Un siglo ha transcurrido desde que Unamuno profiriera aquel lapidario desahogo ¡Que inventen ellos! que tanta injustita hizo a nuestra ciencia e ingenio personificada en personalidades tan relevantes como Peral, Torres Quevedo, Ramón y Cajal…y que nos la hemos tenido que comer con patas desde entonces, pues por muy importantes que sean las artes no es menos cierto que estas fructifican en sociedades avanzadas que les permiten florecer; De ahí, el amplio eco que ha tenido la inteligente y muy oportuna réplica que le ha dado Ana María Matute en su discurso de recepción del Cervantes ¡Quien no inventa, no vive! Si bien en mi modesta opinión, es posible que más acertado hubiera sido advertir ¡El que no patenta, muere! Porque ya no se trata ampliar el conocimiento de la especie y mejorar las condiciones de vida de nuestros semejantes, cuanto de hacer negocio para beneficio de unos pocos y si se descuidan…de uno sólo.
Desde mi perspectiva plenamente rousseauniana expuesta por el ginebrino en sus excelentes ensayos “Discurso sobre las ciencias y las artes” y “De la desigualdad entre los hombres” dónde no esconde sus recelos sobre la posibilidad de que los avances tecnológicos lejos de ayudar al bien común, benefician al mal privado, dado que, mientras un ladrón desprovisto de conocimientos jurídicos el mayor perjuicio que puede causarte es robar cuanto pueda llevar consigo en un momento dado, no así, si estudia leyes y se convierte en letrado, conocimiento que le capacita para despojarte de tu hacienda y bienes sin necesidad de más fatiga que papel y pluma… comprendo lo que deseaba expresar el trágico-existencialista en el contexto histórico en que pronunció su máxima, no en cambio, como ya he apuntado, el desaire que le hizo a nuestra ciencia y bien caro que lo hemos pagado. Porque conocedor como era de la idiosincrasia del pueblo español, debió haber previsto que la masa cuando el poeta señala con su dedo a la luna, aquella se queda mirando al dedo y en su caso, se quedó con la ocurrencia y no con lo que deseaba denunciar, a la sazón, la pérdida de nuestra cultura por intentar adoptar otra a marchas forzadas en la controversia mantenida con Ortega acerca de “la europeización de España o la españolización de Europa”, que todavía trae cola, entre otros motivos, porque la masa se convierte en energía y viceversa, ¡Pero claro! Para eso hacía falta estar al tanto de Einstein y compañía y tan nutrida tradición de eminencias, descubridores, inventores y científicos, despreciados por el conjunto de una sociedad entregada al baile y el pincel, no tuvieron otra que emigrar y vaya ¡Inventaron, investigaron, descubrieron, publicaron…ellos! pero para otros.
Y ahora dependemos del turismo y de los museos que no es mala cosa, pero podríamos haber casado los dos espíritus científico-artístico como bien lo supieron conjugar en la bella y no menos pictórica, escultórica, musical y arquitectónica Italia que no se quedó atrás en la industria, la ciencia o la ingeniería, aunque por motivos políticos, como Alemania perdiera ingentes cerebros como Fermi a favor de los EEUU que actualmente nos pasan factura en forma de Copyright.
Pero sería ridículo además de injusto, cargar las tintas sobre Unamuno del origen de nuestros merecidos males, cuando en la España actual la ciencia tiene menos relevancia social y presupuestaria que el futbol y como la educación o la cultura, es candidata preferente para asumir recortes, menguanzas, y toda suerte de encogimientos para preservar los privilegios de la Corruptocracia en la que estamos asentados, por supuesto, muy democráticamente con nuestro aplauso, de modo que, todos continuamos con una mano delante y otra detrás, unos a lo egipcio, otros a lo Adán y Eva, pagando las consecuencias de un sistema basado en el registro de patentes que ya está permitiendo prohibir producir medicamentos a estados como Brasil para distribuirlos entre su población enferma, que los indios de la India sigan usando su fórmula milenaria para lavarse los dientes y permanecer carentes de caries porque la mil veces maldita Colgate la ha patentado como suya, embargar miles de hectáreas cultivables a sus propietarios en los mismísimos EEUU por haber sembrado semillas de la criminal Monsanto…y dentro de poco, ya verán ustedes como no podremos hacernos un Kalimotxo porque la asquerosa y vomitiva Coca Cola, ya la comercializa