Cuando un grupo de personas se confabula para cometer un crimen o delito, suelen las más de las veces actuar ¡todos a una! como Fuenteovejuna o el apuñalamiento de Cesar mismamente, en principio, al objeto comprensible de que su directa implicación material en los hecho garantice el eterno silencio de sus integrantes, mas también, para preservar algo tan etéreo como la paz espiritual a una Conciencia ambivalente que con el paso del tiempo puede ser el peor de los verdugos, de suerte, que pueda operar la conocida sentencia que aflora entre el vulgo en estos casos cuando se comenta que “nadie fue y entre todos la mataron”.
La estratagema es de tal eficacia que se emplea incluso para ejecutar por orden judicial legal a los condenados a muerte en EEUU cuando, por ejemplo, en un pelotón de fusilamiento compuesto, por digamos cinco tiradores, está estipulado que al menos uno de ellos, pese a haberse ofrecido voluntarios para la ocasión, dispare una bala de fogueo. Por eso mismo, la técnica de diluir la responsabilidad con la finalidad de diluir igualmente las culpas y aún los remordimientos, igualmente ha llegado ¡cómo no! al Gobierno del Estado, la dirección de las Grandes Empresas y sobre todo a las Asambleas de Accionistas de la Banca, entidades potencialmente criminales que han sabido en el ejercicio continuado de su perversidad refinar aún más si cabe, los mecanismos de inhibición mentales de la comunidad afectada, por medio de la denominada cadena de mando donde cada eslabón no hace otra cosa que su trabajo, sibilino engranaje comportamental en el que encajan a la perfección excusas tales como “yo hago lo que me mandan” “No puedo hacer otra cosas” “Si no lo hago yo, lo hará otro” “Yo sólo obedezco órdenes” “A mi no me digas, díselo al que manda”, “Yo sólo soy un empleado”…fórmulas socorridas para cuantos desean hacer frente al acusador dardo certero de saberse instrumento necesario para hacer el Mal y aún así, no se frenan porque les conviene aunque sea poco, conducta todavía más abyecta propia de gente miserable por cuanto por mínima ganancia, venden su alma al mismísimo Diablo.
Claro que, si subimos por tan mezquina jerarquía de criminales, al final deberíamos dar con el responsable en origen; Es decir, quienes dan las órdenes y dirigen el cotarro. Este fue el Principio regente en los Juicios de Núremberg. Y sin embargo, además de actuar en grupo, los ejecutivos – curioso nombre – sean políticos o empresariales, como los jerarcas nazis, no se quedan cortos en hallar toda clase de subterfugios explicativos-justificativos a priori, posteriori y fortiori que se los endosan a realidades suprapersonales como las circunstancias, la voluntad popular, el bien común, el deber, la necesidad de espacio vital, o como ahora está de moda, a la crisis económica que por lo visto sirve para poner de patitas en la calle a familias enteras, dejar sin empleo y sueldo a una madre con tres hijos pequeños, morir de hambre a una viuda anciana en su casa sin asistencia…y tantas y tantas cosas que me hierve la sangre hasta exclamar parafraseando a Arquímedes ¡Dadme un arma y escogeré una nuca! Porque está visto que el Evangélico “¡Dios mátalos! ¡Cristo óyenos!” actúa demasiado lento para los tiempos que corren.
Pese a que mis avanzadas ideas al respecto fueran rechazadas en la Asamblea abierta del 15-M que tuviera lugar en el Retiro Madrileño hace casi ya un año cuando me hicieran abrumadoramente la famosa “equis” con los brazos y me retiraran el micrófono con prisas por proponer la instauración de la Pena de Muerte para delitos económicos y de corrupción que afecten al caudal público por cantidades superiores a los cien millones de euros…he seguido sopesando el asunto de eliminar por vías pacíficas y democráticas a los sujetos y entidades nocivos para la supervivencia de la comunidad, cuya línea de reflexión me ha hecho progresar hasta el estadio que hoy tengo a bien participarles en primicia, cuál es, el de proponer la ejecución pública de cuantos a diario firman sentencias de muerte civil no dudando en ordenar que se ejecuten por vía sumarísima, a saber: en primer lugar todos los directivos y grandes accionistas de bancos y cuantos trabajen para ellos; todos los miembros del Gobierno Central y Autonómicos, las directivas de los Partidos que les apoyen y cuantos funcionarios colaboren con ellos; Todos los Jueces y Fiscales – y de paso algún que otro abogado – que se empeñan con celo en hacer cumplir leyes injustas a sabiendas de que lo son y quienes trabajan en los juzgados a sus órdenes sin que les vaya en ello algo personal; Los altos ejecutivos de Empresas Multinacionales, de la Industria del Automóvil, del Petróleo, Armamento, etc, ¿bajo qué acusación? Se preguntarán ustedes. ¡Muy sencilla! La de Alta Traición a la Patria, maquinación perversa para hacerse con los recursos comunitarios, despojar a la población de sus derechos y libertades civiles y finalmente de conspiración para sabotear la pacífica convivencia y destruir la Sociedad.
Y ahora vénganme los moralistas domingueros a advertirme eso de que, de llevarse a cabo esta limpieza orgánica, seguramente pagarán justos por pecadores que conmigo, por no ser Dios, no les hará falta regatear como hiciera Lot para Salvar Sodoma y Gomorra y les anticipo que de encontrar entre todos ellos ¡al menos! diez justos que renuncien a hacer el Mal si ello les perjudicase en su puesto, yo dispuesto estaría a retirar mi propuesta que va ganando simpatizantes por momentos soterradamente, pues nunca antes en la historia como ahora, resultó más barato y mejor, ser lacayo que Señor.