En nuestra jungla de asfalto, la plaza poco más representa un claro en el bosque, espacio abierto algo más amplio que un patio interior rodeado de edificios que sirve para transitar de un lado a otro de los mismos comunicando calles adyacentes al más puro estilo de una rotonda para facilitar a los viandantes ir a trabajar o de compras; Con suerte, si es de construcción antigua, hasta es posible que albergue en su interior cómodos bancos para sentarse o dormir a las personas sin hogar, en cuyo caso también sirve para el descanso de personas mayores y la cháchara por parejas de madres con sus retoños merodeando por las inmediaciones. Cierto es que, en ocasiones, la plaza es aprovechada por las autoridades para el festejo organizado o la realización de mítines en épocas de elecciones, pero por lo general, todos, comercios, autoridades, instituciones y por qué no reconocerlo, los mismos vecinos del lugar, prefieren que las plazas, como las aceras, estén lo más despejadas posible por motivos comerciales, de orden público y tranquilidad respectivamente, de ahí que esté prohibido en ellas jugar a cualquier cosa, sentarse en el suelo, estar parado charlando, dejar sueltas a las mascotas…y dentro de poco hacer algo que no esté estrechamente relacionado con la productividad o el consumo.
Me gusta definirme como una persona tradicional-conservadora, pero no del conservar por conservar y menos de cualquier Tradición. A mi entender, nunca se debió perder aquella remota función de concurrencia para el debate público que los griegos imprimieron al ágora, mas como quiera que ello ha desaparecido de entre nosotros y no es cuestión de forzar la realidad actual a la arqueología connotativa de la palabra, así como para mantener e incluso potencial su función de mercado, la ciudad separó de la plaza en edificios específicos dicha actividad; así como al objeto de satisfacer el esparcimiento de la mente y el cuerpo la urbe desahogó a la plaza de tal menester a favor de parques y jardines; así debería hacerse igualmente con la apuntada necesaria función que antiguamente prestaba el ágora al extremo que hoy a nuestro ignorante oído se le hace sinónima de debate, precisamente como último reducto de su perdido recuerdo social.
Aunque la racionalidad clásica y dieciochesca consideró conveniente llevar el arte a los museos, el deporte a los gimnasios, la política a los parlamentos, como a los locos al frenopático, los delincuentes a la cárcel, los ancianos al asilo, los enfermos al hospital y los niños al colegio, para una mejor atención de sus específicas necesidades, dejarlos allí encerrados para siempre fue un error que muy poco a poco – sobresaltados a mediados del siglo XX del Sueño de la Razón – hemos empezado a corregir, primero con los procesos de desenclaustración institucional en psiquiatría, docencia, orfandad, ámbitos eclesial, militar…apostando por una sociedad menos compartimentada en la que preferentemente los pacientes vivan en su entorno, los ancianos con sus familiares, los niños no tengan que ir a un internado, etc, y segundo practicando de nuevo en la calle, todas esas actividades que antaño se realizaban bajo el sol, como correr entre los árboles, jugar a las cartas con los amigos, pero no todavía del todo.
Creo necesario devolver a la ciudad un espacio al raso donde la gente pueda ir libremente a escuchar a quien tenga algo que decir y a decir lo que desee a quien le quiera escuchar que tenga por asiento una grada, escenario el suelo, por paredes el aire que circula y techo el cielo – no es mucho pedir: a los escaladores se les concede rocódromos y a los perros arenales en los parques – o sea…un teatro al aire libre, para dar salida a la necesidad de un ágora civil permanente, a parte de bares y cafeterías, pues los parlamentos si bien en su día deslindaron parte de su función de la plaza, cuál es, la representatividad social en la discusión, no así lo hicieron con la que aquí comento, a saber: la de un foro donde las personas podamos ejercer nuestra libertad de expresión oral sobre asuntos sociales como el bien común y el interés general. Claro que ello, va en contra de algunos intereses particulares muy arraigados en el Poder, contra la Democracia.