Y de pronto…
Un haz de luz blanca cegadora,
pura, prístina, impoluta, virginal, plotiniana,
derrama desbocada sus fotones en huida singular ex nihilo.
De la nada.
Quedando determinada, en la realidad espacio-temporal por ella misma trazada.
Desde el primigenio estallido.
Instante oculto escondido.
Momento que no alcanza el pensamiento.
Arrebatado por la curiosidad.
Recóndito confín del Universo,
cuando el confuso y escurridizo infinito
comienza a percibirse como inverso,
en grisácea frontera de Eternidad,
por siempre la oscuridad.
Perdido el conocimiento
en sigilosa quietud,
impertérrita frialdad,
del último suspiro,
destello que atraviesa tinieblas a supina velocidad,
sin apreciar vértigo en ello.
Acaso la soledad,
de verse lontano, diminuto, en tan inhóspito firmamento,
provoque nostalgia dando lugar al colapso.
E ipso-facto,
repliegue con igual fuerza y vigor,
invirtiendo lo acontecido,
retornando la flecha del tiempo
al arco del que ha salido.
Entre tanto movimiento, sin aliento estupefacto
Heráclito goza del espectáculo:
Infinidad de partículas que giran como centellas, satélites, estrellas,
planetas, galaxias,
pasean por el Cosmos entre nebulosas de colores,
cinturones de asteroides,
repentinas supernovas,
diseño inteligente trazado con escuadra y compás,
por un Pitágoras y un Kepler, que le añaden melodía, ley, orden y regularidad.
En una insignificancia,
en torno a una perdida estrella,
un pequeño planeta azul exhibe orgulloso
grandes montañas de blancas cumbres,
verdes valles, surcados por ríos cristalinos
que plateados serpentean por amplias llanuras
donde corretean libres y dichosos
bajo el celestial arco iris, de paz
elefantes y jirafas, ciervos y cocodrilos, tigres y gacelas, hipopótamos con sueñecito.
En tanto que frondosos bosques aúpan cedros, robles, baobás
elevando al cielo sus copas,
ramilletes de pajarillos, acuden a sus ramas
surcando intrépidos el viento,
dejando sin aliento,
las nubes de algodón.
Más tranquilas las abejas vespertinas
regresan de flor en flor
camino de su colmena.
Cuando se extingue la luz del día
en tan plácida Arcadia,
hacen su aparición
ensoñadoras luciérnagas para acompañar a la luna
que sonriente se apoya en la laguna
y en las olas del mar,
para iluminar a caballitos y estrellas que entre laberintos de coral
juegan con las caracolas, a escondidas de Poseidón
aguardando la venida de Narciso, que está al llegar.
En este paraíso sin igual,
aparece quien se reconoce superficialmente
en la duda,
entre tanta exuberancia de natura,
sustancia por casualidad la esencial, cobrando forma de conciencia:
Es el Yo, que se pregunta:
¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Hay algo superior?…
Perplejo, anonadado,
intrigado por su descubierta capacidad de reflexión…
¡ Álzose sobre el suelo!
Izó la cabeza oteando el lejano horizonte al que encaminó sus pasos
hacia donde nace el sol,
con la esperanza de dejar atrás el Hades, el ocaso, la penumbra,
sombra que atosiga, a los retoños que tomarán su testigo,
con ayuda de la cultura, mitos, leyendas, costumbres, supersticiones
pero también,
historia, técnica, ciencia, filosofía y religión
que le posibilitarán contemplar la inmensidad de la maravilla,
en la que discurre su existencia, su vida,
repletas de intuición,
sensibilidad, sentimiento, razón, verdad, paz y amor…
Y en lo más sublime de su inmanencia,
Entenderá, que lo importante es haber sido,
haber comprendido, que todo es uno y lo mismo,
en un eterno retorno sin fin
que se despliega y contrae
haciendo todo de la nada,
desde un punto ínfimo, diminuto, minúsculo, matemático,
donde el Ser y la Existencia,
se encuentran contenidos
numerados, nombrados, pensados, subsumidos.
hola amigos
mis bellos los tengo de punta en este momento
q Bonito
chauuu
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