Con alivio, aprovecho la ocasión que me brinda en carne ajena, la condena por insultos del ex Portavoz del Gobierno Miguel Ángel Rodríguez, quien durante un programa de debate llamara “Nazi” al Doctor Montes en plena controversia en torno a la denominada “Muerte digna”, para tratar asuntillos sociolingüísticos relacionados con lo que Schopenhauer denominara “El arte de insultar” en los que no me atreví a profundizar cuando me absolvieron de injurias a nuestro querido, bien amado y que Dios lo tenga en su gloria, Vuestra Majestad el Rey, para que no sonara a recochineo.
Insultar como andar, es más sencillo hacerlo que explicarlo, por lo que no hallamos dificultad en saber cuando se nos insulta, aunque ciertamente se multiplica al tratar de reconocer que somos nosotros los que insultamos, más que nada, porque cuantos reciben el insulto siempre se sienten heridos al recibirlo, mientras quienes lo profieren, normalmente sólo desean desahogarse, eso sin discutir el campo difuso de las intenciones y la subjetividad, que bien es verdad, en el caso del insulto, está bien abonado el terreno connotativo de toda palabra por muy perdido que esté su significado en la lontananza de su denotación, como ocurre con el citado ejemplo que remite al macho de la cabra y si no, prueben ustedes a escribir en un medio de comunicación que “el Rey es un coronado y la Reina más pía que las gallinas” a ver lo que sucede…
Así las cosas, aunque en la práctica no faltan personas que se sientan insultadas por haberles llamado melómanas, filatélicas, y hasta políglotas, a la hora de tipificar la acción jurídicamente, creo ardua la tarea de encontrar una expresión que desprovista del tono despectivo con el que el acusado la exclame, mantuviera taxativamente tal rango ante un tribunal que contemplara el hecho positivo y no las evanescentes cualidades que rodean la interlocución. Y sin embargo, sucede que hay sentencias condenatorias como la referida, en este caso por llamar a alguien Nazi.
No sé que opinará de ello Zapatero, líder Nacional Socialista, pero es curioso que Nazi se contemple como un insulto, cuando mucha gente se sentiría muy orgullosa de declararse como tal; Ello se deberá seguramente por la vergüenza que se le adscribe a una ideología que perdió la guerra bélica aunque acabara ganando la batalla ideológica y sobre todo la macroeconómica, porque es curioso que en nuestros días, en refriegas públicas a falta de mejores argumentos que esgrimir ante el respetable, siempre los haya que acaben escupiendo a su adversario ¡Eres un fascista! versión mediática tertuliana de la más elevada ¡Eres un sofista! que se maneja en los debates universitarios, aunque de idéntica factura intelectual al ¡Eres un demagogo! que se vomita en política o el socorrido ¡Eres un maricón! tan extendido en cuarteles, tabernas, saunas y vestuarios… dado que, nada de ello es suficiente para demostrar la verdad o falsedad de lo que se esté discutiendo. Y digo que es curioso, porque así como ni el macho de la oveja, ni el de la vaca han alcanzado la categoría de insulto cuando sí la goza el cabrón, parecido ocurre con las etiquetas de Comunista o Demócrata que tienen los mismos méritos que Nazis y Fascistas para ser catalogados y empleados como insultos y por el contrario, no lo son, porque ahí donde las tienen, a diferencia de las ideologías perdedoras del Nacional-socialismo de Hitler y el Fascismo de Mussolini, el Comunismo de Stalin y la Democracia de Churchill, Degaulle, Roosevelt y Compañía, tienen la gracia de ser contempladas por sus intenciones y no por sus resultados, cuando ambas, a estas alturas de la historia, han demostrado ser capaces de superar con creces los daños colaterales causadas por sus compañeras de fatigas en el mundo entero.
Por todo ello, me parece vergonzoso para nuestra jurisprudencia que, en nuestro país, donde la prensa no escatima calificativos como subsahariano, proetarra, miembro de una oenegé e incluso se atreven a calificar a un ciudadano con nombre y apellidos de delincuente habitual, sea posible condenar a alguien como Miguel Ángel Rodríguez por haberle llamado a otra persona Nazi. Y para demostrar lo caprichoso de este fallo, les anticipo que a mi, no me pasará nada por escribir que Don Juan Carlos, Felipe González, Manuel Fraga y Mayor Oreja, son unos Demócratas de cuidado. Y Carrillo…¡Un Comunista!
Lo que hay que ver, tu defendiendo a … Miguel Angel Rodríguez !
Y aunque no sea delito, y no te pase nada por ello, he de recordarte que mentir está muy feo. Uno no se pasa la vida intentando silenciar a presidentes electos, organizando bandas terroristas, adueñándose de las calles, … para que venga cualquiera y te llame ¡demócrata !
Yo más que defender a este otro demócrata, pongo en cuestión que términos como Nazi o Fascista sean un insulto, de igual manera que no considero que lo fuera no hace tanto ser tildado de Comunista o Masón. Una cosa es que algo sea insultante para cierto sector de la población y otra muy distinta que sea un insulto. Hay miles de personas que se muestran muy orgullosas de ser del Opus Dei, por ejemplo yo mismo siento mucho aprecio por la Obra de Escribá de Balaguer, y sin embargo, hay también gente que se sentiría ofendida por decirle ¡Opusiano! y que nadie me diga que opusiano es despectivo, porque haber como comulgamos entonces con cristiano.
Otro asunto, son las implicaciones sociales que pueda aparejar ser tildado de esto o aquello, por ejemplo yo llevo con dignidad distintas etiquetas que se contradicen entre sí con mucha dignidad, la última, haber pertenecido al KGB y ser miembro de la CIA.