A colación de la controversia mediática – que no ciudadana – acerca del fenómeno reciente de llevar la Protesta Civil hasta la puerta misma del domicilio de los cómplices necesarios de nuestra lamentable circunstancia colectiva, cuales son los políticos, hace poco que me he pronunciado abiertamente a favor. No obstante, lo acontecido en Marbella, me parece todo un despropósito al que no se debería haber dado el menor pábulo mediático ni judicial.
Ojeando como de costumbre los diarios taza de café en mano, advierto un extraño titular en El Mundo que llama poderosamente la atención de mis gafas “Aznar no será multado por ir por la playa con sus perros”. Es verdad – pensé para mi – que mucha gente desearía que políticos como Aznar tuvieran prohibido salir de casa y a poder ser estuvieran atados con bozal. Pero, no puede ser cierto que este extendido deseo haya tenido curso legal hasta el extremo de solicitar una multa por haberse permitido el hombre un simple paseo por la playa, con o sin perros. Porque no otra cosa significa la resolución judicial sobre el asunto, aunque la misma parezca favorecer al intercepto.
Con esta profunda convicción, leí el resto de la noticia ahondando en mi incredulidad, pues este hombre de Estado que se ha librado de la ignominia de verse acusado ante el Tribunal Penal Internacional por “crímenes de guerra en Irak”, paradójicamente, ha visto mancillado su honor en patria propia, al ser denunciado por los humildes vecinos de Marbella “por pasear por la playa” enterados de que el susodicho andaba suelto por la localidad, para protegerse de su molesta presencia. Porque, en mi opinión, Aznar, mal que le pese a una gran mayoría del país, tiene derecho a pasear en libertad cuándo y dónde le plazca y la presión sobre su persona no puede nunca coartar esta libertad de movimientos amparada por la Carta de derechos Humanos de la ONU.
La anatomía forense establecerá algún día que el ex Presidente del Gobierno es un animal racional y como su amigo Georg Bush, seguramente descienda directamente del mono; pero sobre todo es un animal como bien recoge la noticia, que necesita expansionarse. ¿Puede ser ello un peligro para la población? ¡Sí! Claro que sí. Como político que es, la ciudadanía no se le debe acercar demasiado –de ahí la abundancia de escoltas que les acompañan, cuyo número aumenta con la peligrosidad del ejemplar – como con los psicópatas debe evitar cruzar con ellos la mirada para que no se fijen demasiado en sus personas, los comerciantes como a los ladrones deben rehuir que entren en sus hogares y comercios a fin de ocultarles los pocos bienes que les quedan, los niños mejor están recogidos en sus casas con las puertas cerradas y persianas bajadas a su paso, los ancianos del lugar con una mano en la cartera y otra con el bastón alzado…toda precaución es poca cuando un espécimen de esta clase aparece por el lugar. Pero de ahí, a cuestionar su libertad de movimientos, aunque sea con un fallo que le exima de ser multado por pasear por la playa con sus perros, creo que es un escrache jurídico intolerable. ¿Qué va a ser lo siguiente: Aznar no irá a la cárcel por ir de excursión al monte, o no será azotado por ir de compras?
Por otra parte, abundando en lo reseñado sobre su escolta, los políticos, cuando son verdaderamente peligrosos, el Estado ya se ocupa de mantenerlos bien lejos de los ciudadanos recluyéndoles en recintos debidamente equipados para dificultarles el contacto con la gente de bien como el Congreso, el Senado, las Diputaciones… Es entonces, durante el desempeño de sus cargos, que no después, que se ha de poner toda la energía legal, mediática y personal en vigilar sus movimientos manteniéndoles a raya para evitar que nos hagan daño y no como se tiene costumbre de reírles las gracias accediendo a todos sus caprichos exacerbando su natural agresividad para con quienes les dan de comer.