Cuando cerca de dos mil millones de personas están en huelga de hambre permanente de modo involuntario no pareciéndole importar demasiado a nadie por no cotizar en bolsa, las únicas huelgas de hambre reivindicativas que merecen mi respeto entre nosotros, son aquellas que se emprenden con la inequívoca determinación de concluirlas hasta obtener lo que se reclama, realidad que no demuestra la justicia de lo reclamado, pero al menos es un buen indicio de su posibilidad.
Tohuami Hamdaoui, marroquí de 41 años, es desde el pasado Lunes por la mañana, el primer preso común en morir en nuestras instituciones penitenciarias por mantener una huelga de hambre tras cinco meses de protesta en el transcurso de los cuales se le ha alimentado por vía intravenosa contra su firme voluntad que no pudo ser quebrada ni psicólogos, ni por sus familiares llegados del extranjero para convencerle de que depusiera su actitud; Tal ha sido hasta el final su forma de exigir justicia para su persona.
Los datos positivos que están detrás de este fatal desenlace son los siguientes: Los hechos juzgados en 2008 se remontaban a cinco años atrás; El entonces acusado, que ya había pasado cierto tiempo en prisión provisional y puesto en libertad antes de celebrarse el juicio, se declaró inocente ante el tribunal y negó haber violado a la menor, de 13 años cuando ocurrieron los hechos, aunque la víctima ya con 18 en el juicio aseguró reconocerle. También unos testigos declararon que le habían visto en la zona y un amigo negó que hubiera estado con el procesado a la hora en que se produjo la agresión sexual, como declaró el sospechoso. La Audiencia desestimó una de las pruebas favorables a Hamdaoui consistente en una cazadora que llevaba puesta la niña y que tenía restos de semen que no coincidían con el ADN del acusado, cosa debida, según declaración de la menor y de su madre, a que se la había prestado ese día una amiga que no compareció en el juicio ratificando el extremo aducido. Ya condenado en firme, Hamdaoui que mantuvo en todo momento su inocencia, permanecía en prisión desde el 2009 e inició la huelga de hambre en febrero de 2011 como único modo que le quedaba para que la justicia revisase su situación. Que cada uno saque sus propias conclusiones. Las mías se inclinan a creer que algo muy raro ha sucedido aquí:
Dado que la mente humana tiene innumerables recursos para engañarse a si misma, que una persona se ponga en huelga de hambre indefinida y la mantenga con todas sus consecuencias puede ser simplemente un subterfugio para atraer sobre el verdugo la simpatía que desmerece, un truco para una vez probada su culpabilidad, sembrar dudas sobre su culpabilidad, incluso puede tratarse de la reacción natural de alguien cuya conciencia rechace como la de cualquier otra la atrocidad que se le imputa que se resiste a aceptar haberla cometido cuando así ha sido en un estado alterado transitorio…Ahora bien: las instituciones penitenciarias, los tribunales y los profesionales experimentados que en ellos trabajan diariamente, cuentan con las suficientes herramientas y conocimientos como para distinguir cuando alguien finge, simula o sufre de negacionismo en su protesta, de quien da muestras continuas de estar verdaderamente convencido de su inocencia al extremo de poner en riesgo su vida. Al margen de los datos positivos expuestos de la historia procesal del condenado que motiva su reclamación, contamos con los siguientes indicios para evaluar si nos encontramos ante un impostor o alguien desesperado por sufrir un kafkiano fallo judicial, a saber: lo primero es saber si el penado tenía antecedentes relacionados con el delito por el que ha sido condenado, condición que no parece concurrir en la persona de Hamdaoui; lo segundo es constatar su firmeza en la declaración de inocencia verificando si la ha cambiado o matizado con el tiempo: tercero tomando nota de si ha querido negociar su declaración de culpabilidad con la fiscalía a cambio de una reducción de condena; cuarto si ha intentado escapar al tribunal durante el periodo en que estuvo en libertad desde el momento en que se cometió la agresión hasta el momento en que fuera juzgado, que tampoco parece ser el caso; quinto su comportamiento y actitud ya en prisión, buscando patrones comunes con agresores sexuales; sexto la seriedad con que empieza y mantiene su protesta al punto de quitarse las agujas mediante las cuales se le administraba el suero para sostenerle las constantes vitales; Y finalmente, que sabedor de la posibilidad real de morir de forma inminente, lo eligiera, a reconocer su culpabilidad en un país como España, donde los pedófilos y violadores gozan de la simpatía de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, por no hablar de las complicidades policiales, eclesiásticas y empresariales que le hubieran permitido salir en breve plazo por buen comportamiento.
Pero también la memoria es muy traicionera y recuerda lo que quiere recordar pasados más de cinco años y podría suceder que las ganas de satisfacción moral por el agravio y violación de una niña, llevase a esta, a encontrar venganza en alguien de la misma raza que el agresor, con quien puede haber un parecido razonable para quien no está acostumbrada a discernir los rasgos diferenciadores de la misma ¡todos los chinos son iguales! comprensible tendencia de la víctima a la que no escapan ni los jurados ni los tribunales…
De todos modos, me parto de risa en sólo pensar la cara de tonto que se le habrá quedado a ese pobre infeliz llamado Miguel Montes Neiro que lleva más de 35 años en prisión sin haber cometido delitos de sangre y varios meses también en huelga de hambre implorando un indulto zapateril que no llega, al saber por los medios que en la foto finish un inmigrante le ha arrebatado el honor antedicho de ser el primer preso común en morir en nuestras cárceles y evidentemente es muy difícil que su muerte sea la última, carrera mortal a cámara lenta que para nada interesa suceda entre nuestras fronteras que nos imposibilita diplomáticamente para dar lecciones de democracia y Derechos Humanos a países como Turquía o Israel. El deseo de instituciones penitenciarias es que quienes deseen transmitir sus quejas por su injusta situación en prisión, elijan la vía rápida del suicidio por sobredosis u ahorcamiento, procedimientos ya habituales en nuestros centros de reinserción social fáciles de explicar por el forense médico y más aún por el relato periodístico que lo despacha en dos líneas.
Pues si, los indicios, que no pruebas, que apuntan hacia la inocencia de este marroquí parecen bastante convincentes y seguramente ha carecido de un buen alivio (abogado en lenguaje carcelario).
En cuanto a Miguel Montes, tal vez su ehrmana le haya ehcho un flaco favor al exponer su caso en Intereconomía TV , visto el especial cariño que el Gobierno profesa a este medio.