimisiles la proteja. ¿De cuándo data el rechazo a las redes sociales digitales como el peor enemigo de la humanidad? Desde su mismo nacimiento, pues la democratización de la comunicación (y esa es su gran utilidad) la percibieron como amenaza los propietarios de las viejas tribunas.

Algo parecido había ocurrido años atrás con la llegada de la televisión y su peligro de hacer desaparecer la radio y la prensa. Nada de eso se cumplió. Con la invención de la imprenta la Iglesia perdió el monopolio de los libros; pero su poder, incluida la censura, se ha extendido hasta nuestros días. No, las redes sociales no son el demonio y si su mal uso da pie a la propagación del odio la culpa es de la existencia y práctica del odio. Si jóvenes y adultos se precipitan en su uso adictivo, la responsabilidad es de su necedad. Los pontífices de la opinión pública exigen ponerles límites y filtros para nuestra eterna salvación.

Otra gran mentira es la emigración ilegal, bandera de fascistas y pusilánimes. Y no, no existe la emigración ilegal: existen las personas. Y las personas no son ilegales por muy irregular que sea su situación. “No estamos contra los emigrantes, sino contra la emigración ilegal”, proclaman los ultras, Albiol y hasta el Gobierno. Es una trampa inmoral dividir a hombres y mujeres en legales e ilegales, estrategia de deshumanización tan vieja como el mundo: antes las brujas, los herejes, los revolucionarios y ahora los migrantes. Cuidado con los que nos inducen a no pensar.

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Ver de cerca o ver de lejos

Desde la experiencia del telespectador y el lugar donde vive, hay cuatro clases de televisiones: lejanísima, lejana, cercana y cercanísima. La primera son los canales globales, de influencia mundial; la segunda es la tele estatal, uniformadora; la tercera son los canales autonómicos, defensores de una identidad y, por último, la más próxima es la tele local, de tu barrio y tu pueblo. Lo que en realidad las distingue es la información y la cultura, empezando por el idioma. ¿A quién le interesa si llueve en Cincinnati? En lo demás todas son homologables. La España cainita se cierra al bipartidismo Broncano o Motos (algo así como Sánchez vs. Feijóo), pero Euskadi se abre a su diversidad.

Tenemos en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa unos 20 canales locales. Nacieron en autodefensa de las raíces frente a los grandes tinglados. No pocas murieron en el camino porque había más idealismo que recursos, más aventura que certezas. Las que quedan son supervivientes, proyectos heroicos y escuelas básicas de periodistas. Un referente es Yolanda Alicia González, fallecida el pasado año, impulsora de Tele7 al servicio de la margen izquierda del Nervión. Admirable Yolanda, al igual que tantos que siguen en activo, como Joseba Solozábal, querido compañero de pupitre en Leioa.

Las teles locales hacen encaje de bolillos. Dependen de ayuntamientos con los que trenzan convenios, hacen publicidad del pequeño comercio, apoyan a clubes e iniciativas del pueblo, emiten teletienda y hasta recurrieron al porno. Las hemos visto cámara al hombro en nuestras fiestas, inagotables. ¿Qué haríamos sin ellas? En su épica me recuerdan la historia de las revistas literarias, la radio clandestina y los movimientos vecinales. Son imprescindibles, amigas y testigos de lo más cercano. ¡Viven!

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ