Disputas cinematográficas matutinas con el informe PISA al fondo

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Hoy, en el desayuno de los martes, ha aparecido por fin Itziar – Itzi para los amigos.Todos estábamos a la expectativa, sobre todo las colegas que piensan sotto voce que, en realidad, es una proto-novia de Mikel.

En nuestra mesa del Iruña, hemos ido muy moderaditos, de café y pintxo de  tortilla,haciendo preguntas básicas del tipo trabajas o estudias pero adaptadas a su edad ( unos cincuenta. Y todo iba bien hasta que Itzi ha comentado que le gustaba mucho «La cinta blanca» del director austríaco Michael Haneke.

Laura no ha dicho ni mu porque no le sonaba de nada, Marta le ha mirado directamente a Patxi al que casi se le salen los ojos de las órbitas.

«Ya»-ha dicho nuestro realizador doméstico -» y supongo que también te gustará Lars  Von Trie, ¿no?».

«Pues sí….Bueno,  tú te dedicas al cine, según me han dicho».  Pero Patxi no se ha podido contener: » A mí no me  va ese cine para pijos masoquistas hecho por godos retorcidos que van con pajarita «.

Itzi ha bajado los ojos y Mikel ha cambiado de  tercio preguntándole qué aceite esencial había preparado durante el fin de semana… Tendremos que esperar a otra ocasión o a otro tema. Yo, por otro lado, he recordado, lo que solía decir el camarero de un bar al que antes iba a menudo cuando algún cliente le comentaba  una película: «Yo no voy al cine. Con lo que veo desde la barra tengo suficiente…»

Por lo demás, la tertulia se ha ido diluyendo hablando del famoso Informe PISA, de lo cual daré cuenta próximamente porque,como en los toros,  ha habido, división de opiniones, y alguno ha recibido algún que otro rejón ( que no de muerte…No somos exactamente taurinos.

 

 

«El origen de la familia…», según Patxi ( otro cuento pre-navideño)

He quedado con Patxi en el Parque de Doña Casilda para comentar, mientras caminamos, el guión que me pasó hace un par de meses. No es fácil charlar de cine con Patxi: es mejor dejarle hablar, que se explaye.

Porque  siempre le ha gustado  el humor  del Woody Allen de Manhattan y la contundencia social del Ken Loach de Lloviendo piedras, y , aunque, según suele decir, a él lo que más le hubiera gustado es haber sido el Rohmer  de La genou de Claire, en el fondo aspira a ser como el Spielberg de Indiana Jones. Así que sus guiones son de difícil, digamos, evaluación…Por eso, antes de volver a darle un bocado a la herencia familiar ( «donde no hay venta ha de haber renta» que decía Pierre Bourdieu hablando de los artistas), los pasa tímidamente a los más amigos.

Llega el colega y comenzamos nuestra andadura entre magnolios irisados.»Bueno, ¿qué tal?» Le tomo del brazo, cabeceo…»¡Venga! ¡Suéltalo ya!».»No sé, no lo veo muy cinematográfico» digo yo como quien no quiere decir nada. «¿Y eso?» «Mucho diálogo, demasiado, y muy estático, parece una obra de teatro o un guión más para ser leído  que para ser filmado». Se suelta de mi brazo y tuerce el morro. «Además eso de  que el protagonista se enamora de una lesbiana que ya está emparejada y que , no se sabe cómo, va a tener un hijo…» «Ya, ya» me corta. » …Y que  al final van a montar un trío…Bueno un cuarteto…» Patxi no puede contener la risa y yo tampoco. «Lo mejor, el título», le digo todavía entre arcadas, » eso de la La Santísima Trinidad o el Origen de la familia , bueno, muy bueno…»

Nos sentamos en un banco frente al estanque de los patos y, en silencio, nos dejamos llevar por el fino cantar del agua de la fuente. Patxi me coge del hombro sin mirarme. Cualquiera que hubiera pasado en este momento por delante  nos hubiera tomado por una vieja pareja salida hace bien poco del armario.

Peatón de Madrid ( con permiso de M. S-O)*

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Siempre que vengo a Madrid, me gusta  disponer de un buen rato para pasear a mi aire. Es algo que ya forma parte del pacto doméstico, por lo que  ayer  por la noche, cuando les comenté a mis chicas que hoy saldría a primera hora del hotel  no se extrañaron.

Así que me he levantado pronto y he ido a desayunar un chocolate con churros al Café del Príncipe. Hacía bastante frío- no creo que la temperatura llegara a cinco grados- pero lucía uno de esos cielos azules y luminosos  que tanto le gustaban a Pío Baroja (  y a mí).

Luego he hecho el recorrido de siempre. He subido por la Gran Vía y he torcido hacia la calle San Bernardo. He comprobado que sigue en su sitio la Farmacia Deleuze y también la nueva librería Fuentetaja. Y caminando  a paso lento, sin afán deportivo alguno y casi en total soledad, he llegado hasta el cruce con Malasaña y por ella hasta la calle de Ruiz.

El Café de Ruiz estaba abierto y he entrado para sorpresa de un camarero que colocaba tazas desganadamente.He pedido «uno con leche» y ahora estoy escribiendo esta cuartilla.

El lugar, que apenas ha cambiado, me evoca momentos importantes de la vida. Aquí me recogía durante el servicio militar (sí soy de quienes hicimos la mili) para leer al calor de un té. En sus mesas- creo que me he sentado en todas-  escribía una poesía social que ahora me daría verguenza releer. Y una tarde conocí a Marga que se sentaba en una mesa contigua  para hacer más o menos lo mismo que yo, según nos dimos cuenta rápidamente. Luego me enteré de que ella era trotska y, siendo yo pro-chino, tuvimos todavía más que hablar…¡Qué habrá sido de ella!

Pero, en fin, será hora de ir retirándome. Los pactos, a pesar de lo que dicen los postmodernos que no han pasado por la modernidad, son para cumplirlos.Lo haré desde la glorieta de Bilbao. Las chicas quieren ir al Rastro – visita obligada- pero a mí me gustaría también ir a ver la exposición que acaba de inaugurar Vicente Verdú en la Galería David Bardía. Hace tiempo que le sigo la pista a este escritor que tambien pinta (Por aquí tenemos otro que además le da a la foto :Javier Mina.

Y , después,unos calamares y » Bienvenidos al Norte»(2006) , analógica y , acaso, curiosa precuela de «8 apellidos vascos»(2014).

* Peatón de Madrid  (2003), de Miguel Sánchez-Ostiz es el libro más sugerente de todos lo que  conozco, acerca del callejeo por la capital del Reino.

 

Desde la Cervecería Alemana ( cuento pre-navideño)

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Aprovechando este puente- acueducto hemos venido a Madrid. Las chicas se han ido de compras y yo he quedado con Javier  en la Cervecería Alemana de la Plaza de Santa Ana, uno de nuestros lugares sagrados.

Javier es escritor –  si digo su apellido, todo está perdido. Es calvo y bajito, pero del tipo de los graciosos. En algunas fotos antiguas, pero no muy antiguas porque es un sesentón reciente , aparece con una melena deshilachada que anuncia su ya inminente alopecia. Por ejemplo, en aquella foto que le hizo su ex y mi luego ex  Cristina en la terraza de Aux Deux Magots durante su etapa parisina. En realidad, todos tenemos alguna foto en esa terraza porque era  el certificado oficial de que se había estado en el París que merecía la pena, el de los escritores y los filósofos, y sobre todo el de la proto-escritora-filósofa Simonne de Beauvoir.

Hace mucho tiempo que Javier ya no vive en París y, de hecho, es el único de la cuadrilla que ha conseguido por derecho propio llegar a llamarse escritor, reciclados los demás y las demás en el periodismo y la universidad. Ahora vive en Madrid, en el último piso de un edificio dieciochesco que da a la Plaza de Santa Ana.

Ha bajado hasta la Cervecería Alemana y hemos pedido un poco de lacón con grelos y dos cervezas sin alcohol. Los dos nos hemos reído, y mucho, recordando todo lo que habíamos bebido juntos cuando beber era signo y síntoma de hombría, sobre todo en la capital sanferminera de nuestra oscura provincia originaria.

Mientras comía desganadamente un poco de lacón, me ha dicho que se ha pasado de la novela al ensayo porque ha llegado a la conclusión de que las novelas son  sólo narraciones infantiles para adultos.

No sé si ha sido por lo de «narraciones infantiles», pero el caso es que, casi sin darme cuenta, me he fijado en un crío negro negrísismo que me miraba embobado con unos preciosos ojos grandes desde la mesa que ocultaba rítmicamente la calva de mi amigo. De los ojos del niño, la mirada se me ha ido hacia el rostro de la madre, más rubia que si se hubiera teñido el pelo con camomila intea. Repentinamente he comprendido la inter-multi-culturalidad de que hace gala el barrio aledaño de Lavapiés. No obstante, más allá de esta radical revelación epistemológica, he dado un respingo al percatarme de que la rubia en cuestión era el fiel retrato de Lucía, la protagonista de una novela de Javier, que se titula precisamente Plaza de Santa Ana.

«Tienes detrás a una tía que parece tu Lucía de la calle del Olivar», le he dicho a mi amigo  en un susurro. «Ya, ya», me ha respondido, «procura que no me vea». Y a continuación ha levantado la mano para llamar al camarero. Yo pensaba que iba a pagar rápidamente para levantarnos y marcharnos con discreción. Pero no. Se ha pedido un gin-tonic y, claro, yo me he tenido que pedir otro. Lo cual que hemos vuelto a las andadas, aunque yo, más que todo, por solidaridad.

Antes de que mi estado se deteriore, voy a enviar un whatsapp a las colegas  para darles cuenta de mi situación y para que vengan a rescatarme…

Tutólog@s o Expert@s en generalidades

 

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Esta mañana Marta me ha comentado por teléfono que ayer en una comida familiar su cuñado, que trabaja en una ONG, dijo muy exaltado que no comprendía porqué sus hijos tenían que estudiar filosofía , si no valía para nada. Y que ella, que es precisamente profesora de filosofía, estuvo a punto de contestarle: » Yo no sé para que hay ONG´s, si para lo único que sirven es para mantener a sus trabajadores», pero que se calló por no armar la gorda.

Cuando he colgado, he estado dándole vueltas a esta anécdota. Sí, en esta horizontalidad que ha generado  la televisión y las redes sociales, cualquiera cree que está capacitado para opinar de lo que sea cuando le dé la gana. Y si esta tutología se refiriera al ámbito familiar, como es el caso, el asunto no tendría mayor trascendencia.Pero ya sabemos que el 70% de los pacientes que acuden al médico, miran luego en internet para asegurarse del diágnostico o que incluso algunos le piden directamente al facultativo la dispensación de tal o cual fármaco. Y también que cualquier padre o madre puede reprochar al maestro o maestra de turno desde el nivel de conocimiento de sus hijos hasta el tipo de dieta que se lleva en el comedor escolar, citando  como fuente el programa de AR. O que  hay trabajadores sociales que no pueden hablar muy claramente por temor a ser tildados de racistas o sexistas. A todo lo cual, por supuesto, colaboran, y mucho, los médicos que ya no tocan a los enfermos, los profesores que tan sólo leen en clase power points y los trabajadores sociales que no levantan la mirada de la pantalla del ordenador. Pero aún así…

El famoso Pierre Bourdieu se negó en redondo a ir a un programa de televisión sobre las sectas en el que él iba a participar como sociólogo junto al dirigente de una conocida secta de ámbito mundial. «Esto no es democrático sino demagógico» afirmó en una nota.

Hace poco recibí uno de esos mensajes que suelen circular por las redes sociales con cierto éxito. Decía más o menos: » Si en este país la gente hablara sólo de lo que sabe, se produciría un gran silencio que podriamos aprovechar todos para pensar un poco».

La propuesta no es descabellada: así dejaríamos de ser expertos en generalidades como se jactaba de ser un divertido periodista de Pamplona.

Pues eso, que diría Paco Umbral.

La mirada del maestro

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Ayer recibí la noticia de la muerte de dos personas que sólo conocía de referencia. Una era un conocido psiquiatra, innovador y también catedrático de la Universidad del País Vasco. La otra, el profesor de Ciencias Sociales de mi hija, fallecido en plena madurez.

Supongo que los dos habrán dejado su particular huella,  como suele ocurrir con quienes trabajan con personas y no con cosas. Lo que se recuerda son, por supuesto, las mejores anécdotas,  pero también el tono de una voz, un gesto mil veces repetido, un olor que se volvió cotidiano … Todo lo que tuvo, en fin,  que ver con aquel permanente vis a vis en el que se podía querer, pero no amar. Todo eso que parece que se está perdiendo con la horizontalidad opaca que genera el uso desmedido de las TIC.

Así cada uno y cada una suele haber tenido un maestro o una maestra, en el sentido antiguo de la palabra. Desde la educación infantil hasta la universidad.  Yo he tenido  varios y , a estas alturas de la vida, a quien más recuerdo es al  profesor Jesús Arpal.Cuando se jubiló escribí ( y leí en un acto público en su homenaje) estas líneas :

“ La mirada del maestro. Se echará en falta al maestro cuando ya no podamos seguir su mirada. Quedarán, desde luego, sus libros, los artículos desperdigados que  algunos discípulos encariñados intentarán recopilar, y también  el recuerdo de sus lecciones dentro y fuera del aula. Y quizás unas gafas o un pequeño cuaderno de notas. Pero no quedará su mirada.

Aquella mirada que  señalaba un paisaje o un paisanaje en el silencio de un viaje,  que apreciaba el color tostado de un vino nuevo o que  se aguzaba, concentrándose todavía más  en un texto cien veces leído. La mirada del maestro. La mirada que enseñaba, también, a mirar”.

Y tú, querido lector, querida lectora, ¿ la mirada  de quién recuerdas?

 

 

Se fue El Comandante y (Silvio ) mandó a cantar…

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Hemos trasladado el desayuno de los martes a este miércoles  a cuenta de la Inmaculada Constitución. Koldo está hoy muy bronco a pesar de que todavía no ha bebido nada ( yo creo que  ha hecho mal en cogerse toda la semana  libre, pues ya se ve que le falta la fricción de los psicópatas a quien trata).

El caso es que le ha dado por despotricar contra Castro, y tanto más  al ver «el paripé del enterramiento de sus cenizas» ( sic). Así que ha apuntado  y disparado no sólo contra El Comandante, sino, de paso contra Stalin, Mao y …Ceaucescu.

Laura, que no suele intervenir en este tipo de discusiones, ha apuntado – aunque no ha disparado- los casos de Hitler,Mussolini, Franco o Pinochet.

Y en este punto, Marta, como siempre, ha soltado su parrafada: «A mi me pilló el derrocamiento de Ceaucescu en Paris. La televisión francesa estuvo retransmitiendo minuto a minuto la huida de los Ceaucescu, su captura, juicio y fusilamiento. En un momento el dirigente rumano soltó ante las cámaras de  televisión: < En este país no había luz ni agua potable cuando llegué al poder…La gente se moría de hambre…¿Qué rumano no tiene hoy un frigorífico? ¿Por conseguir esto me queréis juzgar?>…»

«¿Y?»  le ha contestado Koldo mosqueado. «Pues que a lo mejor, o a lo peor , todos estos dictadores de izquierda tan sólo estaban haciendo , sin saberlo, una revolución burguesa exprés…Como hoy se puede comprobar en China o en Rusia…»

Y en este punto, Patxi, ha repetido, lo que siempre suele decir cuando se habla de la isla caribeña: «Sí, pero a ver quién de todos esos  dejó que apareciera alguien como  Silvio Rodríguez* o  Pablo Milanes…»

Supongo que el tema va a dar para muchos martes. Ya lo iré contando

*»Te doy una canción»:

 

 

 

 

La poesía, ¿es un arma cargada de futuro?

Ahora hace un año se publicó Breve Ensayo de Cartografía (haiku) con ilustraciones de Pedro Salaberri. Me apetecía y mucho publicar este libro  tan ahistórico y tan  falto de “compromiso”, pues estaba saturado de abstracciones sociológicas  y de escritos urgentes y , sin duda, necesarios,

No sé si la poesía es un arma cargada de futuro, como decía Gabriel Celaya  en sus Cantos Íberos, publicados el mismo año de mi nacimiento.  Y probablemente yo también hubiera escrito entonces  aquello de:

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Pero no es el caso. El enemigo estaba  en ese tiempo campando a sus anchas y la calle era suya, como casi todo. Tenía nombre y apellidos. Y había una clara linea divisoria que él mismo había impuesto a sangre y fuego.

Ahora, sin embargo, el enemigo está dentro, forma parte de nosotros , crece como un alien y lo alimentamos poco a poco sin darnos cuenta de ello. Somos el fiel espejo de su devoradora productividad y de sus palabras grandilocuentes y pretenciosas.

Yo sólo  pretendía con aquel libro abrir un hueco en la mente  de quien lo leyera.Y, así, sin rehuir la guerra que no tiene fin, poder disfrutar de un momento voluntariamente antiheróico, como samuráis entre batalla y batalla.Y «perdernos en lo cotidiano para encontrar lo maravilloso”, como decía Octavio Paz.

«Día sin bici», una propuesta de Marta.

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Marta llegó ayer al vermouth ( en realidad al bitter sin alcohol) echando chispas. Había atravesado el paseo de Abandoibarra dificultosamente porque, con el macro-puente festivo, estaba petado de guiris haciéndose selfies hasta  con las señales de tráfico. Pues bien, a pesar de que hay una , precisamente , de estas señales que indica la prohibición de circulación de bicicletas, esforzados ciclistas,  y hasta dos familias completas con dos y tres niños respectivamente, bien protegidos con cascos y rodilleras, intentaban abrise camino  haciendo eses entre la muchedumbre y  ocasionando no pocos sustos e imprecaciones.

«Yo ya ni les recuerdo que, un poco más arriba, hay un carril- bici…Además no voy a ir de policía muncipal cuando es más que evidente que los titulares pasan del tema por aquello de favorecer la convivencia…»

Como yo ya me he posicionado en este asunto en otras ocasiones,  no he podido sino darle la razón: recordar a los y las ciclistas que  no pueden ir por las aceras, o en su caso que deben usar su carril, que para eso está, es una labor inútil y hasta peligrosa. Ni siquiera el hecho de que haya habido ya varios atropellos con fuga – como hace poco en Durango- o con resultado mortal como en Barcelona, mueve al personal a la menor reflexión.

Pero Marta  quiere ir más allá. Está dispuesta a hacer una campaña de recogida de firmas para celebrar  lo que ella llama el «Día sin bici», réplica conceptual- se le nota aquí que es profa de filosofía- del «Día sin coche». Tal y como van las cosas, con estas derivas cool de los delirios colectivos, no sé si va a tener mucho éxito…

«La Codorniz» y el enano saltarín de El Pardo

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Mikel me comentó ayer que dos (excelentes) alumnas del Programa Erasmus  habían presentado en su clase un trabajo, comparando  el sistema educativo de Mussolini y el de Franco. Por lo visto, el de don Benito salía ganando en la comparación porque por lo menos, como  en todos los fascismos, incorporaba ciertas tendencias vanguardistas, a diferencia del de don Francisco que se presentaba retrógrado hasta la médula. Aún así, Mikel les recordó que Franco había durando en el poder treinta años más, lo cual que son muchos años.

Ya Manuel Vázquez Montalbán ( ¡Manolo! ¿Por qué te has ido?), en su Autobiografía del general Franco, había  señalado que  don Francisco era un matarife y un soso. En lo de matarife había hecho tanto monta  monta tanto con Sanjurjo y con Mola  ( hasta que desmontó a  este último porque le hacía sombra ); pero como también era un soso, tuvo que transferir  el carisma a José Antonio Primo de Rivera, cuya fotografía siempre aparecía junto a la del dictador en todos los edificios públicos. Y para legitimar esta transferencia, don Francisco montó una Falange Tradicionalista y de las  JONS (Juntas de la Ofensiva Nacional Sindicalista) que resultó ser un fiasco  galimático y político que  no contentó a  nadie, por mucho que al «Arriba España » de los carlistas y su boina roja, se sumara  el «Viva España» de los falangista y su camisa azul.

Así , poco a poco, la situación se fue volviendo un tanto trajicómica y muy dada al chiste, último recurso del oprimido. Ya  la revista satírica del Régimen- La Codorniz, dirigida por Álvaro de Laiglesia- se la jugó en su número celebraticio de los 25 años de Paz, añadiendo en la contraportada un «ciencia» con lo que la cosa quedaba  en » 25 años de paz…ciencia».

«Pero , para mí»  ,concluyó Mikel, » lo del < enano saltarín de El Pardo>  siempre fue el mejor apelativo, pues  imaginaba a don Francisco dando saltos, intentando apagar la luz permanentemente encendida de su despacho , sin llegar nunca a conseguirlo …»