
Una vez más, desde el Taller literario que coordino, me ha llegado una voz. Es la de Valentín Riaño contándonos un paseo matutino y su encuentro con unos versos del poeta siciliano y Premio Nobel de Literatura Salvatore Quasimodo:
«Iba distraído, pensando sin pensar, dejándome llevar en la mañana. Solo mis piernas estaban alertas, solo mis pies sentían la firmeza del día. Mi cabeza alocada en un sin parar y un sin sentir. Luz en mis ojos que decidían mirar sin ver y en la soledad la boca ciega. Todo para mí, nada para mí. Todo y nada, qué profundo pensamiento, el pasado y el futuro.
Algo me avisa, algo distinto. Y la parada del autobús convertida en biblioteca, en la ofrenda al ánimo, en la farmacia cultural. Y allí varios libros en el escaparate, una oferta abierta sin contrapartida.
Me paro y releo los títulos en su vejez eterna. Noto el llanto de uno de ellos, y lo recojo en mis manos, como un tesoro renacido, como un bebé añorado. Poesía lisa, poesía llena, líneas apresuradas y tiernas, versos en estallido de pureza y de complicada sencillez. Me quedo ensimismado, conmovido y absorto por la musicalidad de unas palabras enteras. Sin necesidad de saber, de entender, solo vibrar con las estrofas cálidas.
DAR Y TENER
Nada me das, no das nada,
tú que me escuchas. La sangre
de las guerras se ha secado,
el desprecio es un deseo puro
y no provoca un gesto
de un pensamiento humano,
fuera de la hora de la piedad.
Dar y tener. En mi voz
hay al menos un signo
de geometría viva,
en la tuya, una caracola
muerta con lamentos fúnebres.
(Salvatore Quasimodo 1901-1968)
Otra vez la tristeza en la cruda batalla diaria. Y en la tergiversación del poeta. Tener y no dar, ¿es que todo se resume en eso? Un clamor de egoísmo. Así, la banca lamenta su derrota y se olvida de la miseria que contagia. Y el resto gritamos en el silencio del pavor, sin querer mover una coma de la vida conocida.
Desprecio y piedad es lo que nos queda en el sollozo. Y vivos y muertos andando como espíritus descompuestos.
Hay alguien puro que habla en la reivindicación del ahora, paseándose por nuestros funerales, empujando los ataúdes en que nos hemos convertido.
Miro detrás y miro delante, todo es igual, árido en un mundo sin remedio.
(c) Valentín Riaño








