Como era de esperar, durante el pasado 2010, los más de cinco millones de desempleados, sumados a los inmigrantes que han retornado a sus países de origen, sin olvidarnos del descenso generalizado del poder adquisitivo de funcionarios y pensionistas, ha provocado la primera caída del consumo en alimentación de la historia, a decir de Horacio González secretario general de la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas, exactamente un 2,3% en los hogares y otro 4,4% en el consumo exterior en cafeterías, bares y restaurantes, lo que se ha traducido en la desaparición de un 1,4 de empresas del ramo respecto al ejercicio anterior.
Curiosamente, parece que al sector no le ha ido nada mal en cuanto a las ventas exteriores que han crecido en el mismo periodo un espectacular 10% que sitúa a nuestro país en el tercer exportador dentro de la Unión Europea, detrás de Italia y Francia, cosa que en nuestro caso, lejos de acercarnos a dichos países en cuanto a modelo de sociedad desarrollada próspera y equilibrada, nos iguala a aquellas otras naciones que, pese a nutrir de alimentos y materias primas a todo Occidente, sus gentes a penas tienen para subsistir.
Cuando el Tontodiario alardeaba de una España invitada al G-20 como décima potencia económica mundial, para acto seguido hacernos tragar el papel que debíamos jugar como tal en el escenario internacional con nuestras tropas en misión humanitaria llevando la paz y la reconstrucción por todo el orbe, nadie medianamente informado, perdía de vista a los especuladores financieros que buscaban quebrar el espinazo de nuestra endeble economía basada en una alicaída industria turística auténtico sostén de la burbuja inmobiliaria que habría de estallarnos algún día, toda vez durante los ochenta, para competir con Corea, finiquitamos, a instancias de Alemania, toda nuestra industria pesada de Sagunto y Vizcaya tras las que se fueron las del automóvil, los astilleros, acerías, talleres metalúrgicos…Por si fuera poco, encandilados con los fondos estructurales, también accedimos a los deseos franceses de cerrar nuestra minería, reducir la cuota láctea, aceitunera, vinícola, liquidación de la flota pesquera, etc que según decían, eran muy deficitarias. Igualmente, nos sumamos al desmantelamiento del Estado y se privatizaron las empresas que más beneficios podían generar… Por supuesto, no lo hicimos gratis: durante años, recibimos ingentes subvenciones europeas que exacerbaron la autóctona crónica corrupción generalizada mitigando los estragos superficialmente en la vida cotidiana de los ciudadanos que consintieron cínicamente la situación al amparo del típico ¡Llámame perro y tírame pan! sin percatarse que, aquello que corroía los cimientos de nuestro Estado del Bienestar a medio plazo, era ¡pan para hoy y hambre para mañana! Porque ni aquí ni en Europa ¡Nadie da duros por pesetas! De modo que, ahora, el FMI y el BM, se nos quedan cortos para paliar la ruina total en la que nos vemos sumidos, dependientes como somos de las apetencias ajenas y expuestos como estamos a los vaivenes financieros de Tokio, Frankfurt y Wall street. Dios no lo quiera, pero no está lejos la hora en que la UNICEF tenga que socorrer a nuestros hijos, a los mayores la Cruz Roja y a todos el Banco de Alimentos, donde el pollo, los huevos, la harina, la leche y el pan, han empezado a cotizar al alza.
Ahora que media ciudadanía estará sometida a dieta forzosa, antes de comprender que de la “Lucha de clases” marxista lo que ha desapareció de verdad durante los Noventa fue la lucha y no las clases, aprenderá en sus propias carnes menguantes el verdadero significado de “apretarse el cinturón”, que no es sinónimo de aguantarse las ganas o refrenar el gasto como algunos por desmemoria han llegado a asimilar, sino de precisamente lo que dice “apretarse el cinturón” para evitar se caigan los pantalones cuando se llegue a estar famélico. Eso, o se apuntan a la moda juvenil de ir enseñando los calzones estilo Cantinflas, cosa que no debería avergonzar a nadie, que también los habrá vestidos de traje que como Charlot en la intimidad de sus casas llegarán a cocer suelas de zapato.