Suspensos y aprobados. Nada de bienes, notables o sobresalientes. Estas son las notas que nuestras Instituciones merecen para la mayoría de los españoles, toda vez ETA ha dejado de ocupar los primeros puestos de la tabla de preocupaciones, hasta ahora, por encima de la cesta de la compra o los muertos en carretera.
Para que nos hagamos una idea de lo que esto significa en este país de Tebeo retratado por el gran Vázquez, la deplorable cartilla que una tras otra nos ofrece el Barómetro del CIS desde que comenzase a realizar encuestas a la población pasiva allá por el 94 para averiguar el grado de confianza que suscitan las distintas Instituciones democráticas, los organismos oficiales u otros estamentos sociales en nuestro Estado de Deshecho, podría decirse que nos ha dado menos alegrías que los hermanos Zipi Zape que de cuando en cuando sorprendían a Pantuflo Zapatilla con un diez.
No obstante, la última de estas artimañas manipuladoras oficiales que en vez de recoger como la gente de a pie, piensa, le arroja el pienso que ha de pensar por esa natural tendencia gregaria que nos empuja a participar de las mayorías democráticas, también ha sorprendido gratamente al presunto que les habla, pues por primera vez se ha desvirgado la verdad de algo que era vox populi, cuál es, que la Monarquía no llega al aprobado, en concreto un maquillado 4,89 o lo que es lo mismo, que el Pueblo la suspende como nunca debió ser de otra forma, tratándose de una reliquia predemocrática, por no echar más leña al fuego, pues en verdad, si algo es la Casa Real, es una incrustación antidemocrática en nuestra Constitución. El varapalo, aunque tardío, ha sido mayor al quedar detrás de los Medios de Comunicación actuales que con un 4,97 merecido se tienen también el suspenso por mentir más que hablan.
Pero el suspenso de la Monarquía, a estas alturas de la Transición interminable, como digo, ha llegado tarde y no creo yo sea suficiente para tumbar el mastodóntico entramado que han urdido en estos últimos años las distintas ramas que conforman el más que robusto tronco familiar del Borbonus Marichalis Urdangarinae que para desgracia nuestra ha arraigado con fuerza en nuestra tierra.
Pero este inocuo barniz de verosimilitud, además del suspenso de la amenazadora dinastía, ha traído consigo un dato que varios de nosotros deseábamos ver resaltado hace mucho tiempo: que las Fuerzas Armadas de la Patria con su 5,65 son la Institución más fiable y mejor valorada por los ciudadanos entre los que me cuento, con permiso de la Benemérita que hay que ver lo que ha cambiado el cuerpo desde que las mujeres pueden ponerse el tricornio.
Hacía tiempo que tenía ganas de decirlo por lo que aprovecho tan formidable ocasión: Dado que nuestra realidad consustancial a la picaresca y la trapacería nos imposibilita históricamente para desprendernos de nuestra natural inclinación hacia la mutua corruptibilidad crónica, sea entonces que el mejor gobierno de la misma para nuestra piel de toro, siguiendo los consejos de Montesquieu en su celebrado “El espíritu de la leyes”, no sea precisamente la Democracia Parlamentaria representativa, sino el Régimen Castrense donde por lo menos, incapaces de ponernos de acuerdo para corrompernos unos a otros por medios de sobornos, subvenciones, cohechos, malversaciones, recalificaciones, etc, más allá de la antigua fórmula de la alternancia entre conservadores y liberales ahora reeditada por populares y socialistas, al menos se garantiza un orden y jerarquía en su consumación y en el que desde el primero hasta el último se cuadran y ponen firmes sin reprocharse el ser corruptos con el consabido ¡Y tu más! ni esquivan dimitir con el no menos famoso ¡Yo no he sido! Sino que respetan el mayor grado de corruptibilidad y desde el soldado raso al Jefe del Estado Mayor le saludan al pasar por ser un corrupto superior. ¡Dios salve al Ejército! Bueno, y a la Patria…también
Yo me quedo con 13 rue del Percebe: Tal como la vida misma.
En la buhadilla vive Manolo, un pintor que se encuentra siempre acosado por sus acreedores. Lo malo es que le habrán desahuciado ya.
En el tercer piso encontramos a un patoso ladrón llamado Ceferino, ahora metido a político.
Al lado una mujer y sus tres hijos pequeños, incorregiblemente traviesos, ahora metidos a 15emistas
En el segundo piso habita una anciana de la Sociedad Protectora de Animales que no se netra de lo que pasa ni en su casa.
En la puerta de al lado, trabajaba infatigablemente un profesor loco especializado en crear monstruos. Ahora rico gracias a sus operaciones de cirugia estética a la Belenes Estebanez de turno.
En el primer piso moran, a la izquierda un veterinario no muy competente con una variopinta clientela, ahora experto en drogas.
A la derecha una pensión continuamente superpoblada.
En la planta baja hallamos la tienda de ultramarinos de Don Senén, un desconfiado tendero que siempre encuentra modos de engañar a las clientas con el peso y la frescura de la mercancía.
Pero no termina ahí la cosa porque en una alcantarilla también vive gente.
Si los políticos mienten a los ciudadanos, es hasta cierto punto lólgico que estos les paguen con la misma moneda. Y es que se trata de una sana costumbre la de valorar a la baja a nuestros cargos electos. Esta actitud del pueblo no sólo es conveniente cuando los encargados de la cosa pública se merecen las críticas y censuras por ser corruptos, venales y chorizos, sino que es absolutamente necesaria cuando los que ostentan el poder se comportan de forma honrada, porque la opinión pública tien como uno de sus mayores deberes el de prevenir el endiosamiento de sus dirigentes. El día que exista un amplio consenso a la hora de alabar a algún presidente del Gobierno en el ejercicio de su cargo, sería un alarmante indicio de que los ciudadanos se han dejado hipnotizar por algún encantador de serpientes. Sean pues bienvenidas las críticas constructivas, e incluso las destructivas, que sirven como desahogo al que sin duda alguna los ciudadanos (no me gusta la palabra pueblo) tenemos derecho.
En cuanto a la Monarquía, también se le debe aplicar lo dicho anteriormente. El Rey tiene la suerte de que, con la que está cayendo, abrir el “melón constitucional” supondría distraer en este momento nuestra atención de los graves problemas económicos que nos aquejan. Aparte de todo esto existe el riesgo de que durante el proceso de cambio de la forma de estado se produzca la total desvertebración de España y surjan repúblicas y cantones a diestro y siniestro.