Ignorante ignorancia

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Las profecías Mayas, mejor dicho, los intérpretes de las profecías Mayas, o más precisos todavía, los cálculos basados en las interpretaciones de las profecías Mayas, esperemos tengan algo que ver con el asteroide de 45 metros de diámetro y 130.000 Toneladas de peso que ha rozado el Planeta circulando a una velocidad de 28.100 K/h, y que no se trate de una mera coincidencia retardada como el así calificado por la NASA impacto de un meteorito de 15 metros de diámetros sobre Rusia, el mismo día en que el otro bólido, cumplía con la visita estadística del siglo que llevaba cuatro años de retraso. Porque de lo contrario, el asunto pinta feo.

No creo en coincidencias. Justo la semana en que se acerca un asteroide, cuya entrada en la atmósfera habría originado un estallido equivalente a 135 Bombas atómicas, el Papa Benedicto XVI, dimite por sorpresa. Casualidad o no, el caso es que el testigo de los Mayas lo va a recoger ahora San Malaquias, pues cuando se elija sucesor, estaremos ante el último de los Papas contenido en la lista de sus profecías, a saber: Pedro Romano.
Hasta esta semana, por muy implicada que la Conciencia se hallara en la reflexión sobre el sentido de la vida, acostumbrada como está a abordar los asuntos de la muerte, la finitud del Ser, su evidente contingencia, etc, como ajenos a ella – a fin de cuentas, la experiencia nos enseña que sólo se mueren los demás – para poder soportar las conclusiones a las que llega, como que, no hay más Sentido que la Nada, que el suicidio es el acto más libre de cuantos puede cometer el Hombre o que el destino más ético de la humanidad no es otro que su voluntaria extinción, nunca había sentido de verdad el estremecimiento.
Por supuesto, tengo la mente adiestrada para auto provocarme el denominado “Vértigo Existencial” e incluso reconozco que cuando medito sobre mi futura desaparición ¡pero de verdad! hay momentos en que debo apartar los pensamientos para no caer en un peligroso proceso psicológico del que puedo no reponerme. Sobradamente sé que, una catástrofe nuclear puede devolvernos a la Edad de Piedra cualquier día de estos; igualmente conozco que al Ser Humano, no le queda mucho recorrido evolutivo como especie, tengo presente que el Sistema solar camina hacia el final de su ciclo y que el propio Universo es posible acabe disolviéndose, datos científicos que relativizan cualquier otra idea filosófica sobre Naturaleza, Historia o Cultura, pues como diría Eclesiastés ¡Todo es vanidad! Pero, repito, hasta esta semana, no he tenido la oportunidad de pensar sobre ello mientras su posibilidad acontece en tiempo real. ¡Ha sido la pera!
El estremecimiento experimentado no es el de Kierkegaard, ese ya estaba intelectualizado y por consiguiente dominado. He tenido la fortuna de poder pensar en bruto sobre el Fin de Todo no precisamente en el sentido de finalidad, sino de finitud, y no a toro pasado como les sucedió a los ilustrados tras el desastre de Lisboa, sino en pleno proceso. A este respecto, ha sido una pena que los científicos chafaran el asunto anunciando con tanta antelación su trayectoria, pero por otro lado, gracias a ello, puedo ahora disfrutar el climax metafísico experimentado.
Para mi sorpresa, la gente seguía preocupada por la bajada en bolsa de Bankia, la corrupción política, por la lesión del pulgar de Casillas, cuando ese bicho estaba a punto de colisionar en horas con el planeta. La reacción mayoritaria al despertarse ha sido la habitual ¡Por fin es Viernes! Y no por falta de información, que aun suministrada con mesura para no causar alarma ¡qué menos que provocar entre la población el típico sobrecogimiento de nuestros ancestros cuando presentían el peligro y el aliviado agradecimiento posterior al cosmos por la inmensa suerte que hemos tenido.
Para este viaje, no hacían falta tantas alforjas. La próxima vez no es preciso que se nos informe, porque está visto que Nicolás de Cusa, se quedó corto con su propuesta de divulgar la Docta Ignorancia.

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