Escudo de Blanca I de Navarra
Hoy, por fin, he podido comer una caponata, un guiso a base de berenjenas, apio, tomates, olivas y alguna que otra alcaparra, que es, para mí, un resumen perfecto de la comida siciliana.
He acompañado la caponata de una gran salchicha fresca a la plancha que recordaba mucho a la butifarra catalana. Según dice Leonardo Sciascia, el Reino de Aragón dejó por estas tierras, entre otras muchas marcas más olvidables, la marca gastronómica ,y así es fácil que te ofrezcan para comer lentejas , garbanzos, o chocolates inspirados en los turrones de Alicante o, incluso, una variante del resolí catalán.
En cualquier caso, la caponata de hoy ha caído frente al Castello de Donnafugata, muy cerca de Ragusa. La etimología dice que el topónimo viene de la corrupción del árabe «Ayn as Jafat» – fuente de la salud- que se convirtió en Ronnafugata, italianizándose luego como Donnafugata. La leyenda, sin embargo, cuenta que en este castillo estaba encerrada Blanca I de Navarra, reina consorte de Sicilia y viuda del rey aragonés Martín el joven, y que siendo requerida a casarse por la fuerza con Bernardo de Cabrera para convertirse este a su vez en rey, huyó hacia la corte navarra en 1415, de donde el castillo paso a llamarse de «donna fugata» o sea Donnafugata.
Todo esto nos lo ha contado don Augusto, un sesentón hiperactivo de pelo cano que regentaba la trattoria y que nos ha obligado a sentarnos de nuevo en la mesa cuando ya nos habíamos levantado para pagar, porque nadie se podía ir de allí sin probar sus dolci, en este caso unos pequeños canoli rellenos de requesón y acompañados de una gelatina de canela que estaba para chuparse los dedos.