La semana pasada tuve conocimiento de la creación en Lerma de una nueva Orden femenina en el seno de la Santa Madre Iglesia, asunto que me turbó un poco; Pero más me turbó comprobar en las fotografías con que Google ilustraba la noticia que muchas de las novicias pertenecientes a la nueva Congregación eran jóvenes guapas y a decir del periodista, cultas e inteligentes, cosa que me produjo un hondo pesar, pues si bien como católico que soy, debo mostrarme de acuerdo con la práctica del celibato y castidad exigido a los sacerdotes y monjes, estrategia institucional que me parece excelente para preservar el mensaje cristiano, me resisto como macho de la especie a aceptar que la Iglesia aparte del mundo a chicas y mujeres hechas para gozar la vida no al modo en como el piadoso Rafael Sanzio pintara “Las Gracias” sino con el brío dado por los pinceles de Rubens, de modo que si una joven está dotada de la Gracia de la inteligencia, la alegría o la belleza, si Dios es realmente bueno, no haría nada por despertar en ellas deseos distintos que contravengan su naturaleza y si en cambio, daría muestras de su benevolencia para con la Creación, llamando sólo a aquellas féminas que carecieran de al menos una de dichas cualidades, de modo que, a las pobres desgraciadas que llegaran a los conventos se les concedería a modo de consolación una cuarta Gracia Divina, a saber: la Fe, que las llenaría de felicidad y al resto de nosotros de dicha.
Porque la actual práctica proselitista convocando arbitrariamente a toda joven a la vida monástica, la juzgo de una parte incoherente con el Magisterio y de otra un abuso, no se si por parte de la Iglesia o de Dios. Me explico: Me parece incoherente porque según el mismo Vaticano, Jesús sólo quería la compañía de hombres, argumento este que se esgrime para relegar a las mujeres a tareas de limpieza en los templos e impedirles su acceso al sacerdocio; Y un abuso, porque mientras para nosotras, las mundanas creaturas carnales sufrientes y tentadas se nos condena al aburrimiento del matrimonio monógamo, resulta que a Nuestro señor Jesucristo, la Iglesia le preserva un harén que para sí quisiera el fundador de Play Boy, con miles de jovencitas castas y vírgenes deseosas de casarse con él y vivir juntas de por vida en el Divino Harén, que no otra cosa son los conventos de monjas.