La exclamación, no responde en esta ocasión, a la nostalgia de quien recuerda tiempos más felices cuando recibía la dominical paga para golosinas, ni a planteamientos proteccionistas, ni a reclamaciones de soberanía económica, sino, a un intento técnico por minimizar los efectos de la corrupción político-empresarial autóctona que empiezo a sospechar no persigue tanto el enriquecimiento personal de los implicados, cuanto superarse en sus marcas, en un irrefrenable impulso agonal propio del “Homo Ludens” que apreciara Huizinga en todo quehacer humano al que no escaparía entonces el de la corrupción por la corrupción, de igual manera que hay Arte por el Arte.
De pequeño, nunca entendí por qué un gran empresario forrado de dinero continuaba en sus negocios como si tuvieran necesidad de trabajar. Con el paso de los años, comprendí que muchos estaban forrados de deudas, otros lo hacían por inercia al provenir de clase baja, algunos por responsabilidad, muchos por disimular, por escapar de la familia…en definitiva, que había algo más que dinero de por medio en su acción. Así fue, como reparé en que, aún siendo cierto eso de “Todos queremos más” ese “mas”, es siempre relativo al marco referencial en el que nos encontramos, cosa que puede apreciarse nítidamente en aquellos jugadores de Poker que disfrutan lo mismo independientemente de la apuesta.
Cuando sabemos de alguien como el Tesorero del PP, pillado en un acto de corrupción económica, suponemos de inmediato que su fin es el dinero. Pero está probado que a partir de cierta cantidad la psique humana no es capaz de distinguir la diferencia; un claro ejemplo de ello lo tenemos al ser informados de una catástrofe en el Pacifico donde han perecido ochocientas mil almas y con posterioridad rebajan la cifra en cien mil sin que por ello podamos decir ¡qué bien! La percepción es idéntica. Algo parecido sucede con las cantidades económicas. Y es aquí donde propongo recuperar la Peseta como medida eficaz para satisfacer por saturación la percepción de la conciencia corrupta que todos llevamos dentro.
Actualmente la ciudadanía está alarmada por la ingente cantidad de casos de corrupción. ¿Es que nuestra generación es más corrupta que la de nuestros padres o la de nuestros abuelos? Sinceramente, no lo creo. Es posible que hoy se robe más que antes, porque también somos muchos más y hay más para robar. Pero el factor decisivo no ha sido tanto que la riqueza haya aumentado, cuanto su concentración cada vez más condensada en menos manos así como la facilidad de su empaquetamiento y transporte, porque, huelga demostrar que un ladrón tiene más fácil dejar sin patatas a todo un pueblo cuando este las almacena todas en sacos en un silo, que cuando cada cual las mantiene en su despensa sueltas en un su cesto. Otro tanto ocurre con el dinero; que al hallarse ahora en los bancos y poderse mover de la cuenta de un país a las Islas Caimán a miles de kilómetros con solo apretar un botón, los corruptos de toda especie lo tienen menos complicado. Y en esta descomplicación ha jugado un papel decisivo haber pasado de la Peseta al euro.
Las monedas son a la Economía lo que los “Cuantos” de los que hablara Planck a la Energía. Es el modo en empaquetar la riqueza de un país para que sus ciudadanos la puedan interactuar cómodamente con ella en sus transacciones comerciales. Cualquiera que durante los Ochenta viajara un poco, notaba las diferencias psicológicas de operar con Liras italianas donde se precisaban varios miles para adquirir una cajetilla de tabaco sin que por ello nos resintiéramos en el bolsillo al cambio, a hacerlo en francos suizos que parecía no pagabas nada con dos o tres por un café y a la vuelta te dabas cuenta de que estabas en la ruina. Al pasar de la Peseta al Euro, el primer efecto psicológico lo sufrieron los antiguos millonarios que dejaron de serlo, por no citar el desencanto padecido por los jugadores de la Lotería Nacional que hasta se dejó sentir en la tonadilla cantada por los niños de san Ildefonso. Pues bien, estas diferencias psicológicas del cambio de moneda, afectaron también a la conciencia corrupta, la cual, si antes robaba en Pesetas y se contentaba con llevarse, no sé, pongamos por caso…¿20 millones de pesetas? ahora para recibir idéntica satisfacción precisa hacerse con 20 millones de Euros, que evidentemente no son lo mismo, aproximadamente más de 3.000 millones de las antiguas Pesetas.
La corrupción económica, es muy anterior a la invención lidia de la moneda. Y no creo que podamos combatirla tratando inmejorablemente bien a los gobernantes como proponía Platón, ni educando a los ciudadanos en la virtud como establecía Aristóteles, ni fortaleciendo un poder omnímodo hobbesiano del Leviatan, ni fiarlo todo al Pacto Social Rousseauniano nacido del buen salvaje por medio de leyes justas innatamente reconocidas como buenas…entre otras cosas, porque a lo mejor, la corrupción cumple una función evolutiva dentro de la sociedad humana que todavía somos incapaces de calibrar debidamente. No obstante, si no veo el modo de prevenirla ni de evitarla, si al menos creo posible reducir sus efectos extendiendo la riqueza y sobre todo, recuperando unidades de moneda más pequeña que satisfagan la necesidad vital de robar millones, sin que ello suponga una merma considerable al Estado General de Bienestar.
De ahí, mi propuesta de volver a la Peseta. Si como empiezo a sospechar, las mentes corruptas del país buscan más satisfacer un impulso natural referencial que acumular ilícitamente una determinada cantidad absoluta de riqueza, es posible que a tal efecto, les de lo mismo sustraer de las Arcas Públicas cien millones de Pesetas que tradicionalmente como sociedad holgada que somos nos lo podemos permitir, que arramblar con el Estado del Bienestar por verse obligados a apropiarse de cien millones de Euros, dado el actual marco económico, cuando no era esa la suya intención.
Si que es cierto que los números altos ejercen cierta fascinación. Se podría hablar de un fetichismo de las cifras. Tal vez, si traducimos los 645 euros del salario mínimo a pesetas nos da una cifra mayor que cien mil; lo cual puede servir de cierto consuelo y tener un efecto calmante sobre las angustias económicas de los perceptores de tan modesta cantidad.
Sin embargo, la vuelta la peseta supondría una especie de tsunami financiero, cuyo primer resultado sería una inflación que produciría una estampida de capitales generalizada hacia países más estables como Suiza.
Estoy totalmente de acuerdo contigo cuando afirmas que con la entrada del euro, la calidad musical del Sorteo de Navidad ha perdido bastante. Al sustituir la palabra pesetas por la palabra euros, la melodía de los niños de San Ildefonso ha cambiado para peor.