No hace tanto que a las cosas se les llamaba por su nombre, antes de que el pseudo cientificismo publicitario plagado de terminología abiertamente rebuscada para pasar por bueno el discurso de charlatan, hubiera hecho mella en todos los parámetros de la vida cotidiana, de modo que, al niño travieso, ahora se le dice hiperactivo o a los abusos del colegio se les adscribe al moobing escolar, por lo que no ha de extrañarnos que a lo mas natural del mundo, cual es odiar el trabajo, se le haya encontrado un término más acorde a la moda imperante: síndrome postvacacional.
La primera vez que oí hablar de esta epidemia galopante, entendí mal su ínclito significado; Lo conceptualicé como el cuadro mental que se configura en personas que, obligadas a trabajar durante los periodos estivales, se ven profundamente incordiados por un continuo goteo de exóticas postales provenientes de los mas hermosos lugares, remitidas por familiares y amigos que, sin miramiento alguno, le describen al dorso lo bien que se lo están pasando de vacaciones, sin reparar que con ello sumen en una profunda depresión a sus destinatarios. Así, de las postales vacacionales que irritan al Rodríguez de turno, deducía yo que provenía este insólito padecimiento.
Es curioso que las personas propensas a sufrir el síndrome postvacacional sean las mismas que suelen padecer igualmente el estrés laboral, el cansancio crónico, fatiga general y acumulen bajas los lunes y días de entrepuente. Pero lo que más llama la atención, es que, quienes curran por verdadera necesidad, apenas muestran ninguno de estos síntomas, como tampoco se conoce que ningún esclavo corra el riesgo de sucumbir ante estos males del siglo XXI, y de sufrirlos, será como las almorranas: en silencio. Pues, aunque ustedes no se lo crean, las enfermedades psicosomáticas de los trabajadores tienden a acumularse durante los periodos festivos cuando la precariedad, el miedo al despido o la necesidad de trabajar es mucha; Sin embargo se desplaza hacia las jornadas laborales, según va aumentando la estabilidad y disminuyendo la necesidad de mantenerlo.
Amigos con hijos, me han comentado que este síndrome, normalmente afecta a gente impar, sin cargas ni preocupaciones parvularias. Según me dicen, la vuelta al trabajo es todo un alivio que les permite descansar de la desquiciante jornada de 24 horas al día los 7 días de la semana durante todo el verano no lectivo, teniéndose que ocupar de los niños sin perderles de vista ni un solo minuto. Este acertado apunte, viene a reforzar la impresión arriba apuntada afianzándome la idea de que el síndrome postvacacional desaparecerá por completo con el aumento del paro, la precariedad laboral, la bajada y congelación de los sueldos, el despido libre, los contratos basura, recetas todas ellas provenientes FMI que dan excelentes resultados en tres cuartas partes del mundo, donde no se conocen casos de esta enfermedad y grandes poblaciones como India, China o Corea parecen genéticamente inmunes a la misma. Por esta razón, muchos expertos económicos están inclinados a sospechar que este síndrome, como la aparición de la anorexia y la bulimia, describen una epidemia típicamente Occidental.