El Reino De Don Quijote, es un proyecto inmobiliario que a decir de sus promotores, integra en un entorno natural, ofertas de ocio, negocio, comercio y bienestar junto con un desarrollo residencial de máxima categoría, ofreciendo todo aquello que ha otorgado renombre internacional a España: cultura, gastronomía, patrimonio histórico y una excelente calidad de vida. Para resumir: un parque temático typical spanish.
Al margen de mi particular opinión negativa sobre los auténticos objetivos de estas materializaciones de nuestras más nobles fantasías colectivas de las que sin pago alguno de derechos de autor se apropian los empresarios del entretenimiento de masas, hemos de reconocer, que de tener que consumir basura intelectual, mejor la autóctona que la importada. Es más, para ser coherentes con eso que todos hemos exclamado alguna vez junto a las cuevas de Altamira o el Castillo de Olite, “Si estuviéramos en América, hace tiempo que aquí habría un Parque temático”, hasta deberíamos aplaudir que inversores y autoridades, por una vez, hayan creído en la viabilidad económica de motivos arraigados a la idiosincrasia mediterránea.
Sin embargo, la crisis económica ha obligado a su Junta Directiva a declarar el Concurso de Acreedores y con ello, el sueño de un Parque temático español, para el que se habían anunciado inversiones de 6.500 millones de euros en 15 años, no se hará realidad, al menos esa realidad a base de luces, cemento y decorados al que se accede con entrada y que está científicamente diseñada para el consumo de las familias durante los fines de semana como cara opción al burrimiento.
Lo sucedido, me ha servido para meditar, no ya sobre la verdadera causa de que este quijotesco proyecto haya fracasado cuando otros de su especie, trufados de simbología foránea con animalitos que menguan la inteligencia y autoestima de nuestros pequeños han echado con fuerza sus tentáculos entre nosotros…sino por las condiciones que hacen que estos proyectos ni se planteen entre nosotros, cuando como ya he adelantado, no nos faltan escenarios, personajes, rutas, leyendas y mucho menos imaginación para llevarlos a cabo.
Al principio consideré la posibilidad de que los Parques Temáticos están tan fuertemente asociados a los dibujos animados nacidos con Disney, que a ojos de la ciudadanía europea, como que no parece serio hacer un complejo de estas características para ubicar las batallas de Corocotta, las aventuras del Cid, la resistencia de Numancia…lo propio con nuestra cultura es enclaustrarla en Museos que nadie visita por no estar en ellos permitido correr, gritar y tocar, sólo se permite, ver, oír y callar, como sucede en los museos de cera. En un segundo momento, achaqué nuestra incapacidad para hacer negocio con la cultura a aquella diferencia que Weber apuntara en su celebrado ensayo sobre “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” pero como quiera que recientemente hasta nuestra querida Santa Madre Iglesia haya empezado a practicar el marketing o el merchandising modernos y que el gentío gusta de la fiesta y el jolgorio perpetuos, como que no me parecen muy convincentes ninguna de las dos anteriores especulaciones para dar razón suficiente de este curioso fenómeno, cuál es, el de no sacar partido económico de nuestras ventajas, más allá del turismo tradicional de Sol y playa, entorno a los cuales, si que hemos sabido montar toda una industria. Por fuerza ha de existir otra variable explicativa.
No deja de ser curioso que una tierra que ha dado tantos genios que supieron materializar la fantasía universal en pintura, escultura o teatro, en la actualidad sea incapaz de construir soportes de cartón piedra que recreen el imaginario colectivo para que el público pueda vivenciar las más famosas escenas literarias, o experimentar en propia carne, antiguas leyendas, más allá de lo que le ofrece el cine subvencionado del Ministerio.
Pensando sobre este detalle, a lo mejor, la clave deberíamos buscarla en que nuestra sensibilidad se viera del todo satisfecha con dicha representación visual de su lectura, pintura, pero sin necesidad de construirla en 3D. Podía ser…pero entonces ¿Cómo explicar la tradición de las procesiones, las representaciones de Moros y Cristianos, etc? El límite entonces se circunscribiría no tanto a su materialización en la tercera dimensión, cosa de la que participa la danza, el teatro y la escultura, cuanto por su permanencia en la realidad imitando precisamente la realidad de algo que sabemos es ficción o perdido en el pasado. Me explico:
Es posible que nuestra forma de entender el mundo sólo disfruta de la fantasía y del pasado histórico dejándolo como tal, para no confundir precisamente sus límites, de modo que su furtiva aparición sea sólo una recreación fugaz que mientras dura nos engatusa los sentidos pero que luego por bien que esté realizada su representación, precise de nuestra memoria, recuerdo e imaginación, pues como dijera nuestro señor Jesucristo, “Mi Reino no es de este mundo” y parece ser que el del Quijote…tampoco.
Feliz Navidad ,estimado Nicola , salud y prosperidad en el nombre del sr , cordialmente y humildemente ,le desea ,Cantabrico .