El desprestigio de la casta parasitaria es tal que basta que se pronuncien en contra de algo, para que ese algo se presente a ojos de la ciudadanía como bueno. Con respecto a las protestas de los indignados, no iba a ser para menos, no faltando el día en que nos ofrezcan torpes pronunciamientos como el de Alfonso Guerra que con su apellido habría de poner más cuidado en lo que dice, pues eso de que, se debe emplear la fuerza con quienes intimidan se le puede volver cual boomerang en forma de pastilla de espabilina, dado que su ocurrencia es susceptible de ser interpretada como una intimidación a todo el colectivo del 15-M convirtiéndole en candidato a probar de su propia medicina, o lo de Artur Mas, otro insensato, exigiendo públicamente un castigo ejemplar, que hasta la fecha, todavía muchos de nosotros no nos habíamos atrevido a solicitar, pero ya puestos…
Más sutiles y sibilinas se conducen todavía las huestes perioterroristas azuzando cuanto pueden el fantasma del Fascismo, al objeto de desprestigiar la inteligente pacífica protesta civil de la que hace gala el Movimiento 15-M por alzarse contra los intereses de sus amos inmediatos y mediatos cuales son, los propios medios y los partidos políticos a los que sirven, mantenidos por sus dueños remotos, a saber, el Gran Capital por medio de la publicidad empresarial y préstamos a fondo perdido de la banca respectivamente. Ante su furibunda acometida, no hemos de enfrentar abiertamente la conciencia individual del simpatizante a los encantos Goebbelsianos de la propaganda, sin antes procurar aplicar las enseñanzas del Wu Wei que la mitigue, plegándonos como juncos momentáneamente para en cuanto pase su furia, volver a alzarnos, aprendidos del “Arte de la Guerra” de Sun Tsu, en otras palabras…permaneciendo sentados a la espera de ver pasar el cadáver de nuestro enemigo, sólo que ahora en lugar de hacerlo a la puerta de nuestra casa particular, a la entrada de las Instituciones y sobre todo ¡No nos despistemos! de los bancos, pues demostrada ha quedado su debilidad, cuando nuestra sola presencia asusta e incomoda, como aquellos pájaros de Hitchcock y en consecuencia hemos de explotar esta capacidad intimidatoria de observancia atreviéndome a proponer que la misma se manifestase siempre en escrupuloso silencio y con la concurrencia vestida de negro escrupuloso.
En Valencia han apreciado pronto las ventajas prácticas y mediáticas de protestar por medio de sentadas: de una parte, facilita la labor de seguridad interna por parte del convocante, ayuda a la policía a identificar con rapidez quienes pueden ser los elementos infiltrados o discordantes con la organización responsable de la protesta, dificulta el anonimato de la masa para perpetrar actos gamberros y sobre todo, pone trabas al relato de quienes desean tergiversar los hechos, lo que nunca ha sido óbice para que el mismo desaparezca, pues vistos en dificultades, siempre acudiría la policía para ofrecer la estampa adecuada de caos que se desea transmitir al respetable.
Lo de protestar en silencio y vestidos de negro, ya es un poco más difícil de explicar, porque dicha capacidad suele requerir un mayor grado de sufrimiento e indignación del que ahora gozamos – no os preocupéis que llegará – El silencio de combate, se basa en la misma técnica del cine de terror, que excita sobre el receptor su propia imaginación, porque como dice el aforismo, se es esclavo de las palabras y dueño de los silencios, útil igualmente a la hora de evitar que los terroristas de la pluma, pongan palabras en nuestra boca. Y en cuanto a lo de ir vestidos enteramente de negro, es un complemento de lucha ya tradicional que puede intensificar en el enemigo el desconcierto, pues empezará a ver gente vestida de negro por todas partes, incluidas sus propias filas, generándole la paranoia suficiente como para dividirle y derrocarle.