No sé con que cara se quedaron Daoiz y Velarde al escuchar desde las puertas del Congreso de labios de Vuestro Amo y Señor, el Rey Don Juan Carlos, que él, sí cree que se sabe toda la verdad sobre lo ocurrido el 23-F, en respuesta a una pregunta formulada por los periodistas, pero quien les escribe, no daba crédito, pues de ser cierta la noticia, supondría a mi juicio uno de los mejores lapsus linguae freudianos digno de pasar a los anales de la historia que demostraría al mundo del periodismo, que no se precisa de grandes dotes investigadoras a lo Tintín, ni dar con enigmáticas Gargantas Profundas a lo Watergate, para obtener un Pulitzer, bastaría con interrogar coloquialmente a una personalidad tan campechana como vuestra Alteza Real, para averiguar la información que afanosamente buscan los historiadores y politólogos.
Si Lyndon B. Jonhson hubiera reconocido en algún momento creer que ya se sabía toda la verdad sobre lo ocurrido en Dallas con JFK, o si a Felipe González se le escapase declarar algo semejante sobre los GAL, quién de ustedes – que no yo- dudaría en adjudicarles una posición más elevada, relevante y responsable en el relato de los hechos a la que habitualmente se les viene asignando…Porque, es evidente que en estos casos, los sospechosos hacen bien en permanecer fielñes al socratismo de saber sólo, que no saben nada, por mucho que al dictado del Oráculo de Delfos les conmine a conocerse a si mismos, ya que una de las cosas mejor aprendidas por los gobernantes, es cultivar la Docta Ignorancia predicada por Nicolás de Cusa, cuya mejor traducción en nuestros dias viene a confesar que ellos, precisamente los mejor informados de la nación, se han enterado por los periódicos, esos que se venden en todos los kioskos.
Pues mira por donde, por una vez, somos nosotros quienes podemos aludir a dicha expresión para afirmar sin peligro de querellas, lo que todo el mundo sabía pero muchos ocultaban, cuál es, que el Rey Don Juan Carlos, el garante de la Democracia y a quien debemos vivir en libertad, es el único en este país en estar convencido de que sabe toda, absolutamente toda la verdad. Más claro, el agua.