Quien más quien menos, ha tenido conocimiento de los experimentos llevados a cabo por la CIA en colaboración con varias Facultades de psicología de EEUU durante la Guerra Fría, cuyos departamentos de Psiquiatría no dudaron en participar en programas de “Seguridad Nacional” de sospechosa legalidad, en pos de averiguar la posible resistencia mental de los soldados en caso de caer en manos enemigas, como el tristemente célebre “Proyecto MK-Ultra” dirigido por el criminal Ewen Cameron, consistente en administrar altas dosis de electroshocks a pacientes internados en su hospital -por supuesto sin su consentimiento ni el de sus familiares del todo ajenos a lo que se maquinaba en aquellos perversos laboratorios- para provocarles una regresión radical hasta hacerles olvidar los aprendizajes más fundamentales, como hablar, andar, comer, etc, para después, reprogramar su entero comportamiento; como se ha podido averiguar tras concienzudas investigaciones, denuncias de afectados, y sobre todo, la desclasificación oficial del material secreto por parte de la administración Clinton, la primera parte del programa, la regresión y borrado de memoria de los infelices que eran escogidos arbitrariamente a tal efecto, tuvo un éxito aterrador, no así la segunda parte, de reprogramación y recuperación de la identidad del paciente; Bueno, tampoco es que fuera del todo un fracaso… Sabemos que, aquellos estudios no pasaron desapercibidos a los estrategas político-militares estadounidenses de aquel entonces inmersos en la demencial dialéctica con el Bloque Soviético, y al menos sirvieron para modernizar las sanguinarias técnicas de interrogación, inaugurando una etapa más exquisita en la sádica administración del dolor y el arte de la tortura que para cuantos creían se había refinado con la Pena de Muerte en silla eléctrica o cámara de gas, supuso toda una sorpresa, cuyas enseñanzas todavía siguen aplicándose en Guantánamo, Abú Grhaib, y los FIES en España sin ir más lejos, y de paso, para realizar eficaces terapias a ciudadanos anónimos reprogramados como Asesinos durmientes que solo responderían a su nueva oculta identidad ante un eventual inducido estímulo, como pudiera ser una determinada melodía en la radio, o la lectura de un libro como “El guardián entre el centeno” del enigmático Salinger, por no meterme en la famosa “Operación Kaos” que a decir de muchos expertos todavía permanecería abierta como demuestra el caso de Michael Jackson. En cualquier caso, por mucho que profundizáramos en la cuestión, no sacaríamos más en limpio que lo que en su día alguien metiera allí dentro, y nos quedaríamos sin dar con el “Quid” de la cuestión, de no ser que nos tomásemos la molestia de leer a la genial autora de “No logo” Naomi Klein, que en su nueva obra “La doctrina del Shock” relaciona esta sórdida historia psiquiátrica y los experimentos antedichos realizados a mediados del siglo pasado, con la doctrina económica Neoliberal de la Escuela de Chicago, asociando con brillante argumentación la ideología Capitalista del “Libre Mercado” de su preboste Milton Friedman, con los experimentos realizados en su laboratorio por Ewen Cameron, encontrando importantísimos puntos de contacto entre los tratamientos de shock que administraba a sus indefensos pacientes aquel desalmado psiquiatra patrocinado por la CIA -para hacernos una readaptada idea, lo narrado en la ficticia Shutter Island de Scorsese, en comparación con lo sucedido realmente, es como escuchar una canción de cuna, ante una banda de heavy metal- y la terapia de choque que este economista laureado con el Premio Nobel propuso administrar a los indefensos pueblos que caían en desgracia de necesitar apoyo del FMI o el BM, naciones que mientras aplicaron las sabias recomendaciones de Keynes felizmente probadas para construir el “Estado del Bienestar” de la Socialdemocracia europea, modelo, referente, y meta de prosperidad para todo el Tercer Mundo, pudieron afrontar con algo de éxito crónicas desventajas económicas heredadas de la colonización y otras nuevas fruto del proceso de liberación nacional, por lo que se les identificó como “Países en vías de desarrollo” etiqueta que desde la irrupción de dichas “Terapias de choque”, aceleradas sin misericordia desde la tan anhelada caída del Muro de Berlín, que hacía las veces de auténtico parapeto imaginario de la clase trabajadora occidental ante un empresariado temerosa de la llegada del comunismo…, parece haber caído con él, en desuso, dado que la “Terapia de choque” de Friedman, al igual que los elctroshocks de Cámeron, requieren de un drástico retroceso para después de haber hecho tabla rasa, comenzar la reconstrucción económica y social de los mercados; claro que como sucediera con los experimentos psiquiátricos, estos postulados económicos, si bien alcanzan sin problemas el objetivo de destruir la economía de los países que siguen su dictado a través del FMI, el BM y las recomendaciones de la Administración Estadounidense, como han tardado en comprender durante los noventa todo el Este, incluida Rusia, los países asiáticos, la entera África como atestigua lo sucedido en la Sudáfrica de Mandela, y no digamos en América Latina, donde primero se empezó a ensayar conjuntamente la doble Doctrina del Shock: la política por medio de golpes de estado en Chile, Argentina, Uruguay… y la económica preconizada por Friedman el Apóstol del “Libre mercado”, tan estrechamente interrelacionadas, de no poderse sostener cada una por separado.
Naomi Klein, identifica rápidamente que los paquetes de medidas de la Escuela de Chicago, no son respuestas ajustadas a situaciones concretas, sino recetas precocinadas por economistas despiadados que como Friedman y sus secuaces, esperan ansiosos suceda una catástrofe natural como el Mitch, el Katrina, o un Sunami, para introducir de inmediato sus traumáticas medidas en un momento de desconcierto gubernamental e incertidumbre civil sin dar tiempo a reacción popular o democrática alguna, de modo que pasado el trance, la gente no suele revolverse ante hechos consumados dada la fatiga anterior para sacudirse de encima los problemas derivados de la mera supervivencia. Pero los Neoliberales de la Escuela de Chicago, no se conformaron con esperar pacientemente desastres de corte climatológico, también animaban a emprender guerras como las de Irak, Afganistán que sumen a las economías de los contendientes en sucesivas crisis financieras, periodos propicios para introducir estas “Terapias de choque” sin a penas contestación ciudadana demasiado ocupada con escapar a las bombas y hacer frente a los impuestos y la amenaza del desempleo. Y es que, como demostraron todas las elecciones habidas durante los sesenta en el Cono Sur Americano, las tesis Neoliberales, nada tenían que hacer ideológicamente contra los imponentes resultados de prosperidad y equitativo reparto de la riqueza que la alianza de socialismo y democracia habían traído a aquellas tierras de Perón, Allende, el Che…de modo que solo por medio del terror, la cruel dictadura, las torturas y las desapariciones, pudieron ensayar sus aberrantes tesis, con el consabido desastroso resultado económico y su parejo traumático elevado coste social del que a duras penas todavía se están reponiendo gracias al resurgir de la libertad para cerrar de una vez las venas abiertas de una tierra sometida a continuo genocidio político y económico que describiera Galeano, proceso de liberación ya emprendido con renovada fuerza y vigor desde el Brazil de Lula, la Venezuela de Hugo Chavez, el Ecuador de Correa, la Nicaragua de Ortega, el Chile de Bachelet, La Argentina de Kirchner, la Bolivia de Evo Morales, impulso conjunto de escarmentados gobiernos y sufridas poblaciones que han aprendido a independizarse de un sistema criminal capitalista, y como bien dice la autora que explica con inaudita sencillez la intrincada Doctrina del Shock, no es raro que los primeros en padecerla, sean ahora también los primeros en reponerse de ella, y denunciarla.
Tras leer esta genial obra, alguien que como yo viva entre la desconfianza de la actualidad transmitida por los medios de incomunicación, y los intereses atemporales de la filosofía, poseerá una excelente arma de defensa para contrargumentar ideológicamente con abundante casuística, los ligeros e infantiles pero sugerentes cantos de sirena Neoliberales, a la vez que un formidable pertrecho de ataque para derruir los Muros invisibles del “Libre Mercado” en el que han encerrado nuestro derecho a la disidencia, o la democrática resistencia al padecimiento propio y ajeno globalizado.
Lo que no logro comprender tras la esclarecedora lección de historia contemporánea a través de lo sucedido durante el Golpe de Pinochet, la Dictadura Argentina, lo acontecido con Suharto en Indonesia, lo ocurrido a la Polonia de Solidaridad, a la Rusia de Yeltsin, a la Sudáfrica de Mandela, las amargas experiencias de lo que vino tras los desastres del Niño en Centro América, el Katrina en Nueva Orleams, el Sunami del Pacífico, cómo se desencadenaron los acontecimientos tras los atentados del 11-S, las Guerras de Irak, Afganistan, etc, es cómo es posible que la Unión Europea no aprenda, y evite que algo semejante ocurra entre nosotros, porque está muy claro que ya ha empezado el tratamiento: primero se ha administrado un buen susto mediático a la ciudadanía con la crisis; luego se ha alimentado y dilatado esta crisis financiera para deteriorar la situación lo bastante, como para que la propia población exija a gritos la aparición de un Mesías económico, en forma de un “Plan de Shock” previamente diseñado por los mismos que han creado la crisis y el estado de emergencia. Todo para desmantelar lo poco que quedaba del “Estado de Bienestar” que hemos querido conservar, a saber, sanidad, educación, transporte… para los que ya hay elaborados una hoja de ruta hacia la total privatización; la regulación salarial, los horarios y calendarios comerciales, el control de precios…para los que se tiene preparado una liberalización total que supondrá nuestra entera ruina y posterior esclavitud. Y si no, se lo preguntamos a los griegos.